A 20 años del fallecimiento de Carlos Jáuregui
Por Mabel Bellucci
El siguiente texto forma parte del ensayo “VIDAS PRECARIAS: Alianzas y tensiones en el activismo LG(TTB)” incluido en el libro de pronta aparición Acá estamos. Carlos Jáuregui, sexualidad y política en la Argentina. Lo compila el escritor y periodista Gustavo Pecoraro y lo edita la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. En Acá estamos participan amigxs, ensayistas, activistas disidentes y académicxs: Martín de Grazia, Diana Maffia, Ernesto Meccia, Mario Pecheny, Cesar Cigliutti, Marcelo Ferreyra, Alejandra Sardá, Héctor Anabitarte, Osvaldo Bazán, Ilse Fuskova, Gustavo Pecoraro y Alejandro Modarelli.
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Demonio amenazante a la heterosexualidad
En 1993 se abrió en Buenos Aires un bar con restaurante y centro de actividades culturales llamado Tasmania. Estaba en un pasaje próximo a la Avenida Córdoba, más exactamente Dellepiane, entre Tucumán y Viamonte. Las dueñas, María y Roxana, lo llamaron así para parodiar la amenaza que representaba para los homofóbicos y lesbofóbicos la presencia de gays y lesbianas. Posiblemente, el nombre provino por un marsupial carnívoro que solía atacar al ganado de Australia, un animal que espantaba por lo peligroso. Lo apodaron “diablo” o “demonio” de Tasmania.
Para María Luisa Peralta, una asidua concurrente, lo recuerda como “un hermoso bar, cálido, que acogió las noches de muchxs de nosotrxs en la comunidad lgttb que queríamos un lugar con música pero donde se pudiera hablar y besarse sin que te molestaran. Oleadas de lesbianas pasaban a tomar algo antes de ir a bailar y las que venían a desayunar cuando el boliche cerraba. El pasaje empedrado prácticamente no tenía tránsito de autos, de manera que la gente se amontonaba a charlar y hacer tiempo en las veredas del bar”[1]. Además, impulsaban rondas de lecturas de poesía y ciclos de cine de directorxs consagradxs. Si bien, Tasmania significó un refugio de vitalidad cultural e histriónica para el público habitué, también en septiembre de 1995, fue el terreno por excelencia del activismo de la disidencia sexual que encarnó un acontecimiento de manifiesta importancia: la futura constitución del movimiento lgttb en Argentina.
Marcelo Ferreyra cuenta las razones que llevaron a elegir ese lugar “entre gays y lesbianas decidimos que fuese Tasmania por ser un sitio neutral, vinculado con el lesbianismo. A diferencia del departamento de Paraná que estaba estrechamente asociado al activismo gay”[2].
El evento consistió en seis reuniones con el objetivo de diseñar estrategias y una agenda en común entre grupos de afinidades. El movimiento, con sus más y sus menos, tenía la firme decisión política de articular en dirección a un espectro más amplio y ensanchar sus márgenes. Se sabía a las claras que su impulsor fue el propio Carlos. Hacía falta alguien como él para empujar ese proyecto que requería capacidad organizativa y visión de movimiento. Jáuregui se empecinó en profundizar más aún los lazos amarrados por las veladas en Paraná, por el primer Encuentro Sudamericano de Reflexión Lésbico-Homosexual en Chile de cuño regional, en 1992, y por las tres marchas consecutivas del Orgullo que tomaban un rumbo de mixtura y masividad. Sin demasiadas vueltas, llamó a uno por uno de los nuevos y viejos grupos y les propuso escucharse entre sí. Para alcanzar el ansiado crecimiento, primó la vocación política de contactar a todos que tuvieran escucha para su planificación, dejando atrás las tensiones y dar paso al armado de políticas de coalición. De esta manera, hacia mitad de septiembre hasta finales de octubre, el bar dejó de brindar sus servicios habituales para llevar a cabo la actividad. Entonces se optó que el lunes, desde las seis de la tarde hasta las ocho de la noche, fuese el día en que cerrara sus puertas al público en general. En la primera hora, el grupo elegido hablaba y nadie podía interrumpir y en la segunda se daba paso a las preguntas. De acuerdo al anuncio de la revista NX, año II, n* 24, era una convocatoria de seis charlas: lesbianismo y feminismo; travestis; transexuales; gays; visibilidad; sida. El último se destinó para el armado de tácticas colectivas[3].
