¿Así es la democracia en Colombia?
A solo días de las elecciones presidenciales, se observa la tradicional maquinaria corrupta de los candidatos a la presidencia, especialmente de aquellos que pertenecen a los partidos políticos de derecha y extrema derecha, sus alianzas, apariencias y las maneras de actuar en la campaña y en la sociedad, con las que engañan y han engañado.
Sus apariencias de democracia llevan a vociferar por la defensa del voto a conciencia como única posibilidad de participación, se enorgullecen por gobernar mal, y se creen los salvadores de una legítima democracia, cuando en realidad llevan una máscara hecha de corrupción, mentira, mermelada, desaparición, muertes y guerras. Se dicen llamar diferentes, pero sus actos y desarrollos políticos, ideológicos y económicos van de la mano. Son y siempre han sido los mismos, esos que han hecho de Colombia un país ignorante, desigual, indiferente, patriarcal, sin participación de la sociedad y, por ende, sin democracia.
Para ellos, las y los colombianos solo deben votar por los mismos. No reconocen otra manera de construir democracia, pues trabajar por la defensa de los derechos humanos y el medio ambiente es una “amenaza” o “peligro” para sus ideales. Tildan y estigmatizan al sujeto político hasta hacerlo desaparecer. ¿Cuántos líderes y lideresas sociales no han muerto en el eufemismo de la paz? Así es, sus lógicas guerreristas son la tan mal llamada “defensa por la democracia”.
Y qué decir de la compra de votos o de la histórica mermelada que han realizado durante años los gobiernos de turno, y no precisamente desde hace ochos años. Se usa desde mucho antes del gobierno de Juan Manuel Santos. «Democracia” es comprar un voto a $50.000; democracia es amenazar a los trabajadores públicos y contratistas para llenar una plaza con cierta cantidad de acompañantes o si no posiblemente serán echados de sus trabajos, aprovechándose de las necesidades económicas del ciudadano para comprar el “voto a conciencia” con la excusa de agradecer “favores” por haberles conseguido un trabajo, cuando el Estado por obligación debe ofrecer puestos a la ciudadanía sin ninguna remuneración política o de interés personal.
Dicen enfrentar la corrupción, pero son el mejor ejemplo de política corrupta. Quieren meter en los ojos de los colombianos la cultura del engaño, robo y deshonestidad.
Si estos próceres llenan una plaza pública no es precisamente porque la gente legitime su actuar en el gobierno. De por sí, la gente manifiesta estar cansada de lo mismo, pero les toca ir, pues es posible que llamen lista de asistencia y cada vez que llamen tienen que estar con diez personas más, jugando con la necesidad y el trabajo digno. Si llenan una plaza pública es porque han impuesto el miedo, a través de mentiras y amenazas. No se salvan de la maquinaria falsa de las elecciones y de la compra de votos, llevan en sus mandatos sangre y falacias. Se destacan por aprovecharse de la ignorancia que ellos mismos han promovido.
En estas elecciones es curioso escuchar que la gente no va a votar por los mismos, pero les toca disimular sea por miedo a no perder su trabajo, vivienda o familia, y puede ser que ese silencio dé un resultado para la esperanza, si es que la maquinaria política deja, porque es bueno citar: “El que escruta es el que elije”. La historia de Colombia nos lo ha mostrado. Por eso lo institucional pasa a segundo plano. Lo importante acá es seguir juzgando la politiquería barata y desde ahí construir soberanía, participación y empoderamiento del pueblo en el quehacer del poder popular.
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