Brasil. La batalla por la frontera Munduruku (Video)
En las orillas del río Tapajós, en el oeste de Pará, el bosque, cruje bajo los pasos de los guerreros Munduruku. Son cerca de 20 hombres fuertes, con los brazos pintados con trazos iguales a la concha de la tortuga jabotí. Trabajan en silencio, las pocas palabras que articulan son pronunciadas en su lengua materna, el Munduruku. Avanzan con cuidado sobre un peligroso manto que cubre el suelo: fuertes bejucos, ramas cubiertas de espinas y troncos en descomposición. Los pasos son lentos y firmes. No hay prisa, los guerreros abren una picada en la espesura del bosque como en un campo de batalla.
Los Munduruku aplican una nueva estrategia, inédita para este pueblo cuya trayectoria guerrera es anterior a su primer contacto con los portugueses en 1768. Provistos con hoces y machetes, abren una picada o sendero de cuatro metros de ancho por siete kilómetros de longitud. Se trata [para ellos] de la auto-demarcación de tierras indígenas de Sawré Muybu. Realizada en medio de la selva alta, la senda trazada representa una trinchera defensiva contra el avance de las centrales hidroeléctricas planificadas para la cuenca del Tapajós. Contando con el apoyo de ecologistas y algunos miembros del poder judicial, la frontera Munduruku es el mayor obstáculo que se ha interpuesto en la ruta del gobierno Dilma Rousseff en el proyecto de explotación de la cuenca del Tapajós.
Los Indígenas se auto-convocaron unidos a la demarcación de sus tierras, en octubre, después de siete años esperando la acción de la Fundación Nacional del Indio (FUNAI). Este fue el tiempo que tomó la Fundación para elaborar un documento que reconoce esta zona como de ocupación histórica y define el perímetro de la demarcación: el «Informe registrando las circunstancias de Identificación y Delimitación de la Tierra Indígena Sawré Muybu». Una vez concluido, en septiembre de 2013, el documento quedó engavetado en la presidencia de la Funai y ahí continúa parado.
El equipo de Pública tuvo acceso al informe en exclusiva y lo pública en su totalidad. Son 193 páginas de minuciosa demostración de los vínculos históricos que los Munduruku mantienen con este pedazo de tierra. El documento señala que las 113 personas que viven acá, tienen actualmente su «reproducción física y cultural» amenazada por el proyecto de las hidroeléctricas.
Y concluye que «el reconocimiento de la área Sawré Muybu por parte del estado, es imprescindible para dar seguridad jurídica a los indígenas y garantizar que sus derechos sean respetados”.
Conozca mas, lea el documento completo.
El informe es sensible porque la demarcación del área Sawré Muybu puede inviabilizar un proyecto estratégico para el gobierno federal: la hidroeléctrica de São Luiz do Tapajós, que está proyectada como la tercera más grande del país con presupuesto previsto de 30 mil millones de reales y una potencia de 8.040 megavatios.
El problema es que el proyecto prevé la inundación de parte significativa de las tierras indígenas de Sawré Muybu, imposibilitando la vida humana en ese lugar. Como solución, estudios recientes realizados por la planta sugirieron que los Munduruku sean removidos de la zona. En respuesta, la Funai señaló que esta propuesta es inconstitucional y recomendó la suspensión de la licencia de la hidroeléctrica, conforme documento interno del 25 de septiembre al que Agencia Pública tuvo acceso.
La remoción de los indígenas está prohibida por el artículo 231 de la Constitución. En defensa de la planta, el gobierno utiliza la falta de demarcación como argumento para afirmar que la tierra Sawré Muybu nunca fue oficialmente reconocido como de los Munduruku. Lo que despierta la ira de los guerreros y caciques de toda la cuenca del Tapajós.
