Cassandra, Carrero Blanco y las cazas de brujas
Por David Herrero
Al hilo de la condena a Cassandra por hacer chistes sobre Carrero Blanco creo que es necesario hacer una reflexión muchos más profunda de la que se ha hecho al respecto en la mayoría de medios donde se ha enfocado el tema únicamente en relación con los límites del humor. Quizás también porque han tenido que ser humoristas como Ignatius Farray, David Broncano o Facu Díaz los que aportasen un poco de coherencia al asunto, esa de la que han carecido fiscales, magistrados y tertulianos.
Desde mi punto de vista veo necesario dividir el debate en cuatro puntos distintos:
1- En primer lugar es necesario hablar del momento en que se producen las detenciones.
¿Por qué cada cierto tiempo se producen detenciones colectivas de activistas y tuiteros de izquierdas por hacer comentarios en redes sociales? ¿Quiénes las ordenan y qué objetivo se busca con éstas?
2- Respecto a las cuestiones judiciales hay mucho que decir y muchas preguntas que hacerse.
¿Quiebra la división de poderes la manera de funcionar de la fiscalía la cual actúa bajo el principio de jerarquía y cuyo máximo mandatario, el fiscal general del estado, depende de manera directa o indirecta (según como se quiera ver) del Gobierno?
¿Tiene sentido actualmente (tras el anuncio por parte de ETA de entregar las armas) la existencia de un tribunal como la Audiencia Nacional (heredo del Tribunal de Orden Público franquista) que en los últimos años se ha dedicado en gran medida a juzgar a tuiteros, raperos, titiriteros y demás colectivos?
¿Atentan contra la libertad de expresión delitos tan ambiguos como el de injurias a la Corona o la actual redacción del delito de enaltecimiento del terrorismo?
3- La tercera cuestión tiene que ver con la memoria histórica del país.
¿Debe ser Carrero Blanco considerado una víctima del terrorismo? ¿No es distinto (como bien expuso Antonio Maestre en Al Rojo Vivo) matar a Miguel Ángel Blanco que a Carrero Blanco? Lo primero es sin duda alguna un acto terrorista, lo segundo es matar a un dictador y la propia carta de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en su preámbulo reconoce el derecho de resistencia frente al tirano.
4- Aquí por último entraría el tema estrella de estos días: los límites del humor.
¿Tiene límites el humor? ¿Esos límites han de ser legales o los ha de poner las sociedad?
El humor es una herramienta para cuestionar entre otras cosas las relaciones de poder, para reírse de uno mismo y así poder superar situaciones difíciles o simplemente para divertirse. Y dentro de esto está el humor negro que ha existido siempre y no deja a nadie indiferente: o lo amas o lo odias.
La aparición de las redes sociales y la propia manera de funcionar de cada una de ellas (lo que daría para otra reflexión) parece haber puesto la difusión de contenido humorístico en el punto de mira. Es decir, chistes se han contado siempre (chistes duros y chistes sin maldad alguna, chistes graciosos y chistes sin ninguna gracia), pero con la aparición de plataformas, donde nuestro comentarios quedan guardados, como Twitter o Facebook, se empieza a cuestionar si se deben de poner límites a dichos comentarios (que como sucede en la vida real algunos son graciosos y otro no, algunos son más duros y otros no). Pero no seamos hipócritas todos contamos chistes en nuestro día a día, algunos mejores y otros peores, y por tanto parece una barbaridad condenar a alguien por reproducir en una red social algo con lo que nos encontramos diariamente.
Otra cuestión interesante sería analizar por qué se persiguen algunas disciplinas y otras no. Se persigue el humor e incluso la música (Valtonyc acaba de ser condenado a 3 años y medio de cárcel por rapear) pero sin embargo, como bien apunta Darío Adanti, nadie persigue el drama. En el cine nos bombardean todas las semanas con películas en las que siempre se destruyen monumentos como la Estatua de la Libertad de Nueva York o la Torre Eiffel y entendemos que ahí no hay nada punible puesto que se trata de una recreación artística y no de un deseo de que aquello que se reproduce en la pantalla se haga real. ¿Entonces por qué dependiendo del género artístico somos capaces unas veces de separar la ficción con el deseo y otras no?
Como último apunte dejo por aquí un monólogo muy interesante de David Broncano en Loco Mundo acerca de este tema: https://youtu.be/5vY-Vly-qlw