Camilleri, cronista siciliano

 

Cualquiera que sea aficionado con la novela negra se habrá topado con Andrea Camilleri (Porto Empedocle, 1925- Roma, 2019) y su sagaz comisario Montalbano y el escenario imaginario de sus historias, Vigàta*. En la presente ocasión, su «El precio del honor», editada en Destino, la escritura del autor italiano deriva por otros derroteros, sicilianos eso sí.

Todo empezó cuando con una veintena de años debía trasladarse a Palermo para presentarse a un examen; un amigo de la familia le lleva en su camioneta, dedicada al transporte de pescado, cuando de pronto varios hombres armados mandan parar al vehículo. Se ve que para el chófer la cosa era ya habitual: se trataba de pagar un peaje para poder pasar, consistentes en algunas cajas de pescado para poder continuar el camino sin sobresaltos. Esta experiencia escamó a Camilleri, al suponer su primer contacto con la mafia, más de una vez a nombra como Maffia, lo que le empujó a interesarse por el tema…su investigación personal le llevó a consultar diversos archivos y enciclopedias y a interrogar a algunos conocedores del fenómeno, y sus diferentes expresiones, sin obviar la petición de ayuda, a alguien que de esto sabía cantidad: Leonardo Sciascia.

Con un estilo oral, que como en el escritor es hábito, teñido de afiladas dosis de humor, que se ve ayudad por su desbordante fantasía, Andrea Camilleri penetra en el corazón del asunto y nos arrastra con sus descripciones, centradas en los mecanismos que funcionaban, y funciona, desde hace años, adentrándonos en el mundo del malandrinaje, y las componendas. Los dispositivos con que se desarrolla todo el entramado de extorsiones, aceptación y miradas para otro lado, supone la implicación de políticos y funcionarios de Dios, léase de la Iglesia, que no se recatan a la hora de utilizar la práctica del pecado de simonía, venta de bienes religiosos. En el presente caso tal falta consiste en otorgar bulas e indulgencias previo pago de una penitencia, en forma de dinero. De hecho tal sistema supone de hecho un permiso para robar sin contemplaciones, y hasta con la bendición eclesial. Somos llevados a la Sicilia salvaje con su idiosincrasia forjada desde los tiempos en que fue colonia en que la luz de la supuesta civilización, material, venía de la mano el invasor. Retrocede Camilleri en trabajo de campo a los tiempos de las Cruzadas, y a desvelar los pactos con el latrocinio. Se apoya en sus afirmaciones en informes de prohombres del lugar, tanto militares como civiles, ue en sus informes oficiales señalan lo aspectos clave de las prácticas de las bulas, las componendas y otras yerbas que tapaban, justificaban el delito, ante el silencio de quienes deberían investigar estas maneras de actuar, que en su tiempo se plasmaba en milicianos a caballo y el bandolerismo en los campos, en una complicidad que en el Diccionario histórico de Pallotta es definida así: «una transacción entre milicianos y malvivientes en virtud de la cual el robado retiraba la denuncia a cambio de la devolución de una parte de sus bienes», denominada bula, ya que quedaba por escrito, a pluma o lápiz, las condiciones de la componenda…práctica conocida por las m´s altas autoridades que enviaban a sus representantes al lugar con el fin de investigar la situación y sus implantados tejemanejes…Generalmente el silencio, el no sabe, no contesta era lo que dominaba en las entrevistas que se llevaban con los paisanos del lugar. Prácticas laicas y también religiosas: «la bula de componenda lo absuelve de culpa frente a Dios. Porque Dios es justo, y no puede tolerar que a un hombre lo traten peor que a una bestia salvaje», y doctores, o no tanto, tiene la Iglesia que hacía que el Cielo implantase sus medidas en la Tierra. Absoluciones y bendiciones por doquier como consagración del delito, como moneda corriente. Eso sí, la concesión de las bulas de componenda no se dejaba en manos de los párrocos, sino que como mínimo era un obispo quien debía suministrarlas…ya que estaba visto que los párrocos y sus sacristanes se lavaban las manos, aun a sabiendas de que actuaban mal. Un solo delito quedaba fuera de la bula nombrada: «el homicidio (y contemplarlo hubiese sido demasiado). Pero el siciliano, escribe el doctor Stocchi, “es sutilísimo razonador y lógico incomparable”».

Detalla los límites y diferencias existentes en lo que hace a las verdaderas indulgencias repartidas, las bulas y las prácticas degeneradas empleadas en el lugar, co unos trataos que estaban rodeados, como el valle de Josafat, por humo y niebla. Y las palabras de Leonardo Sciascia que decía a Camilleri que nunca encontraría un papel, más sí conciencias tranquilas que constataba nuestro escritor-investigador.

Aun asomando en muchas de sus anteriores libros los temas relacionados con la mafia y las complicidades del clero, la magistratura y la policía…en esta ocasión, estas cuestiones son presentadas con el rigor propia de un cronista e historiador de las costumbres utilizadas en los pagos sicilianos, en los que es posible negociar hasta con el mismísimo Dios.

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( * ) Algunos artículos publicados sobre novelas del autor:

Allá en Vigàta – Kaos en la red

Andrea Camilleri viaja al XVIII siciliano – Kaos en la red

Un abogado frente a la mafia, el clero y la aristocracia

Lo último de Andrea Camilleri – Kaos en la red

 

Iñaki Urdanibia

 

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