Puerta de entrada del mundo
Uno de los grupos étnicos más numerosos en Brasil, el pueblo Munduruku consta de más de 13.000 hombres, mujeres y niños que viven en las márgenes de los 850 km de río Tapajós y sus afluentes. La mayor parte de las aldeas [al realizarse el proyecto de las hidroeléctricas] van a sentir su impacto en la región. Siete hidroeléctrica están previstas a ser construidas en la cuenca, además de otros dos ya están siendo construidas en el río Teles Pires, afluente del Tapajós, en la frontera con Mato Grosso. Uno de los cambios esperados es la caída del número de peces y de la caza – elementos esenciales para la supervivencia de este pueblo.Por eso, a lo largo de todo el rio, hay caciques y guerreros movilizados contra las plantas hidroeléctricas. También hay grupos a su favor, formadas por una minoría que vive en las ciudades.
Preocupados por los impactos en su territorio como un conjunto, los indios Munduruku pobladores de diferentes trechos de la cuenca se reunieron y eligieron Sawré Muybu como un hito a ser defendido. Además de las familias que viven ahí, esta tierra es guarda el sitio sagrado de Daje KAPAP ‘EIPI, considerado sagrado por ser el lugar de nacimiento de los primeros Munduruku, de sus animales y del río Tapajós. Dada su importancia espiritual y el contexto del conflicto político, el lugar es una especia de ciudad sagrada, semejante a una Jerusalén Munduruku.
«Esta es la puerta de entrada de nuestro territorio, nosotros venimos a proteger la tierra para nuestros hijos y nietos, para el futuro «, dice Saw Rexatpu, guerrero e historiador Munduruku, al final de un día de trabajo en la brecha que están marcando como auto-demarcación. «Nuestros bisabuelos murieron luchando aquí y nosotros vamos por ese mismo camino. Si muero aquí, les dejo mi historia». Él viajó tres días para responder a la llamada de Juarez Saw Munduruku, el cacique de la aldea Sawré Muybu.
Pero ¿si la estrategia no sale bien y el gobierno les ordena salir? «Nosotros no salimos”, responde el cacique sin alterar la tranquilidad de su rostro. ¿Y si la policía los saca por la fuerza? «Será el fin de nuestro mundo, porque de aquí solo salimos muertos”.
Si la Funai no demarca nuestra tierra, lo haremos nosotros
El proyecto de las hidroeléctricas unió a los Munduruku con los ribereños que también temen sufrir su impacto. En la picada de la selva para marcar una contención, la alianza fue sellada con la ayuda fundamental de Francisco Firmino Silva, Chico Catitu, un sabio montañés de la comunidad Montaña Mangabal. Él es el primero en meterse en la selva, y va dejando marcas, para que los Munduruku sepan por dónde deben abrir la brecha. Su técnica de baquiano de la selva, se combinó con las orientaciones del geógrafo Mauricio Torres y el historiador Felipe García, ambos técnicos voluntarios que saben manejar el dispositivo GPS. Como referencia en la picada, el grupo sigue las coordenadas exactas del mapa de demarcación elaborado por la Funai y parado [hasta ahora] en Brasilia.
Separando el carácter oficial, hay pocas diferencias entre el trabajo de este equipo y el de una demarcación oficial. Lo que marca la diferencia entre el trabajo de ambos, es la ausencia de las mínimas condiciones de seguridad. Sin el sello y respaldo del gobierno, hay muchos riesgos en la ruta del equipo auto-demarcación.
El equipo de Pública vio un árbol de unos cinco metros de diámetro y de más de treinta metros de altura caído en el bosque. Junto al tronco aserrado, un pequeño sendero indica la ruta de la madera. Una semana antes, en otra parte de la picada, los Munduruku estuvieron rodeados por las motos y camiones de un grupo de madereros. Días más tarde, se acercaron a un grupo de 300 garimpeiros (buscadores de metales y piedras preciosas) que extraían diamantes en diamantes dentro de la tierra indígena. Advertidos sobre la auto-demarcación, los buscadores dijeron que sólo saldrían de ahí, si la demarcación fuera oficial.