Nadie quiso faltar a la cita: la CHA; el grupo de Jóvenes Gays y Lesbianas; la gente de HIV; Lesbianas a la Vista; la Iglesia de la Comunidad Metropolitana; Escrita en el Cuerpo; la revista Nexo; ATA; SIGLA; el Frente de Lesbianas de Buenos Aires; Convocatoria Lesbiana; Gays y Lesbianas por los Derechos Civiles; el Colectivo Arco Iris (de Rosario); el Grupo Nexo (editor de la revista) e Isis.
En cuanto al taller de las travestis participaron Lohana Berkins, Patricia Gauna, María Belén Correa, Nadia Echazú, Karina Urbina, Paula Rodríguez y Claudia Pía Baudracco y con sus menciones movilizaron a los presentes que escuchaban atónitos sus experiencias. Así, lo narra Alejandra Sardá: “Oírlas a ellas fue un hecho histórico. Contaban sus vidas, qué querían y qué podían hacer.” Mientras que Fabi Tron cuenta su conmoción frente a las exposiciones: “A la Berkins la conocí en unas reuniones que se empezaron a hacer en el bar Tasmania. Nunca había visto una travesti en mi vida y allí estaban Lohana, María Belén y Nadia. Esas reuniones marcaron un antes y un después en mi vida y marcaron profundamente mi incipiente activismo porque escuchar de boca de las compañeras las enormes violencias cotidianas que padecían y, desde tan pequeñas, fue desgarrador. Una no podía dejar de comprometerse frente a tremenda inequidad, así que rápidamente, surgió la convicción “La lucha es con las travas, nunca sin ellas”[4]. También Lohana suscribe lo dicho: “Una obsesión de Carlos era el tema de la visibilidad. Él decía que si no había visibilidad no había movimiento. Cuando la Asociación de Travestis Argentinas (ATA) tuvo su primera crisis fue uno de los mediadores. Decía que no había que tener problemas, porque debían existir muchas agrupaciones. Fue un visionario en ese tema. Y una cosa que a mí me maravillaba era que, en las reuniones para arreglar cosas del movimiento, escuchaba y nosotras hablábamos, hablábamos y al final tomaba la palabra, y con una sabiduría infinita, hacía una síntesis de todo”.[5] Sin duda alguna, él fue la figura clave que instó a la organización de las travestis.
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* Mabel Bellucci. Activista feminista queer. Integrante del Grupo de Estudios sobre Sexualidades (GES) en el Instituto de investigación Gino Germani (IIGG)-UBA, de la Cátedra Libre Virginia Bolten de la UNLPlata y de la Cátedra Libre de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto, Legal, Seguro y Gratuito de la Facultad de Ciencias Sociales-UBA. Autora Historia de una desobediencia. Aborto y Feminismo. Capital Intelectual. 2014.
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[1] Peralta, María Luisa “20-años de la última razzia a un boliche de lesbianas en Buenos Aires”, Té en el Sahara, Buenos Aires, 10 de octubre de 2015.
[2] Entrevista realizada por la autora en mayo de 2016.
[3] http://potenciatortillera.blogspot.com.ar/1995_10_01_archive.html
[4] Tron, Fabi “La confusión deseada”, En suplemento Las 12, Página/12, Buenos Aires, 12 de febrero 2016.
[5] Bellucci, Mabel.” La batalla en todos los lados y al mismo tiempo” En Marcha.org, Buenos Aires, 13 de enero de 2016.