Andreas Malm: «En Brasil y EE UU la industria fósil recurrió a partidos de extrema derecha para continuar su trabajo de lobby»
"El aumento de las temperatura y el de la extrema derecha forman dos amenazas cada día más acuciantes"
“Han negado el calentamiento global y se han posicionado como defensores de la industria fósil; aborrecen las turbinas eólicas, se oponen a los acuerdos climáticos y alimentan con teorías conspirativas su odio por los movimientos ecologistas». Esta constatación no es nueva: la relación de los partidos de extrema derecha con los problemas ecológicos es cuando menos… conflictiva. Pero más allá de estas obviedades, ¿qué han “ dicho, escrito y hecho” en relación a la ecología y el clima durante las últimas dos décadas? Para responder a esta pregunta, el Colectivo Zetkin, un grupo de investigadores, activistas y estudiantes formado en 2018 en Suecia, se sumergió no solo en los archivos históricos e intelectuales del fascismo, sino también en el universo teórico de sus herederos más recientes; desde Dinamarca hasta Brasil, pasando por Hungría.
Su libro Fascism fossil (editado en francés por La Fabrique) traza una genealogía muy completa de este complejo movimiento, a menudo contradictorio, pero que, más que nunca, es necesario aprehender. Porque, como ellos mismos escriben, «el aumento de las temperatura y el de la extrema derecha forman dos amenazas cada día más acuciantes». Entrevistamos a Andreas Malm, Lise Benoist y Bernadette Barth, que colaboran en el libro.
¿La reciente derrota de Donald Trump es una buena noticia para el clima?
Andreas Malm: Obviamente, que Trump haya sido expulsado de la Casa Blanca es una buena noticia, incluso si por el momento todavía se niega a admitir la derrota. [la entrevista data de nov del 2020]. Pero una de las conclusiones que también se pueden extraer de esta elección, y en el que además coinciden todos los observadores, es que la extrema derecha tal como la representa Donald Trump está lejos de haber desaparecido. No se trata de ver que recibiera solo el 15% de los votos …, sino de que el resultado fuera muy reñido, y que Donald Trump lograra recolectar tantos votos después de los últimos cuatro años; esto demuestra que tiene una base sólida de apoyo. Su mezcla de racismo, de climanegacionismo y de chovinismo a favor de los fósiles genera un tipo de atracción ideológica. Por lo tanto, está claro que, como fenómeno político, Donald Trump no fue una anomalía ni una aberración. Su legado seguirá extendiéndose, no necesariamente a través de él, pero sí a través de la constelación ideológica que representa.
Lo cual confirma el argumento que intentamos formular en el libro: la extrema derecha es una fuerza política a la que tendremos que enfrentarnos durante mucho tiempo. Además, Joe Biden es el símbolo de un deseo de retrotraer Estados Unidos al lugar en el que estaba en 2016; es decir, a una cierta normalidad a la Obama, que anclaría al país en una forma de centrismo y gobernanza liberal clásica. Sin embargo, por la experiencia de Obama sabemos que esto puede desencadenar, muy fácilmente, reacciones violentas y contradicciones, que permitan que el campo del climanegacionismo regrese por la puerta principal.
Lise Benoist: No estoy especializada en la política estadounidense, pero me gustaría señalar que, de hecho, en el tema del clima el programa político de Joe Biden es mucho más limitado que el de Bernie Sanders . La elección de Biden es una buena noticia, pero no es suficiente. Todavía queda mucho por hacer.
El libro está centrado en la posición de los partidos de extrema derecha sobre el clima, que se puede resumir en dos tendencias: por un lado, una forma de negación asumida; por otro lado, una instrumentalización -más reciente y más discreta- de la ecología a favor de un nacionalismo exacerbado. ¿Cómo surgió esta última tendencia?