Los Munduruku ya resistieron muchas etapas de presión sobre su territorio y modo de vida. En el siglo 20, fueron los grupos y organizaciones misioneras. Intentaron sin éxito detener la transmisión de su lengua materna y tradiciones de vida. Entre los años 40 y 60, el Servicio de Protección al Indio [institución gubernamental de época] instaló una estación de extracción de caucho en la tierra Munduruku, en un infructuoso intento de convertirlos en soldados del caucho. Más recientemente, la amenaza viene de la invasión de madereros y mineros artesanales. En el presente, se suma a todo lo anterior, la hidroeléctrica.
Al marcar el bosque, indígenas y ribereños materializan la frontera física de una disputa entablada hace más de dos años en los tribunales de justicia. Semejante a la guerra jurídica que marcó el licenciamiento de Belo Monte (PA), el Ministerio Público Federal ha presentado ocho acciones legales para exigir que las obras en Tapajós respeten los derechos de las poblaciones locales.
La diferencia en este caso puede consistir en el aprendizaje logrado en el río Xingú. Después de ayudar a ocupar el plantel de obras de Belo Monte, en mayo de 2013, los Munduruku comenzaron a observar la forma en que sus hermanos indígenas de allá, han negociado con los empresarios de la planta: cambiando los daños en la pesca, la caza y el cultivo, por canastas básicas, camionetas de carga y otros bienes ofrecidos como compensación por las pérdidas. El actual estado de dependencia financiera de las aldeas cercanas a Belo Montees una lección que asusta a los indígenas del Tapajós.
La vida en la aldea Sawré Muybu tiene ahora dos turnos. Entre las actividades de la auto-demarcación y reuniones, el jefe y los guerreros, aprovechan el tiempo para plantar y cultivar, mandioca y calabaza. Ellos necesitan conciliar la rutina de la aldea, con el seguimiento de los movimientos del gobierno y del poder judicial. Sienten el impacto de las derrotas legales, celebran las victorias, pero no paran de articular sus propios frentes de defensa.
La auto-demarcación comenzó después de una tensa discusión con la ex presidenta interina de la Funai, María Augusta Assirati. En una reunión filmada por los indios en septiembre, Maria Augusta admitió que las plantas son el principal impedimento para la demarcación de Sawré Muybu. «Creo que esta tierra indígena debería haber estado demarcada, el informe debería haber sido publicado, pero eso no depende de la voluntad de una sola institución».
Al escuchar [a la funcionaria] ponderar la importancia del proyecto hidroeléctrico, el portavoz indígena Roseninho Saw Munduruku pidió su renuncia: «En mi mente, si Ud. no quieres trabajar en Funai, debería entregar el puesto. Usted no tiene ningún interés en la defensa de nuestra causa». María Augusta lloró y aseguró de que sólo permanecía en su cargo porque creía ser posible revertir este caso. Nueve días después, ella dejó de la presidencia de la Funai.
Funai admite: interesse hidrelétrico compremete demarcação de Território Indígena from mdk on Vimeo.
Roseninho dice que no le gusta la responsabilidad de representar al grupo fuera de la aldea: es él quien más siente los golpes de la guerra judicial. Eso fue lo que sucedió a principios de noviembre, en una reunión con el procurador federal Luís de Camões Lima Boaventura. El procurador es una de las voces más fuertes de la defensa de los Munduruku en el poder judicial, ha sido incluso condecorado guerrero en un ritual. Pero, en aquel día, él tenía una noticia difícil para dar.
Después de conseguir una orden judicial federal para que la Funai publicara el informe de la Sawré Muybu, él supo que la Abogacía General de la Unión había derribado la decisión en Brasilia. Es decir, la Funai seguiría libre para sentarse arriba de la demarcación [Ignorándola].
La noticia fue transmitida en tono severo por el procurador, mientras que Roseninho y otros líderes se quedaron atónitos. Durante largos minutos, los Munduruku no articularon una reacción. Camões intentó levantar el estado de ánimo: «¡usted no va perder la voz ahora, o es así?» Pero el portavoz sólo fue capaz de verbalizar el silencio: «No tengo palabras».
