Aristócrata imaginario
Por José Luis Merino
Mantuve un encuentro con el escritor argentino Manuel Mujica Lainez. Le propuse una entrevista. Accedió. Le pregunté de entrada: “¿Cómo se explica la creación del mundo sin diccionario?” Me miró sorprendido. “Fíjese usted qué pregunta más absurda”. Tras un breve silencio, decidió contestar: “Pues no se explica”.
El resto de mis preguntas rondaban la misma sintonía. El escritor me miraba con los ojos muy abiertos y la boca dibujando un oh de máximo asombro, en tanto contestaba como podía. Por momentos, a mi interlocutor todas las preguntas le parecieron absurdas. Contestaba sin contestar. De pronto, se olvidó de mí, para acordarse de él. Dijo saber quién había sido en otras vidas con claridad absoluta. Y añadió: “entre otras cosas he sido el duque de Bomarzo”. “Cuando yo estuve en Bomarzo, en 1958, por única vez en mi vida, tuve la impresión de haber estado antes allá”. “Fui guía de quienes me acompañaban; yo sé que he estado allí”.
De vuelta a la realidad, aseguró haber estado al margen de grupos o capillas literarias. Su vida y su escritura las vivió con altivez. Se sentía distinto; descreía de las masas y del ruido que hacían. Se acercó a la Edad Media para escribir la novela El Unicornio y al Renacimiento para tejer su libro más completo, que lo tituló Bomarzo. Luego pasó al canto de su Buenos Aires, desde su fundación hasta la época actual.
Quiero entender el aristocrático impudor de Mujica Lainez. Él creía habérselo ganado a través de la prosa que hizo posible Bomarzo. Con tamaña aventura literaria, su prosa buscaba acercarse al esplendoroso fulgor del diamante.
Concluida la novela, para el argentino aquella prosa, su prosa, era el equivalente al más bello y luminoso diamante entre los diamantes.
[El autor de Bomarzo nació en 1910 y murió en 1984]