A propósito de Julio Anguita y los Derechos Humanos
Y en esto llegó Anguita y dijo aquello de “Yo, que soy comunista, hace tiempo renuncié a plantear el comunismo como alternativa o el socialismo, porque eso no llega a la gente. A la gente sí le llega un derecho humano» (18/09/2009. Público). Y se armó la de Dios es Cristo. Los “revolucionarios” de fe místico-religiosa, esos que hablan del marxismo-leninismo como una ciencia dura, al estilo de la física de partículas, se sintieron provocados, insultados y entonaron el feroz rebuzno de la caverna: ataques personales, descalificaciones, acusaciones de traidor, de vendido al capital, de falso comunista, oportunista, anticomunista (una de las acusaciones preferidas por los martillos de herejes)…. Luego ya de aderezo los consabidos y de rigor insultos personales: mentecato, inepto, ignorante, inculto,…y otras perlas que, por respeto al lector, no reproduciré.
Hoy Anguita, cabreado, ha tenido que volver a explicarse para aquellos seres con orejeras a los que ninguna explicación resulta válida porque instauran la sospecha del chekista como método “científico” de análisis de su delirante “realidad”. Y lo ha hecho de un modo radicalmente claro: “jamás he renunciado al comunismo o al socialismo. Lo que pasa es que hace tiempo que renuncié a plantearlo a través de la simbología, porque es evidente que ya no gozan del prestigio de otros tiempos. Por eso, creo que la mejor forma de hacer llegar el comunismo en la actualidad es a través de los derechos humanos, que nos deben llevar a la Revolución” (24/07/2009. Público)
Y es que estos revolucionarios de fe de carbonero ven el horizonte socialista y comunista no como una necesidad para la emancipación del ser humano que puede o no realizarse, ya que es el propio ser humano el actor de su destino, sino al modo en que el profeta ve el reino de los cielos, como un destino determinado e ineluctable. Para ellos el proyecto se convierte en religión y hacen de la teoría marxista, que es teoría de análisis para la praxis, pero no método infalible, un corolario de recetas, mantras y jaculatorias de beato venido a menos. Lo que Engels definió como ideología: “La ideología es un proceso realizado conscientemente por el así llamado pensador, en efecto, pero con una conciencia falsa” o, en palabras de Marx: “La moral, la religión, la metafísica y cualquier otra ideología y las formas de conciencia que a ellas corresponden pierden, así, la apariencia de su propia sustantividad. No tienen su propia historia ni su propio desarrollo, sino que los hombres que desarrollan su producción material y su intercambio material cambian también, al cambiar esta realidad, su pensamiento y los productos de su pensamiento”. Para este tipo de especimenes las ideas políticas son verdades inmutables no sujetas a los cambios históricos, del mismo modo en que para un teólogo cristiano ortodoxo Adán fue hecho del barro y dado vida mediante el soplo divino.
Para ellos es esa “simbología”, de la que habla Anguita, lo realmente importante: puño en alto, bandera roja, hoz y martillo y los salmos de La Internacional sonando por todos los rincones de la reunión, mientras las letanías “revolución”, marxismo-leninismo” “método científico”, “muerte al revisionismo”, “comunismo”, “proletariado”, “combate a los social-liberales”, se inscriben en sus mentes a fuego. Programación Neurolinguística (PNL) para el lavado y centrifugado de cerebros. Lo de menos es para ellos la transformación revolucionaria de la sociedad hacia un orden social, económico y político más justo sino la delectación y goce en el ritual de la secta.
Fue frecuente en esa polémica el “argumento”, absurdo donde los haya, de que los Derechos Humanos son derechos burgueses. Y es en este aspecto en el que merece la pena detenerse, ya que no responder a esa insensatez y a esa afirmación criminal es dejar pasar de largo la peligrosa descalificación de un valor de progreso y transformación social, económica y política, del mismo modo en que no hacer frente al provocador es una forma de permitir que el agente al servicio de la policía continúe haciendo su labor de siembra.
Es cierto que la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, enunciados con la Revolución Francesa, tienen un componente burgués de origen, como no podía ser de otro modo, ya que esa clase, entonces revolucionaria, daba un paso adelante en el desarrollo de la Humanidad frente a la Monarquía Absoluta de la que la sociedad francesa venía.
Pero la Historia es dinámica, dialéctica, pido perdón a los dogmáticos, y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano tuvo su actualización en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, tras la II Guerra Mundial, en 1948. Los derechos tienen la impronta social del mundo en el que nacen. Reitero de nuevo una parte de la cita de Marx: “No tienen su propia historia ni su propio desarrollo, sino que los hombres que desarrollan su producción material y su intercambio material cambian también, al cambiar esta realidad, su pensamiento y los productos de su pensamiento”. El mundo surgido tras la Segunda Gran Guerra era distinto. El capitalismo ya no disponía de una hegemonía absoluta. Nuevos estados se configuraban en Europa bajo otros principios políticos. Es sintomático que la URSS y los países del llamado “socialismo real” no votasen en contra sino que se abstuviesen. No podía ser de otro modo.
El artículo 22 de la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano dice textualmente “Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la seguridad social, y a obtener, mediante el esfuerzo nacional y la cooperación internacional, habida cuenta de la organización y los recursos de cada Estado, la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad”.
El artículo 23 merece la pena citarlo íntegro, a pesar de ser largo:
“1. Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo.