Al día siguiente, Roseninho desembarcó decaído en el puerto de Itaituba, ciudad más cercana a la aldea. Habló entre lágrimas, en uno de sus pocos desahogos: «¿Cómo voy a llevar esta derrota a mi pueblo? ¿Cómo le digo eso al cacique? «. Cansado de la ingrata comunicación entre indios y no indios, él conoce bien los límites de esta conversación y nos dio una advertencia: «¿Qué quieren preguntar? ¿Quieren saber la historia Munduruku? Yo puedo contar: el perro es el hombre, la mujer es el pez. ¿Díganme cómo van a entender esto? Por eso les digo: ustedes nunca sabrán”.
El pueblo jabuti
A pesar de la agitación en la aldea por las discusiones sobre la hidroeléctrica, los Munduruku de la Sawré Muybu mantienen la rutina de conexión íntima con la tierra. En la mañana, las mujeres barren sus casas, que tienen pisos de barro, paredes de madera llenas de grietas y techo de hojas de palma de babasú. Pollos y perros comen rápidamente lo que fue barrido. Casi no hay basura no orgánica. Los adultos cuidan los cultivos, pescan y cazan. El agua es sacado de un igarapé (estrechos brazos de ríos que corren en la cuenta amazónica) cristalino que baña la aldea. Al salir de la escuela, los niños corren de un lado al otro y comen frutas del pie. El único disgusto que presenciamos fue el respeto del baño: «¡Mamá sólo me deja bañarme tres veces al día!», se quejó un niño, que ya había sobrepasado la cuota en un día de calor y sol. Minutos más tarde, él se tiró en el agua helada del igarapé con una sonrisa de oreja a oreja.
El menú es siempre una sorpresa. Sólo se descubre cuando vuelven los pescadores y cazadores. Adolescentes limpian la carne y separan una porción por familia. En cada día que el equipo de reportaje estaba en la aldea, hubo una carne diferente: armadillo, jabuti, venado y los sabrosos cerdos de monte conocidos como «caititu” y «porcão”. La variedad de peces fue tanta que perdimos la cuenta.
Es difícil imaginar cómo será la supervivencia de esta población en un ambiente con poca oferta de caza y pescado.
Entre todas las incertidumbres traídas por las hidroeléctricas, el mayor miedo es lo de ser desplazados a la ciudad. «Nosotros no sabremos vivir como ustedes», explica Aldira Akai Munduruku. «Vivimos siempre en el bosque, cazando, pescando. En la ciudad la gente depende del dinero. Si no hubiera, no comeríamos». Embarazada de cinco meses y madre de una niña de 2 años de edad, Aldira guarda el recuerdo del hambre de los años en que vivió en la ciudad de Jacareacanga cuando niña.
También están presentes las historias de guerras del pasado. En la segunda mitad del siglo 18, fueron tantos los ataques a campamentos portugueses, que despertaron la reacción de los agentes coloniales, uno de los afluentes del río Tapajós, fue bautizado con el nombre de río de las Tropas. Desde esa época, ellos tienen la fama de «cazadores de cabezas». Como el nombre indica, ellos cortaban el cuello del enemigo abatido y, después de un proceso de momificación, metían la cabeza en una lanza, que era clavada en las fronteras de su territorio. La práctica fue abandonada hace más de un siglo, pero los Munduruku evocan su poder simbólico al pintar esta imagen en las placas de auto-demarcación.
Aunque defiendan su territorio, no les gusta el rótulo de violentos. «Los Munduruku son pacíficos. Pero, cuando tocan sus heridas, entonces se ponen furiosos», dice Deusiano Saw Munduruku, profesor en la escuela de Sawré Muybu. El nombre del movimiento de resistencia a las hidroeléctricas es Ipêreg Ayû, que significa «el pueblo que sabe cómo defenderse». Roseninho explica: «el gobierno dice que nosotros somos amenazadores. Pero nosotros es que estamos siendo amenazados».
Operaciones policiales llevan a una muerte
En la historia reciente de las tensiones entre guerreros Munduruku y fuerzas armadas del Estado brasileño, los hechos más violentos no partieron de los indígenas, sino del Estado.
