Argentina. María Seoane Toimil. Una luchadora social asesinada por Videla
Otra de las tantas gallegas emigrantes que se comprometieron con el movimiento nacional y popular
María Seoane Toimil nació el 14 de diciembre de 1952 en una aldea de Galicia llamada Oleiros, perteneciente al Municipio de Silleda. Sus padres Manuel Seoane Tallón y Victorina Toimil Dobarro se dedicaban al trabajo rural, criaban gallinas, algunas vacas y cerdos. La familia Seoane Toimil tenía tres hijos María, Inés y Antonio. Después de nacer su último hijo, los padres de María deciden que ante la situación difícil por la que atravesaban en aquellos momentos lo mejor era emigrar. En aquella aldea la mayoría marchaba para Buenos Aires, allí los Seoane tenían familiares y todo iba a ser más fácil.
Su hermana, Inés Seoane, nos cuenta aspectos de su vida familiar:» Nuestro padres: Victoria y Manuel, labradores, llegaron con nosotras a estas tierras de América, como tantos otros, alentados por el deseo de progresar, iluminados con la luz de una nueva vida. El buque que nos trajo era enorme, se llamaba Yapeyú, el puerto era Buenos Aires y el año, 1957, María tenía 4 años.
Estudió en el Colegio de las Hermanas Canossianas, en la ciudad de Berisso, un pueblo de obreros y lleno de inmigrantes que habían conocido la guerra, las luchas y la resistencia.
Siempre fue una alumna brillante, pero sobre todo, una compañera muy querida y una amiga entrañable para los suyos. Allí se recibió de maestra y rápidamente este oficio la fue acercando a otras escuelas, a otros barrios, otras realidades y pobrezas.
En la Universidad Nacional de La Plata estudio la carrera de Psicología y se gradúo teniendo 22 años. Eran los 70 y en la calle y en las facultades se respiraba el aire fresco que traía la ilusión de un mundo nuevo, más justo, más digno…
María, (Maruja, para nosotros) tampoco pudo distraerse frente a esta invitación del futuro. Trabajó, hasta el día de su secuestro, en una empresa del Estado: Petroquímica General Mosconi, pero al mismo tiempo tenía una participación activa en trabajos barriales. Su sensibilidad frente a la pobreza y la exclusión social hizo que su pertenencia política a la agrupación Juventud Peronista, estuviese siempre orientada hacia la cuestión comunitaria.
Amaba leer (siempre lo hizo de maravillas…hasta parecía que había nacido sabiendo leer), le gustaba la epistemología, Los Beatles, Joan Báez, Federico García Lorca, Rosalía de Castro, Serrat…conversar con nosotros, estar con sus amigos y ver cine con su novio…quería a la vida y luchaba por la vida para todos.
O 24 de marzo de 1976 el general Videla al frente de las fuerzas armadas instaura una sangrienta dictadura que pone en práctica uno de los más atroces gobiernos de ultraderecha. La tortura más sostificada y perversa, el secuestro de estudiantes, obreros, y profesionales, sin distinción de sexo o edad fue el objetivo de los militares. En el botín de guerra todo cabía, hasta los niños nacidos en cautiverio.
“La secuestraron – señala Inés Seoane – el 12 de mayo de 1977 a las 2.00 de la madrugada unos hombres encapuchados y armados, llevándosela a empujones de nuestra casa de Berisso. La abuela Manuela, nuestros papás y nosotros, fuimos impotentes testigos de ese horror. Fue vista en el campo «La Cacha» por última vez en agosto de ese año. Hoy permanece desaparecida.»
El campo de concentración «La Cacha» estaba ubicado en las calles 195 entre 47 e 52 de la localidad de Olmos, Partido de La Plata. Funcionó en lo que fueran las antiguas instalaciones de L.S. Radio Provincia emisora del gobierno de la Provincia de Buenos Aires., la misma se encontraba colindante con las unidades penitenciarias Nº 1 y 8, a unos 300 metros de la Cárcel de Olmos, dependiente del Servicio Penitenciario Provincial (UPI) perteneciente al llamado «circuito Camps»,
El sanguinario Coronel Ramón Juan Camps señalo en una oportunidad: » » No desaparecieron personas sino subversivos»
En este campo como en la mayoría de los existentes bajo aquella dictadura se aplicaron las más bestiales torturas. Se les aplicaba picana eléctrica, con la victima desnuda, sobre un colchón húmedo, o un elástico de metal (denominado parrilla), atados y sobre las zonas más sensibles del cuerpo. También les aplicaban golpes de puño y con objetos como palos o bastones y puntapiés.. Todo esto entre amenazas, insultos y manoseos. Una de las torturas predilectas era el Submarino mojado que consistía en introducir la cabeza de la víctima en un balde de agua, hasta provocar un comienzo de asfixia, o seco: asfixia con bolsas de nylon o almohadones.. Entre las torturas psicológicas, era común obligar a escuchar los gritos de los torturados. Las torturas se repetían varias veces y se aplicaban en forma combinada. Cuando finalizaban los interrogatorios, los secuestrados era conducidos a habitaciones pequeñas, para dos o tres personas, o a salones más amplios, sujetos a ganchos en el piso, tirados sobre mantas o colchonetas, atados, encapuchados y escuchando los gritos de los prisioneros en la tortura.
Sus hermanos concluyen su testimonio diciendo: » Siempre la quisimos mucho, hoy todos la extrañamos tanto…» Inés y Antonio, sus hermanos.