Carta sobre lo acontecido en Ucrania
Hoy, siete inculpados en el proceso de la plaza Bolotnya (participantes de la manifestación masiva por la democracia del 6 de mayo de 2012 en Moscú) han sido condenados a penas de cárcel de entre treinta meses y cuatro años. Los comentaristas a sueldo del régimen estiman que, tras los sucesos de Ucrania, los antidisturbios están plenamente autorizados no solo a sacudir a los manifestantes sino a dispararles. Nosotros nos hemos librado por muy poco de que nos arrestasen cuando la policía, armada hasta los dientes, ha dispersado a base de golpes a unos mil manifestantes concentrados contra la perversa «justicia» de Putin delante del tribunal. Unas quinientas personas fueron arrestadas el viernes y otras tantas hoy mismo. Y todo por el simple hecho de haber aparcado delante del tribunal.
El ala democrática de la izquierda perteneciente al sindicato universitario Solidaridad ha publicado una declaración en la que respalda a los ucranianos y ucranianas universitarios, estudiantes, miembros de los sindicatos libres y de la sociedad civil. Ese mismo día, el documento contaba con la firma de 35 profesores de ocho ciudades rusas, estableciéndose una amplia red de contactos. Este mensaje aparece en la web oficial de la universidad de la capital ucraniana. Al mismo tiempo, algunos de los más notorios propagandistas del régimen, como el fundamentalista ortodoxo Milonov, miembro del partido de Putin y del Consejo municipal de Petersburgo, o la vedete televisiva Soloviev, han emprendido una caza de brujas con el fin de «desenmascarar» a una «organización clandestina antipatriótica» formada por hinchas de la revolución ucraniana entre los que cabría encontrar a profesores universitarios y sus estudiantes.
Una histeria antirrevolucionaria y antioccidental se desencadena, día a día, en la pantalla de nuestra televisión, tratando de preparar a la población para un recrudecimiento de las medidas represivas contra una oposición relacionada, en adelante, con los «traidores de la patria». En la película propagandística, Bioquímica de la traición, patrocinada por el Estado y emitida en la cadena federal en horario de máxima audiencia, se presenta a los oponentes actuales que «traicionan» al régimen putinesco como eslabones dentro de una cadena de traiciones. Esta viene cargada de revolucionarios desde 1917 –con aquellos perjuros del zar Nicolás-, hasta Vlassov y su armada, renegados de Stalin y disidentes anti-Brejnev. El próximo episodio anunciado será un especial sobre las actividades traicioneras de Bronstein –verdadero apellido de Trostki-, enemigo del pueblo y espía que vendió a Rusia en favor de la Alemania nazi.
Habiendo estado en Moscú a principios de los años 90, ¿cómo hubiéramos podido imaginar que las cosas se torcerían tanto en 2014? Creíamos que, en un futuro próximo, habría una posible depuración en la universidad, además de la existencia de otras medidas para vencer a cualquier tipo de oposición.
La situación se ha complicado gracias a que la ingente cantidad de propaganda mediática contra la revolución ucraniana encuentra, en la conciencia popular, las aspiraciones imperialistas de grandes castigos y vestigios estalinistas, sembrando la confusión hasta en los propios miembros de los sindicatos independientes. Ya se ha debatido, y acaloradamente, el caso de Ucrania. Algunos acaban por posicionarse del lado contrarrevolucionario. Incluso la facción más débil de la izquierda rusa y ucraniana (no me refiero, evidentemente, a las numerosas sectas estalinistas) se ha dividido con relación al tema. Algunos se empeñan en ver detrás de los hechos de esta revolución a las fuerzas de la derecha y hablan incluso de «golpe de Estado nazi y occidental», revalidando así la retórica del Kremlin. Por otra parte, están los que únicamente se interesan por los «eslóganes sociales y económicos»; pero reclamar una «bajada en la tarifa de los transportes públicos» cuando hay gente que lucha y muere en la calle no es muy oportuno… Aludo especialmente a los anarquistas, quienes, según su costumbre, no quieren percatarse de la importancia que existe en la cuestión nacional, la política y el poder del Estado. Y solo una pequeña parte de la izquierda, donde se aglutinan defensores de distintas corrientes liberales, democráticas y socialistas, se une explícitamente al movimiento de la plaza Maidan y a las estructuras de autorganización y autogestión, creadas en su propio seno. Algunos han tomado parte en esta acción, mientras otros eran asesinados por las RIP pagadas por Yanukovich. Como era de esperar, los sindicatos libres de Ucrania, que habían corroborado su orientación democrática izquierdista en nuestra conferencia del pasado noviembre, participaron desde el principio y activamente en Maidan.
Confirmo la misma confusión dentro de la izquierda occidental. No me refiero a gente como Stephen Cohen, en quien la posición pro-Putin es evidente desde hace mucho tiempo, además de ratificarla ahora en sus escritos contrarrevolucionarios. También otros se han desviado del movimiento Maidan debido al papel que han tenido siempre los nacionalistas ucranianos de extrema derecha. Aunque, por una parte, sobrestiman demasiado el cometido de la derecha –donde podemos comprobar la influencia de Rusia Today, entre otras-; por otra, está la tendencia de la izquierda, la cual parece olvidar o negar que, a lo largo de la historia, los nacionalistas siempre han estado implicados en las revoluciones de la periferia sobre el imperio. Y, sin embargo, por poner un ejemplo, la izquierda socialista jamás ha negado que apoyó de manera incondicional el levantamiento polaco de 1863 o la insurrección húngara de 1956, momentos en que los nacionalistas participaron del lado de otras fuerzas políticas. Únicamente podemos aumentar su influencia participando en el movimiento popular en masa.
Gracias una vez más por darnos la oportunidad de explicar a la opinión de Occidente la situación en la que se encuentra Ucrania, la nuestra y la de aquellos que conforman los sindicatos ucranianos libres.
Alexei Gusev, presidente del Centro Praxis (www.paraxiscenter.ru), profesor de Historia en la Universidad de Moscú y militante de los Derechos Humanos, así como del socialismo anti-totalitario desde los años 80.
Traducción para www.sinpermiso.info: Judith de Diego