Bolivia. La marginalidad de Víctor Hugo Viscarra
La obra de Víctor Hugo Viscarra es muy pequeña, pero extensa en mostrar el desamparo del hombre moderno, hace una radiografía de la ciudad de La Paz – Bolivia mostrándonos sus calles, sus bares, sus crímenes, sus secretos y esa mística encerrada en su frío, prácticamente congelada en sus recuerdos.
Son seis pequeños textos con cuentos cortitos, «Coba: lenguaje secreto del hampa boliviano» (1981), «Relatos de Víctor Hugo» (1996), «Alcoholatum y otros drinks – Crónicas para gatos y pelagatos» (2001), «Borracho estaba pero me acuerdo — Memorias de Víctor Hugo» (2002), «Avisos necrológicos» (2005), «Ch’aqui fulero – Los cuadernos perdidos de Víctor Hugo Viscarra» (2007, póstumo).
Viscarra nos relata la marginalidad de La Paz, la muchedumbre solitaria, fuera de la racionalidad citadina, la embriaguez y esa falta de claridad a la que llamamos el “ch’aquí”, hay un dicho “el ch’aquí es un estado de gracia” pero puede convertirse en ideas oscuras. Por eso su literatura llegó a un público con un nivel de cultura diferente, un escritor debe colocar su obra a un lenguaje metafórico adecuado, Viscarra escribe desde su cotidianidad y sin pelos en la lengua, por es su primer texto es Coba: lenguaje secreto del hampa boliviano».
De pronto se convierte en una especie de Oliver Twist del genio novelista Charles Dickens en la manera de detallar la atmósfera social, de salir de su casa y convertirse en un niño huérfano pero valerse por sí mismo. Marx decía que en sus libros se proclaman más verdades que en todos los discursos de los políticos y los moralistas de su época juntos.
En “La muerte de Ivan Ilyitch” de León Tolstói nos recuerda que todos los seres humanos hasta los más productivos están destinados a la muerte y que en su lecho de muerte él tomó conciencia de su vida y sus potencialidades desperdiciadas. Algo así es lo que le pasa a Victor, al final del camino nos dejó un legado de la marginalidad paceña mostrando una fracción de su potencialidad que fue el desarrollo a lo largo de toda su existencia.
Los cuentos de Víctor Hugo Viscarra narran su propia existencia, lo consciente e inconsciente de su realidad, donde no existe una línea divisoria entre su niñez y su adultez, el mismo narra “Nací viejo, mi vida ha sido un tránsito brusco de la niñez a la vejez, sin términos medios. No tuve tiempo de ser niño. Hay una pelota nuevita, guardada en algún rincón de mis recuerdos. Lo más lógico ha de ser que yo sea un verdadero niño cuando me llegue la vejez. Para ella, es cierto, uno tiene tiempo de sobra. Presumo que ha de ser a los cuarenta y nueve años, pues si llego a los cincuenta me suicido. Nacionalizó una pistola y me pegó un tiro”.
Tampoco hay una línea divisora entre la lucidez y la embriaguez, no existen las barreras psicológicas y sociales entre el pensamiento y la acción, es precisamente donde se construye el mundo mítico de la subalternidad donde hombres y mujeres son realmente iguales, y cuando están en pie de la igualdad simplemente tienen para compartir su mera humanidad.
Hay momentos desesperados en la vida de una sociedad, momentos desesperados en la ciudad de La Paz, “la tiranía de los impotentes” que persiste hasta hoy, en el marxismo se llama lucha de clases, que es una tensión necesaria e inevitable entre la vida y la muerte. Viscarra se vuelve inmoral al mostrarnos habitantes dentro de su propio margen, personas con su propia subjetividad dentro de su identidad y que está fuera de ellos, un escritor que viaja por muchas generaciones.