Canadá en un limbo: defensa de los pueblos indígenas, cambio climático y crecimiento económico
Canadá se está calentando dos veces más rápido que el resto de los países del mundo. Así lo confirmó el gobierno federal canadiense, que advirtió sobre la contribución de las actividades humanas al calentamiento global. Mientras tanto, el primer ministro, Justin Trudeau, promete que Canadá llegará a las cero emisiones netas de gas de efecto invernadero en 2050 y que al mismo tiempo, hará crecer la economía. Pero mientras Trudeau sigue construyendo su imagen ecologista a base de promesas, en las calles, las protestas sociales lo ponen a prueba. En las últimas semanas, Canadá ha sido el escenario de protestas por parte del grupo indígena Wet’suwet’ que se opone a la construcción del gasoducto Coastal GasLink, un megaproyecto que atravesará de este a oeste la provincia de Columbia Británica con el fin de impulsar la exportación de gas. Aunque detrás de estas protestas, subyace un asunto aún más profundo que sigue sin resolverse y que pone a los pueblos indígenas nuevamente en el foco debido a las vulnerabilidades a las que se enfrentan.
Empezó como una protesta en contra del proyecto Coastal GasLink, una obra valorada en unos 5.000 millones de dólares que atravesaría territorios de grupos autóctonos. Pero rápidamente el asunto cobró una mayor dimensión. Es que esta situación reavivó el recuerdo de los enfrentamientos entre la policía y la comunidad indígena ocurridos en la década del 1990 en Oka, Quebec, y en Ipperwash, Ontario, que se extendieron durante 78 días. Recuerdos que Trudeau busca disipar desde su llegada al poder. Siendo la reconciliación con los pueblos indígenas, una de sus banderas políticas. Al igual que la lucha contra el calentamiento global y la expansión de la industria del petróleo y el gas. Objetivos que muchos catalogan de contradictorios y que Trudeau aún no ha logrado equilibrar.
Finalmente, después de días de protestas, la comunidad indígena logró hacerse escuchar y llegó a un acuerdo con el gobierno, pero aún se desconoce su alcance. Lo interesante es que lo que posibilitó este acuerdo fue justamente el impacto económico detrás de las protestas. Estas se basaron en el bloqueo a través de barricadas a lo largo de una vía ferroviaria clave en Ontario. Rápidamente las consecuencias se hicieron sentir: interrupciones en la red de transporte a nivel nacional, cancelación de trenes, suspensiones temporales de empleados y cierres de fábricas a causa de las interrupciones en las entregas, entre otras. Lo que llevó a Trudeau a autorizar la represión y detención de los manifestantes. El mensaje ha sido claro, con la economía y los negocios, no. Y menos ahora que se ha anunciado la cancelación de otro multimillonario proyecto por parte de la empresa Teck Resources Limited.
Estos últimos obstáculos a los que se ha enfrentado Trudeau han hecho difícil el mantenimiento de su doble discurso. Sobre todo porque no se trata de uno o dos casos aislados. Según Human Rights Watch, la discriminación contra los pueblos indígenas en Canadá es sistemática y los esfuerzos del gobierno no han sido suficientes para poner fin a esta situación. La organización señaló como uno de los principales problemas, a la crisis del agua que ha afectado durante años a docenas de reservas de las Primeras Naciones.
Lo que recuerda a lo ocurrido en Boat Harbour, Nueva Escocia, donde la compañía Northern Pulp, filial de Paper Excellence (del grupo chino-indonesio Sinar Mas), contaminó durante más de 50 años los suministros de agua de las comunidades indígenas que habitan en la zona. Mientras tanto, el gobierno de Nueva Escocia continuó otorgándole préstamos a Paper Excellence para que la compañía siguiera de pie. Y lo logró hasta enero de este año, cuando el primer ministro Stephen McNeil ordenó el cierre de la fábrica. Pero los problemas no terminan allí, tras haber avasallado los derechos de los pueblos indígenas que habitan en la zona, la empresa aún acumula deudas por más de $85 millones.
Conociendo el historial de Paper Excellence y de sus dueños, los Widjaja, resulta poco probable que esta suma sea saldada. De hecho, mientras la empresa enfrenta estas acusaciones en Canadá, también se encuentra involucrada en un caso de arbitraje en Brasil, donde ha afirmado contar con una suma cercana a los 2.5 millones de dólares, que destinaría a la compra de un fabricante brasileño de pulpa. Fondos que la empresa debería destinar a la limpieza del estuario de Boat Harbour. Aunque para ello, las autoridades canadienses deberían mostrar más dureza y exigir que se salden todas las promesas incumplidas. Después de todo, este caso reúne dos de las principales luchas del primer ministro Trudeau: la defensa de los derechos de pueblos indígenas y la lucha contra la contaminación medioambiental.
Los conflictos recientes en Canadá demuestran que hay heridas que aún no han sanado. Si bien Trudeau es el primero en defender los derechos de los pueblos indígenas, sus palabras no tienen correlato con la realidad. Un claro ejemplo de ello es el de la comunidad Wet’suwet’. Un asunto complejo para el que Trudeau tardó en encontrar una solución y por ello debió resguardarse detrás de un pedido de “paciencia”. Una palabra que fue resaltada por sus adversarios políticos al demostrar una falta de liderazgo por parte del mandatario y que por otro lado, no calmó los ánimos de los pueblos indígenas que desde hace décadas, vienen luchando por el reconocimiento de sus derechos. Paciencia, es lo último que se les debe exigir.