Lise Benoist: De hecho, entre algunos partidos de extrema derecha, existe una determinada forma de instrumentalizar los problemas climáticos. Podemos tomar el ejemplo de Francia y el Rassemblement national, que ha participado especialmente en este movimiento en los últimos años, en particular con su colectivo Nouvelle Écologie: poner la cuestión ecológica en el centro de sus ideas ayuda a este partido a defender la idea de la nación blanca. El concepto de etnonacionalismo es fundamental para comprender sus posiciones. Su idea de la ecología se basa en políticas profronterizas y antimigratorias.
Bernadette Barth: Pero este movimiento no está sucediendo en todas partes. En Alemania, la posición de la AfD (Alternativa para Alemania) permanece en el orden de la negación: no reconocen la idea del cambio climático provocado por los seres humanos. Tampoco ven las emisiones de CO2 como un peligro, sino como una fuente indiscutible de vida y crecimiento contra la que no podemos hacer nada. Afirman que no existe un consenso científico sobre el clima o que el Antropoceno no existe. Esto no les impide reorientar sus argumentos en algunos lugares. Las raras ocasiones en las que establecen el vínculo entre las emisiones de CO2 y el cambio climático, dicen cosas como: “Si realmente quieres intervenir en este tema, tendrás que cerrar las fronteras y evitar que la población de los países del Sur se precipite hacia nosotros”. Todo esto sin dejar de afirmar que incluso si Alemania redujera a cero las emisiones, no podría evitar que se diera esta crisis migratoria. Es interesante notar que entre ellos existe una negación generalizada sobre el tema del clima, al que en ocasiones agregan argumentos que sirven a su propia agenda.
Lise Benoist: Más en general, estas ideas son parte de su obsesión con lo que ellos llaman antiglobalismo. La ecología de extrema derecha que proponen se forma como reacción a lo que ven como una ecología globalista de izquierda. Es un punto clave en sus discursos. Pero cabe señalar que esta es otra forma de negacionismo: es cierto que tienen en cuenta el hecho de que existe el cambio climático, pero siguen ignorando las causas fundamentales de este trastorno. No reconocen los factores que están en el origen de la situación, ni las consecuencias que conllevará a largo plazo.
Decís que esto proviene, en particular, de una «pasión histórica pronunciada por el concepto de naturaleza «, que estos partidos definen en un sentido muy específico
Lise Benoist: La idea que tienen de la naturaleza se refiere a un enorme campo de batalla, donde cada especie tendría que luchar contra las demás para luchar por su propia supervivencia. Sería un espacio intrínsecamente desigual, donde se supone que los seres humanos, como especie animal, también deben defender su territorio. Estas obsesiones tienen su origen en la doctrina neomalthusianista. La idea de una próxima ola de superpoblación o el espectro de olas de inmigración inabsorbibles son también dos amenazas que plantean con frecuencia.
Esta visión de la naturaleza plantea enormes desafíos a nuestro propio campo. Por ejemplo, en Estados Unidos los movimientos sociales y ecologistas sólo comenzaron a tratar el concepto de naturaleza a partir de los años 1970 y 1980, que hasta entonces formaba parte, sobre todo, de la retórica conservadora. De ahí que el hecho de que ahora sea recuperado por la extrema derecha tiene que preocuparnos. No se puede decir, sin más, que sus ideas son estúpidas. Debemos prestarles atención y comprenderlas para poder combatirlas mejor.
¿Podemos hablar de una tendencia general? ¿Están los partidos de extrema derecha en proceso de evolución, incluso por simple interés, en este tema?
Bernadette Barth: En Alemania, la franja más extrema de la AfD utiliza cada vez más la explicación ecológica para justificar ciertas propuestas que defiende a nivel social, como el cierre de fronteras. Estos argumentos aún no se dan en las campañas electorales, pero sí en algunos discursos públicos. No podemos predecir cómo se desarrollarán las cosas en los próximos años y décadas, pero tengo la sensación de que los partidos de extrema derecha no tienen un plan real para abordar el cambio climático.
