Mario Pettorossi, argentina

Argentina. Mario Pettorossi: ¿por qué carajo te fuiste, troesma querido?

Por Oscar Castelnovo

Ingresé al Club Méndele -a mi primer Taller Literario- y el Troesma Mario Pettorossi estaba rodeado de jóvenes de la Federación Juvenil Comunista, con berretines de escritorxs, tenía 19 años y de entrada me gustó la participación femenina: Silvia Manzini y Mónica Maristain junto a Juan Grimberg, el Tano Suppa, Daniel Forte, Rubén Palubne y Víctor País, entre otros. Prima facie, me impactó un poema de Mónica que a sus 16 años lanzó: “Los caballos furiosos de tu hombría se arrodillan sedientos a mis pies”. Cómo me habrá pegado que lo recuerdo, sin esfuerzos cinco décadas después. ¡A la mierda!, dije, esta pendeja va a llegar lejos y no solo en literatura. Y llegó, ya tiene muchos libros publicados y varios corazones rotos en México y otras latitudes. Por su parte, Juan Grimberg, el mejor de nosotros, siempre venía con textos raros y brillantes. Aún hoy somos entrañables amigos. Y Mario era el director técnico de todo el grupo.

Mario me ayudó a superar mi complejo de haber leído solo a El Tony, D’Artagnan, Intévalo, Isidoro Cañones, Patoruzito y esas cosas típicas de pibes “gronchos”, según decían. Ah, y un solo libro Papillón, a los 16. Él era un maestro en generar confianza en uno mismo. Por él conocí a Abelardo Castillo, el mejor cuentista argentino. El primer cuento de Castillo que devoramos fue “La madre de Ernesto”, cuentazo que releo de tanto en tanto. Luego me recomendó la novela “Crimen y castigo”, de Fiódor Dostoyevski, libro que no dejaba ni para cruzar la calle, comer o sentarme en el trono. “Vos tenés mucha facha, Oscar, pero vas a tener más minas con mayor lectura”, exageró una vez. Y así, fui creciendo, yo le agradecí a Mario por sus aportes literarios, pero omití decirle que también exacerbaron mi confianza en el plano específico, porque por entonces no había ningún otro objetivo superior en todos los horizontes del Universo que las tibiezas de mujer. Ninguno. Maestro, si supieras de posta todo lo que te debo. ¿Por qué carajo te habrás muerto? ¿Decime por qué te fuiste, Troesma?

PALABRAS DE MÓNICA MARISTAIN

Mario Antonio Pettorossi fue y es todavía el maestro de mis primeros libros. Además, el hombre al que siempre lo usé como modelo. Tenía una novia preciosa, que ahora no recuerdo como se llama y luego no la tuvo más. Ese empezar a pensar que las relaciones se rompen. Estoy en México, hace ya 25 años, no me acuerdo de nombres, a veces, hay otros momentos que todos vienen de golpe. Mi hermana Laura dijo que se encontró con Juan Grinberg la semana pasada en Córdoba. Que no lo saludó, porque era tímida, pero que luego le escribió. Ese saludo frustrado es el que identifica su presencia y sin embargo cómo recuerdo todo: su padre, su madre, su casa, sus hermanos, su militancia, su afecto siempre a mano. Juan Grinberg, mi amigo. Como Oscar Castelnovo, ¿sabés que en México Óscar se escribe con acento? Muchos años para poner el acento en un nombre fuerte y al mismo tiempo pensar que teníamos berretines de escritores, cuando después de 40 años, todavía seguimos teniendo berretines de escritores.

Pienso en Sylvia, en ella, con su hermana actriz, con su madre bellísima, con sus sueños siempre comandando. Todos ellos éramos cobijados por Mario. Aun en la distancia, con la vejez encima, todos nos sentíamos protegidos por él. No sólo eran libros los que nos decía de dónde agarrarnos. Eran los contenidos de los libros: él los había leído todos. Ahora la manta ya no está. Desprotegidos otra vez estamos. Y sin Mario.

GITANILLA: LA PRIMERA EN EL DOLOR

Su pareja de los últimos años, “la gitanilla” Estrella Brites, aún no cae en lo que sucedió la tarde del 29 de enero de 2025, y solo pudo expresar en tono flamenco “mueren cuatro años en un instante, así como un segundo en un momento fugaz. Los últimos serán los primeros, así como yo, que fui primera en el dolor. Cuánto dolor”.

MELINA y MATÍAS

Mario se ensanchaba cuando hablaba de sus hijxs Melina (33) y Matías(32), refería al talento de Melina, a su responsabilidad y su belleza. De Matías elogiaba su intrepidez como electricista, que tenía gente a su cargo, de grandes obras, donde trepaba torres inmensas y recorría túneles peligrosos. Ella amaba a admiraba a su padre y sostuvo que “lo que recuerdo es que papá siempre sabía de todo, qué le mencionabas algo y él sabía la historia de eso y te la contaba y que de chica yo decía: “che, ¿esto lo estará inventando? ¿por qué cómo puede saber la historia de absolutamente todo? Pero así era, muy sabio e inteligente. También siempre me enorgullece saber que papá desde el principio de mis recuerdos fue una persona de valores, que defendía la libertad y la diversidad y se peleaba con cualquiera que fuese discriminador para defender a las personas. Por caso, papá odiaba a Mirtha Legrand, jajaja, la veía y empezaba a putearla porque se acordaba que dejó de hablarle a su hijo por ser gay. A Matías le quedó grabado un recuerdo, de una niñez que lo marcó “algunas veces con papá armamos barriletes con cañas partidas al medio, hilo y papel a tal efecto. Y con los retazos de tela de la abuela le armamos la cola y lo íbamos a remontar a Acceso y Uruguay”.

PALABRAS DE SYLVIA MANZINI

Mario fue mucho más que la mano que me llevo a la escritura; fue el hombre que me enseñó que las palabras no son solo herramientas, sino puentes hacia la libertad, el pensamiento y la expresión más sincera de lo que somos. Con él aprendí no solo las técnicas de la escritura, sino la valentía de poner el alma en cada palabra.  Pero no solo compartimos literatura. Durante más de 50 años de amistad, también compartimos la vida en todas sus dimensiones: las aventuras, el humor, los desafíos y hasta el mundo de los negocios. Siempre con su inteligencia aguda, su generosidad inmensa y esa capacidad única de ver el mundo con ojos críticos y al mismo tiempo llenos de asombro.

TEQUILA Y RESPUESTA

Mario, a partir de que me dejaste, me envuelve una áspera orfandad, me pregunto ¿adónde estarás? ¿adónde? Quien me va desasnar ante mis dudas filosóficas, ¿quién mitigará mi desasosiego, Maestro? Por qué te fuiste, justo ahora que escribí un aguafuerte para impresionar a la morocha del 4° “B”, que está más buena que el dulce de leche con faso paraguayo ¿quién ensanchará mi autoestima, ahora huérfana de padre? Vos sabés que yo hablo con mis muertos, te lo conté varias veces. Voy a comprar una botella de tequila para la ocasión especialísima, pero me vas a responder ¿por qué carajo te fuiste, Troesma querido?

Agencia Para la Libertad

 

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