2. Toda persona tiene derecho, sin discriminación alguna, a igual salario por trabajo igual.
3. Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana y que será completada, en caso necesario, por cualesquiera otros medios de protección social.
4. Toda persona tiene derecho a fundar sindicatos y a sindicarse para la defensa de sus intereses”.
El artículo 24 dice: “Toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación razonable de la duración del trabajo y a vacaciones periódicas pagadas”.
El artículo 25 expresa:
1. Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez u otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad.
2. La maternidad y la infancia tienen derecho a cuidados y asistencia especiales. Todos los niños, nacidos de matrimonio o fuera de matrimonio, tienen derecho a igual protección social.
El artículo 26 señala en sus dos primeros puntos:
1. Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental. La instrucción elemental será obligatoria. La instrucción técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los estudios superiores será igual para todos, en función de los méritos respectivos.
2. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos, y promoverá el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz.
El artículo 27 dice en su primer punto: 1. Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten.
¿Derechos burgueses? Puede que muchos de los que no he señalado como el del derecho a la propiedad (17) lo sean. Pero no creo que puedan considerarse tales los artículos anteriores ni el 5 (“Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes”), ni el 9 (“Nadie podrá ser arbitrariamente detenido, preso ni desterrado”.), como tampoco el 19 (libertad de opinión y de expresión), 20 (libertad de reunión y de asociación).
¿Qué estos derechos no se cumplen en muchas o casi todas partes del mundo? Entonces se tratará de llamarlos burgueses y renunciar a ellos. Si alguien dijera esto cualquiera le tomaría por loco o peor aún, por inmoral partidario de que los seres humanos sean reducidos a la esclavitud. No renuncian a aprovecharlos los trolls que los denuncian como burgueses.
Lo que hace Anguita es denunciar esa contradicción del capitalismo que proclama derechos que incumple y viola sistemáticamente. Hoy en su explicación en el diario Público dice: “el capitalismo dice reconocer una serie de derechos que no puede llevar a cabo por su propia naturaleza. Algunos justifican esto llamando libertades burguesas a los derechos humanos. Estos directamente son tontos”. Demasiado respetuoso ha sido con ellos. Quien los descalifica como “derechos burgueses” trabaja, consciente o inconscientemente, para el capital y los explotadores del hombre por el hombre.
La labor de un marxista es denunciar las contradicciones del capitalismo, saber lo que el enemigo ataca para defenderlo y atacar lo que el enemigo defiende.
¿Acaso no es defender los Derechos Humanos y ejercer anticapitalismo militante denunciar la sistemática explotación laboral de los niños en Asia, y no sólo en el Asia capitalista? ¿Acaso no es defender los Derechos Humanos y ejercer antiimperialismo denunciar y manifestarse contra la ocupación de Afganistán por los ejércitos de la OTAN y la masacre sobre la población civil? (viernes 25 de Septiembre a las 7 de la tarde ante el Ministerio de Asuntos Exteriores en Madrid). ¿Acaso no es Defender los Derechos Humanos denunciar el ilegítimo y criminal golpe de Estado de la oligarquía hondureña contra el poder democrática y legítimamente elegido? ¿Acaso no es defender los Derechos Humanos y denunciar las lacras de la rapacidad capitalista acusar a este sistema de los millones de parados que su crisis está produciendo en el mundo? ¿Acaso no es defender los Derechos Humanos denunciar la privatización del agua en el Planeta que el capitalismo va haciendo sibilina o descaradamente? ¿Acaso no es defender los Derechos Humanos denunciar la privatización que los capitalistas y sus esbirros políticos hacen de la educación, la sanidad y los servicios públicos?
¿Defender los Derechos Humanos –TODOS-, los políticos, sociales, económicos y culturales no es hacer anticapitalismo, no es concienciar a la sociedad y a los trabajadores de las contradicciones y la inmoralidad del capitalismo? ¿No es sentar las bases de una conciencia socialista y comunista, hoy tan deteriorada, entre otras cosas por la estupideces y el carácter cavernícola de muchos de los que se proclaman tales?
Las libertades que estos sujetos llaman “libertades burguesas” no nos fueron regaladas. Muchos hombres y mujeres murieron defendiendo en el siglo XIX la libertad de sindicación y de asociación política. Las primeras internacionales obreras no hubieran sido posibles si antes no hubiéramos arrebatado a la burguesía derechos como los del sufragio universal, el derecho a la educación, a la libertad de asociación y de pensamiento.
Las libertades y los Derechos Humanos no son libertades burguesas. Que se apliquen o no tiene que ver con la correlación de fuerzas entre quienes detentan un orden social injusto y los que intentan transformarlo. Y lo cierto es que con compañeros de viaje como esos trolls no se necesitan enemigos capitalistas.
Esto no es unpanegírico ni una apología de Julio Anguita y mucho menos de una opción política como IU, tan poco válida ya para la transformación revolucionaria de la sociedad. Es sólo una reflexión que nos haga comprender que la defensa de los Derechos Humanos son, en esta dura etapa de retroceso de la izquierda revolucionaria, la última barrera que impide que el capitalismo nos elimine físicamente, no a unos cuantos sino a todos los que lo enfrentamos a él. No comprender esto es ser cómplice del capitalismo, del fascismo incluso, y esos falsarios que denigran la defensa de los Derechos Humanos han de ser combatidos y denunciados.