A 146 años de la abolición de la esclavitud en Puerto Rico
Algunas notas sobre el cimarronaje marítimo
El cimarronaje marítimo, si bien no era tan frecuente como otro tipo de fugas protagonizadas por los esclavxs, no era, desde luego, un fenómeno accidental o extraño dentro del marco del Caribe. En Puerto Rico durante la primera mitad del siglo XIX, en la medida que fue cobrando fuerza la industria azucarera, se introdujeron legal e ilegal miles de esclavxs, principalmente de las Antillas Caribeñas. Esto provocó a su vez, un aumento significativo en la resistencia antiesclavista de muchas mujeres y hombres que arriesgaban sus vidas fugándose en canoas o botes frágiles y vulnerables a las temerosas aguas del mar, principalmente las profundas aguas del llamado canal de la mona, que divide a Puerto Rico de la República Dominicana. Hubo muchas instancias en que mujeres y hombres esclavxs utilizaron el mar para fugarse con el propósito de llegar a aquellos lugares en donde se había abolido la esclavitud. Por ejemplo, llegar a Santo Domingo donde existía la libertad de los esclavxs desde 1801.[1] En el 1821 desde Puerto Rico, se menciona que hubo varios esclavos que llegaron hasta Samaná, localizada en la costa oriental de la República Dominicana.
En Samaná, costa oriental en la parte española de la Isla de Santo Domingo, se ha aprendido , según partes oficiales de los Sres. Gefe (Sic) Superior Político y Juez de letras de aquella provincia 10 negros, pertenecientes a D. Timoteo Onell (sic), D. Ángel Macben y D. Cayetano Náter y noticiándose igualmente existir en aquella costa entre la del Limón y el Macao, dos esclavos más llamados Manuel y Lucas, se hace pública esta noticia para que los dueños sepan a donde se han de dirigir a solicitarlos, bien que a esta fecha estará ya verificada la captura de estos dos últimos, según el interés y las providencias tomadas por aquel Gobierno.[2]
La fuga anterior suscita varias preguntas, entre ellas, ¿arrestaron o capturaron a todos los cimarrones que consiguieron llegar a Samaná? ¿Cuántos cimarrones constituyeron el grupo original que decidieron escapar a través del mar? ¿Alcanzaron algunos ellos evadir las autoridades policiales dominicanas y alcanzar su libertad? ¿Habían mujeres en ese grupo?
Varios meses después de la fuga anterior se produjo otro intento cuando el esclavo Juan Andrés había llegado a Vieques con el “objeto de embarcarse”, se infiere a un lugar en donde no existía la esclavitud. Los detalles sobre esta fuga fueron publicados por el periódico la Gaceta de Puerto Ricodel sábado, 15 de septiembre de 1821, con el propósito de que sus propietarios fueran informados sobre el particular.
Con fecha del 25 de agosto del corriente año participa al Sr. Gefe [Jefe] político superior D. Juan Roselló que desde el 8 de dicho mes condujo preso desde la isla de Beques [Vieques] a la cárcel del pueblo de Fajardo, donde existe, a un negro esclavo llamado Juan Andrés, de la propiedad de D. Pedro del Toro del comercio de esta ciudad, a quien le había escrito al siguiente día 9 y dos veces más, a fin de que mandase por él. Este esclavo hacia 8 meses andaba huyendo, y que en la isla de Bieques [Vieques] había permanecido 5 días con el objeto de embarcarse, y que por su celo pudo lograr su captura, por la cual había pedido 50 pesos, cuya cantidad había tenido por excesiva, cuando en el mando del Sr. D. Salvador Meléndez se declaró se pagase a los aprehensores un tercio del valor de unos negros cogidos en aquel partido; y concluye suplicando que su señoría obligue a dicho amo a que vaya o mande a entregarse de él, pagándole los 50 ps. de su captura, un real diario por el alimento, y seis ps. que importó el bote que lo condujo desde dicha isla de Bieques [Vieques]. Y su señoría ha dispuesto se inserte en la gaceta para noticia del interesado.[3]
Alrededor de tres años más tarde, bajo la gobernación de Miguel de la Torre, se fugaron once negros de la Hacienda de don Francisco Cepero en el pueblo de Bayamón que “navegaban para Santo Domingo” en una embarcación que robaron a un pasajero de Pueblo Viejo y logrando salir por la “Boca del Morro”, siendo luego aparentemente apresados por un barco inglés y conducidos a Puerto Rico.[4] Esta fuga provocó que el gobernador de la Torre, avisara a los alcaldes de municipios costeros a que vigilaran sus costas para apresarlos.[5] También se comunicó con el gobierno de San Tomás con igual propósito. En la misiva de P. Schorten (San Tomás) al gobernador de la Torre pone en duda la captura de los escapados al señalar:
He tenido el honor de recibir la carta de Vuestra Excelencia con fecha del 19 de julio pasado, acompañada de la descripción de 9 negros pertenecientes a Francisco Cepero, refugiados, y que dicen haber sido cogido[s] por [un] buque de guerra ingles en su viaje para Santo Domingo. En consecuencia, se han practicado todas las diligencias para averiguar si se havían [sic] dirigido a esta Isla, pero ni la Policía ni los señores Echegarreta y Alejandro Castro no han podido descubrir algo de los dichos negros.
