Arranca la campaña electoral en Andalucía con la incertidumbre de la entrada del fascismo en el Parlamento
Lo de siempre. Pegada de tres (literal) carteles para que las cámaras de fotos y televisión capten el momento, los fieles y candidatos en el entorno frío de la noche y primeras declaraciones de los/las cabezas de lista. El protocolo típico tópico del inicio de toda campaña electoral.
El PSOE aspira a superar los cuarenta años de gobierno (que se dice pronto) pese a que las cifras de la región ubican a Andalucía a la cola de casi todos los parámetros, y la derecha clásica de toda la vida (con y sin hábitos modernos), que representa PP y C´s que se repartirán los mismos votos de siempre en ese sector. Izquierda Unida y Podemos suman afinidades con la promesa de no entrar en el gobierno de Susana Díaz pero sí de facilitar que gobierne (¡¡??) con el todopoderoso, repetido y aburrido argumento de impedir que lo haga la derecha. Abriendo una ya poco interesante y sí muy vieja reflexión sobre qué es el PSOE, quizás para ocultar que se trata de una nueva derecha con papel de celofán y perfume para confundir ingenuos.
La triste novedad radica en la posibilidad de que la extrema derecha, el fascismo, pueda superar el listón de votos necesarios para entrar en el Parlamento. Sus mitines están siendo muy numerosos y el desencanto por la derecha con el PP encuentra en Vox el mejunje perfecto: “España, toros, españoles, propiedad, España, xenofobia y españoles”. No les hace falta más para crecer. De sacar algún diputado será el adelanto de cientos de concejales en todo el país en el mes de mayo, y la constatación de que el fascismo crece sino se le combate.