Andreas Malm: Nuestro libro solo trata sobre 13 países europeos, Estados Unidos y Brasil. Pero Estados Unidos y Brasil son países muy importantes en términos de su influencia climática a escala global, y han tenido, o aún tienen, mandatarios de extrema derecha. Sin embargo, ahí está claro que ese nacionalismo verde, como lo definimos en el libro, está completamente ausente de sus discursos. Este es un registro que no existe, por el momento, ni en la retórica trumpista y bolsonarista, lo que favorece negación del cambio climático.
Por lo tanto, actualmente no observamos ninguna relación de causa-efecto entre la gravedad del cambio climático y la adaptación del discurso de extrema derecha a esta realidad: las temperaturas no dejan de subir y la extrema derecha sigue negando el cambio climático con fuerza, insistiendo sobe esta cuestión. Esto es lo que podemos observar en Alemania, Suecia e incluso Hungría, donde desde 2019 el gobierno de Orban ha incorporado a su discurso esta negación como argumento frente al movimiento Fridays for Future. Son posibles muchos escenarios, pero no es necesario esperar que la extrema derecha actúe de manera racional.
Lise Benoist: También hay que recordar que lo que en el libro llamamos nacionalismo verde solo es verde en el nombre: lo llamamos así porque la extrema derecha a veces pretende apoderarse de temas ecológicos, pero no propone de ningún tipo de solución realista. No dice nada sobre la reducción de las emisiones de CO2, el desmantelamiento de la industria de los combustibles fósiles o incluso de los objetivos climáticos europeos, contra los que votó recientemente en el Parlamento Europeo. Solo integra un componente supuestamente ecológico en su discurso nacionalista.
En el libro se visualizan dos escenarios que permitirían el surgimiento del «fascismo fósil». El primero vería a las élites económicas hacer una especie de pacto con la extrema derecha para preservar los intereses de la industria de los combustibles fósiles. ¿No es esto ya lo que está funcionando en Brasil, donde los mercados financieros se están adaptando perfectamente a la presidencia de Bolsonaro?
Andreas Malm: Nuestros escenarios son muy especulativos y de hecho ese es todo su interés. No pretendemos brindar predicciones o proyecciones de lo que va a suceder, más bien deseamos advertir de lo que podría suceder. En realidad, estos escenarios consisten en una intensificación de ciertas tendencias que ya están en marcha, especialmente en Brasil y Estados Unidos. En estos dos países, durante las épocas de Lula y Obama, los gobiernos ofrecieron alguna forma de resistencia a las políticas climáticas más devastadoras. Estos obstáculos eran todavía demasiado bajos, pero permitían, digamos, limitar la expansión de la industria fósil. Durante el primer mandato de Lula, por ejemplo, las políticas antideforestación de su gobierno realmente ayudaron a evitar lo peor. En estos dos países, la industria de los combustibles fósiles recurrió a partidos de extrema derecha para continuar su trabajo de lobby.
Esta configuración ya existe, aunque aún no adopte una forma hegemónica. Pero uno puede muy bien imaginarse cómo podría reaparecer de una forma aún más brutal en un futuro próximo. Imaginemos que se desarrolla una movilización muy intensa por el clima en los Estados Unidos en los próximos años: este movimiento podría empujar a Joe Biden a preparar un Green New Deal y acabar gradualmente con la industria fósil. Este último podría entonces aliarse completamente con Donald Trump Junior, el muy belicoso senador Tom Cotton o cualquier figura extremista, para perseguir sus objetivos.
El segundo escenario que proponéis plantea la proliferación de crisis de adaptación: catástrofes cada vez más frecuentes que concluirían en una catalización del deseo fascista de protegerse, permitiendo de ese modo la ascensión de la extrema derecha al poder. ¿No es un poco determinista? ¿Por qué estas crisis conducirían inevitablemente a un repliegue identitario?
Andreas Malm: De ninguna manera queremos dar la idea de que este es un resultado predeterminado, escrito de antemano. Tomemos el ejemplo de la crisis migratoria de 2015: nada sugería que el cierre de las fronteras europeas y el identitarismo fueran las únicas respuestas posibles. Por el contrario, estaban surgiendo increíbles signos de solidaridad, en particular con la iniciativa Refugees Welcome en Suecia o Alemania. Pero la extrema derecha terminó logrando imponer su agenda, porque se impuso en la relación de fuerzas.