Lo que, comunicando a Vuestra Excelencia para su gobierno, me aprovecho de esa ocasión para repetirle la alta consideración con que tengo el honor de ser,
De vuestra excelencia el más atento servidor, que su mano besa,
Schorten
Rúbrica[6]
Entre los negros mencionados se encontraban las esclavas Ramona y María del Carmen; la primera era descrita de nación Ulló, de 29 a 30 años, corpulenta, gruesa y cargada de espaldas, color negro claro, con marcas en los carrillos, pie grande y nariz aventada y la segunda, era de la misma nación, edad de 16 a 18 años, estatura pequeña, muy delgada, pie chico, retinta, boca pequeña, nariz un poco aventada, con un hijo llamado Felipe, de edad como de un año.[7]
Varios años más tarde, el 31 de enero de 1828, se de la hacienda de San Patricio, situada en el partido de Río Piedras, de la propiedad de D. Antonio Ramos, se fugaron los esclavxs siguientes: José, Domingo, Juan, Leocadia y Ezequiel, se cree se hayan reunido con dos más que andaban fugitivos anteriormente, nombrados Fermín y Luis embarcándose en un bote forrado en cobre con una vela de oro… más chico y un foque (chimenea); lo que se avisa al público para su notoriedad.[8]
El 25 de junio de 1833, se escaparon varios esclavxos dos haciendas de Toa Baja por las costas cercanas a ese municipio. Así lo informaba la Gaceta de Puerto Rico con el propósito de fueran capturados por la Guardia Civil Española o personas que se dedicaban a estos menesteres en busca de cobrar las recompensas que ofrecían los propietarios:
El día 6 de los corrientes han desaparecido de la hacienda de D. José María Rodríguez, vecino de Toa-baja, siete negros en una canoa pequeña, llevándose de la D. Juan Rijos en el mismo pueblo dos negras, una llamada Tomasa, de edad de 38 años, de nación Canga, color colorado, cara redonda, ojos vivos, escasa de cejas, nariz ancha y erguida, boca pequeña, labios delgados, dientes afilados, orejas chicas, pies y manos pequeños; la otra Lucia, de edad de como de veinte y ocho años, color negro, cara redonda, chica de cuerpo, hocicos y labios gruesos, dientes anchos, regordeta, brazos cortos, pies pequeños y anchos: lo que se avisa al público por si la casualidad los trajese a la costa y alguno lograre aprehenderlos se gratificará, agradeciéndole lo avisen a sus dueños para que se presenten a recogerlos.[9]
En el 1838 a pesar de las medidas represivas que establecía el Reglamento de Esclavos de 1826, los intentos de sublevaciones y fugas de esclavxs fueron cada vez frecuentes de tal manera que en una reunión celebrada por el Cabildo de Aguadilla presidida por el alcalde don Pedro de la Rosa y con la presencia del Coronel Comandante don Ramón Méndez y alrededor de 6 personas adicionales, se discutieron varias medidas “con el fin de impedir los desórdenes que se advierten en la esclavitud”… relacionadas con “las frecuentes fugas de algunos siervos, en las Piraguas y Cayucos que existen en las playas de este puerto y costa de Aguada”.[10] Entre las medidas acordadas estaba ser más rigurosos con los amos que permitían que los esclavxs que recibían algún jornal vivieran fuera de las haciendas y “prohibir las diversiones de noche y dentro del poblado o que cometan excesos que están terminantemente prohibidos por bando y reglamentos”, además se señalaba que para que esas medidas tuvieran éxito era necesario multar a los dueños de esclavxs en “cuatro pesos por primera vez, en ocho por la segunda y en doce por la tercera, todo sin perjuicio de procederse a mayor rigor con los dueños en todo caso atendida la gravedad y consecuencias de las faltas”.