Las aldeas de los Teles Pires se involucraron todavía más en la resistencia a las hidroeléctricas tras una trágica operación de la Policía Federal. En noviembre de 2012, Adenilson Kirixi Munduruku fue asesinado con un balazo en la nuca que salió del arma del delegado Antonio Carlos Moriel Sanches. Según denuncia del Ministerio Público Federal, los Munduruku argumentaban con el delegado para que él no destruyera una balsa artesanal cuando un indígena habría empujado con a su brazo. El delegado caído al río y, entonces, disparó primero en las piernas y luego en la nuca de Adenilson. El MPF denunció al delegado por homicidio, pero fue absuelto.
«Allí fue la señal: el gobierno está viniendo guerrear con los Munduruku», dice Maria Leusa Cosme Kaba Munduruku, representante de las mujeres en el movimiento Iperêg Ayû. Ella quedó asustada con el modo como la policía reaccionó después de los primeros disparos. Según la procuradora federal Janaína Andrade, los policías fueron agresivos al inmovilizar mujeres y ancianos, causando lesiones graves. «Un señor tuvo hasta fractura. Al final, ellos recogieron las cápsulas y llevaron 17 indígenas presos, incluso a niños», afirma la procuradora. En videos grabados por los Munduruku, es posible ver a la policía disparando dentro de la aldea, en una zona rodeada por mujeres y niños. Al día siguiente, los indígenas también registraran el momento en que la aldea llora al encontrar el cuerpo de Adenilson.
Menos de un año más tarde, los Munduruku tuvieron otro encuentro traumático con la policía. En marzo de 2013, los indígenas de Sawré Muybu encontraron biólogos haciendo el estudio de impacto ambiental para São Luiz do Tapajós dentro de la tierra indígena. Como no habían sido consultados o siquiera informados acerca de la entrada del equipo, los Munduruku expulsaron el grupo. La reacción del gobierno fue desproporcional. «La policía bajó aquí con helicóptero, dos barcos grandes y cuarenta motores de popa [barcos pequeños]”, dice el cacique Juarez. Según nota del Palacio del Planalto, la flota de la Fuerza Nacional de Seguridad fue enviada para «garantizar el apoyo logístico y la seguridad» de los investigadores.
La Expedición Tapajós, como el gobierno bautizó la operación policial, duró un mes. Los jóvenes todavía recuerdan el ruido de los helicópteros sobrevolando la aldea. Los padres, asustados, encerraron a los niños en casa. Las actividades de caza tuvieron que ser suspendidas. Pescar, sólo en las orillas de la aldea. «Parecía que ellos estaban esperando que hiciéramos algo errado para atacar. Recordaba mucho lo que pasó en el Teles Pires, decidimos quedar quietos» recuerda el cacique Juárez. «Era como estar detenido en la aldea».
Al recibir las evidencias que los Munduruku estaban sufriendo intimidación militar dentro de su tierra, la justicia federal suspendió la licencia de la hidroeléctrica. La decisión, publicada en abril de 2013, fue en respuesta a una acción del Ministerio Público Federal que tramitaba desde septiembre de 2012. El MPF ya había solicitado la interrupción de las obras por dos fallas en el proceso de concesión de licencias: la ausencia de consulta previa a los indígenas y ribereños y la ausencia de Evaluación Ambiental Integrada, estudio que mide los impactos del conjunto de las hidroeléctricas en la región.
Diez días después, la liminar fue derribada y la Expedición Tapajós siguió su curso. Para eso, el gobierno activó el mecanismo de la Suspensión de Seguridad, la misma que garantizó el avance de la hidroeléctrica de Belo Monte. Atropellando el trámite normal de la justicia, este mecanismo acciona directamente el Supremo Tribunal de Justicia (STJ) con el argumento de que la detención de la hidroeléctrica genera «grave daño a la orden, salud, seguridad y economía públicas».