Si en el futuro se repiten crisis de adaptación de este tipo, como probablemente será el caso, entonces será necesario volver a entablar una relación de fuerzas: la extrema derecha volverá a exigir el cierre de fronteras y el rechazo de todas demandas de asilo, a lo que habrá que oponerse. Más allá del tema del desplazamiento de la población, también se puede imaginar que los gobiernos autocráticos de extrema derecha aprovechen estas oportunidades para incrementar su poder. Esto es precisamente lo que muestra la pandemia en Hungría, donde el presidente Orban utiliza este pretexto para fortalecer su poder y el control cada vez más violento que ejerce sobre la sociedad.
Lise Benoist: Sí, imaginemos lo que la extrema derecha podría hacer en una situación como esta si estuviera en el poder en Francia… La única respuesta de la extrema derecha al comienzo de la pandemia fue decir que había que cerrar las fronteras para detener la propagación del virus. Fue su primera respuesta y, aunque completamente irreal, es coherente con su ideología: así como creen que las emisiones de CO2 podrían detenerse en la frontera de un país, creen que un virus también podría serlo.
Hablais de prevenir «activa y eficazmente» todas las amenazas que porta la extrema derecha. ¿Cómo?
Lise Benoist: Desafortunadamente, no tenemos un manual para prevenir el surgimiento de lo que llamamos fascismo fósil. En el libro evocamos la peligrosa aproximación que se está gestando entre la extrema derecha y ciertos partidarios del decrecimiento, como Serge Latouche. Más en general, se está extendiendo la idea de que la ecología no pertenece ni a la izquierda ni a la derecha. Creemos que este fenómeno es muy peligroso porque puede conducir a convergencias que no deberían producirse. Pero para que no se produzcan, también debemos tener un proyecto político real de izquierda, que tenga en cuenta el ascenso de poder de este movimiento de extrema derecha. Por supuesto, es imperativo reconocer que la gobernanza capitalista clásica y el greenwashing [lavado de cara verde] no conducen a ninguna parte, (como dice el famoso eslogan: «No podemos tener un crecimiento infinito en un planeta finito»), pero es igualmente importante proporcionar una alternativa clara y creíble a este proyecto.
Bernadette Barth: En Alemania, la extrema derecha avanza a una velocidad fenomenal en los Estados federados del Este. En mi opinión, esto no es una coincidencia: la integración de los alemanes orientales en el proyecto neoliberal nacional no les benefició directamente tanto como podrían haber imaginado. Siempre se les ha considerado como los perdedores de esta reunificación; la perspectiva de la emancipación capitalista clásica no ha cumplido sus promesas. Por eso que en el libro proponemos la formación de una verdadera alternativa de izquierda, en la que se puedan reconocer las poblaciones desatendidas y las minorías. De lo contrario, la extrema derecha se beneficiará del vacío que le estamos dejando. Lo social debe estar en el corazón del proyecto ecológico que llevemos a cabo.
Andreas Malm: Esta puede ser una de las debilidades del libro, pero no estamos proponiendo una estrategia o una línea a seguir para los movimientos ecologistas y antirracistas. Es un proyecto en el que todos y todas estamos trabajando a diferentes niveles. El año que viene debería celebrarse en Europa una gran conferencia que reunirá a estos dos movimientos, ¡y estamos encantados! Este es el tipo de iniciativa a la que queremos contribuir, porque los temas de migración, fronteras y nacionalismo se acercan cada vez más con los vinculados a la ecología. Todos aquellos que creen en la idea de progreso en sentido amplio deben empezar a pensar en estas interconexiones. Nuestra victoria en el ámbito climático no se dará sin una gran derrota de la extrema derecha.
https://usbeketrica.com/fr/article/extreme-droite-et-climat-faut-il-craindre-un-fascisme-fossile
Traducción : viento sur
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