Argentina. Un presidente enfermo
Sólo hace falta escucharlo. Eso, y nada más. Sin exámenes médicos ni psiquiátricos, sólo escucharlo, tan sólo eso para darse cuenta de que Macri está enfermo. El paciente está complicado, y ante eso hay que admitirlo; su nervio de la Sensibilidad, su órgano de la Empatía, su facultad de Percibir la Realidad, todo está afectado gravemente por el cinismo. El diagnóstico, pese a lo delicada de la situación, fue sencillo, y tiene que ver con que el paciente Macri, básicamente, desde hace tres años, vive en una «realidad paralela».
Ahí donde todxs vemos represión para acallar las disidencias y el no alineamiento a las políticas de ajuste y austeridad; ahí -el paciente- ve un país donde se “promueve la pluralidad de voces”. Y ahí donde vemos pibes fusilados por la espalda, linchamientos «por las dudas», encubrimiento y avales a las Fuerzas de Seguridad para matar sin perjuicios (ni prejuicios); ahí -el paciente- ve «más seguridad para los argentinos».
En su afán por negar la dolencia, por hacernos creer que no tiene nada, por estirar la agonía, el paciente, enfermo de un futuro que nunca va a llegar, sigue enfermando a un país entero con sus disparatados (y desubicados) discursos, que narran -como si fueran fábulas- realidades paralelas. Ese país que demorará años en recuperarse de esta enfermedad llamada macrismo.
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