[11] Entre otros medidas estaba azotar a los esclavxs con veinte cinco azotes que se dedicaran a hacer tratos sin licencia de sus amos con personas libres que redundaran en fugas, “prohibir completamente que los esclavos se mezclen en los bailes con los artesanos: que a los primeros se permitan en las haciendas y nada más las diversiones señaladas en los artículos 1º , 2º, 3º y 4º , del capítulo 1º del Reglamento de esclavos.[12]
Además del Reglamento de esclavos de 1826, se instituyeron otras medidas más coercitivas como la Circular número 6 de 1838 que buscaba intentar detener la resistencia antiesclavista. Por ejemplo, el 19 junio de 1840, a raíz de la muerte de ocho esclavos que naufragaron en una canoa al intentar fugarse a través de la costa del pueblo de Camuy, el Capitán General Miguel López de Baños, dio a conocer la Circular núm. 9 que perseguía establecer medidas para obstaculizar las continuas fugas de esclavxs por las costas de la isla. Así se desprende de la misma circular al señalar en su primer artículo que “no podrá ejercitarse en la industria de mar ningún individuo que no sea matriculado, y las lanchas de tráfico y pesca tendrán su patrón blanco bajo el mismo orden establecido con los buques, mayores del cabotaje, para lo cual los dueños de estas embarcaciones los contratarán desde luego, y en el caso de considerarlos poco prácticos serán asignados solo como marineros en tres viajes para adquirir el conocimiento que puede necesitar un hombre de mar en estas cortas travesías, anotándose así en las licencias lo mismo que su propiedad de patrón cumplido este término”.[13]
Los casos antes mencionados son una pequeña muestra de muchos otros en que esclavxs repudiaron el sistema esclavista en Puerto Rico.
Referencias:
[1] Nistal Moret, Benjamín, Esclavos prófugos y cimarrones: Puerto Rico, 1770- 1870, Río Piedras, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1984, 238-241. Así se llamaba Haití para ese tiempo.
[2] “Anuncios”, Gaceta de Gobierno Constitucional de Puerto Rico, Núm. 42, sábado, 26 de mayo de 1821, pág. 264.
[3] “Anuncios”, Gaceta de Puerto Rico, Núm. 74, sábado, 15 de septiembre de 1821, pág. 296.
[4] Ver Documento Núm. 40, en El proceso abolicionista en Puerto Rico: Documentos para su estudio, San Juan, Puerto Rico, Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad de Puerto Rico e Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1974-1978, 2 vols.: vol. 1, “Protestas y levantamientos de esclavos”, pp. 132-136.
[5] Ibid. De la Torre envió cartas a los alcaldes de los municipios Toa Alta, Vega Alta, Vega Baja, Manatí, Arecibo, Hatillo, Quebradillas, Isabela, Aguadilla, Aguada, Rincón, Añasco, Mayagüez y Cabo Rojo.
[6] Ibid.., 135-136
[7] Ibid., 135.
[8] Biblioteca Jesús Manuel Lázaro, Hemeroteca de la Colección Puertorriqueña, Recinto de Río Piedras (B-JML, H-CPR-RP), Hemeroteca, “Anuncios”, Gaceta del Gobierno de Puerto Rico, Núm. 27, vol. 9, jueves, 31 de enero de 1828, fol. 108.
[9] Archivo General de Puerto Rico (AGPR), Hemeroteca, Letra G, Caja 18, “Anuncios”, Gaceta de Puerto Rico, Núm. 74, Vol. 2, Fol. 506, del martes, 25 de junio de 1833.
[10] AGPR, Fondo de Gobernadores Españoles, Esclavos (libertos), 1816-1838, Caja 64, Entrada 23.
[11] Ibid.
[12] Ibid.
[13] Gaceta de Puerto-Rico, junio 30, 1840, p. 312, Imagen 4.