Para el gobierno, licencia ambiental es sólo una etapa a ser vencida, dice procurador
Aunque permitiendo la continuación de la concesión de licencias, el STJ mantuvo la exigencia de consulta previa. El argumento se basa en la Convención 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), de la cual Brasil es signatario, y que establece el derecho de las comunidades tradicionales de ser escuchadas. A pesar de la obligación de escuchar, no quedó claro lo cuánto el habla de los munduruku y ribereños se tomarán en cuenta dentro de la concesión de licencias. En tesis, en esa etapa el emprendimiento debe ser votado y, en el caso de los impactos más graves, reelaborados. En teoría, el Ibama puede, incluso, decidir por la inviabilidad de la obra.
Pero el Ministerio de Minas y Energía ya ha señalado que la práctica es otra. En septiembre de ese año, el órgano anunció la fecha para la subasta de la hidroeléctrica São Luiz do Tapajós antes, incluso, que la Funai expresara su opinión sobre el Estudio del Componente Indígena – el levantamiento de los impactos para estas poblaciones. El parecer del órgano indigenista es parte imprescindible del proceso anterior a la subasta.
«¿Cómo pueden anticipar esta etapa? ¿El gobierno estaría previendo que el Ibama dará «ok” al emprendimiento antes de siquiera verificar los estudios?» cuestiona el procurador Boaventura. «Parece que, para el gobierno, la licencia ambiental es sólo una etapa a ser vencida». Después que esta distorsión fue denunciada por el jornal O Globo, fue suspendida la subasta.
Durante diez días, el equipo de reportaje de Pública intentó contactar con los organismos vinculados al gobierno e hidroeléctrica. El IBAMA, Aneel y el Grupo de Estudio dijeron que no hablan sobre licencias en curso. La Funai y la Empresa de Pesquisa Energética (EPE) alegaron falta de agenda. La Secretaría General de la Presidencia no atendió las solicitudes del equipo de reportaje.
«No renunciaremos a construir Tapajós»
En la segunda semana de noviembre, mientras los munduruku se preparaban para las primeras reuniones de la consulta, recibieron un balde de agua fría del Ministro Gilberto Carvalho, jefe de la Secretaría General de la Presidencia. Enentrevista a la BBC, Carvalho declaró que nada de lo que los indígenas digan impedirá la construcción de la hidroeléctrica: «La consulta no es deliberante. Ella debe hacerse para satisfacer demandas, disminuir impactos. Pero, no renunciaremos a construir [la hidroeléctrica] Tapajós”.
La entrevista fue traducida para el Munduruku durante reunión en la aldea Sawré Muybu, aquella que la hidroeléctrica inundará. Fue uno de los pocos momentos en que hemos sido capaces de entender lo que se decía, puesto que las palabras «ministro» y «diablo» al parecer no tienen traducción para el Munduruku.
Una semana después, cuarenta hombres y mujeres Munduruku marchaban en silencio hacia la Funai de Itaituba. A tres cuadras de la oficina, un guerrero hizo señas con su brazo, con lo cual todos se quitaron la camisa. Los trazos del jabuti habían sido reforzados y ahora daban la vuelta completa alrededor de los troncos y brazos.
El grupo entró en la Funai y confiscó las llaves de las puertas y de los carros, exigiendo la publicación del informe de la demarcación. «Queremos que Brasilia demarque pronto nuestra tierra, nosotros sabemos cuidar de ella mejor que el Ibama o ICMBio» dijo el cacique Juarez en referencia a las reuniones con los madereros y mineros. Tras siete horas de negociaciones, todo lo que consiguieron fue acordar a reunión con el nuevo presidente interino de la Funai, Flávio Chiarelli Azevedo, para dentro ocho días. «¿Para oír las mismas cosas de siempre?» cuestionó Juárez. «No vamos». El grupo pronto se dio cuenta de que el gobierno no estaba muy preocupado por la ocupación de la Funai de Itaituba y decidió regresar a la aldea.
A pesar de los riesgos de confronto, volvieron a la auto-demarcación. La etapa final será expulsar a los madereros y mineros, lo que ya ha sido realizado por aldeas del río de las Tropas. Sin las respuestas que necesitan del Estado, los munduruku concluyen que les queda a ellos defender su territorio.
Cualquiera que sea el invasor.
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