¿Es mucho pedir al mundo del deporte, de la cultura… que se posicionen contra el genocidio?

 

Hay profesiones que, por sus características publicas, funcionan como auténticas referencias para el conjunto de la sociedad. Lo que diga un deportista conocido (de la élite), la bandera o el guiño que exhiba un actor o una actriz, la posición que adopte sin matices un periodista televisivo, es un acicate para el resto. Y lo saben.

La aparente democracia utiliza la la auto-censura como un mecanismo cotidiano, El miedo a tomar partido, aunque se trate de un genocidio como el del gobierno de Israel acomete en Líbano y Palestina, hace que desde personajes conocidos se guarde un silencio atronador_ miremos para otro lado que aquí no pasa nada.

Es evidente que la mayoría tiene miedo a perder sus lugares de trabajo y se originan confesiones como el del futbolista de la selección española que dijo que él era eso, futbolista, y que no opinaría sobre nada que no fuera dicho deporte, Compromiso cero, podría denominarse el momento histórico. Por más que la realidad del genocidio les llene las pupilas, ni se les ocurre izar una bandera, poner debajo de la camiseta frase alguna, ir a una movilización solidaria, o aprovechar la entrega de un premio para pedir el cese de la matanza. Nada de eso va con ellos y ellas. Son de otra especie, ajenos al dolor, perdidos en su distopía del wonderfull world.

Es cierto, hay excepciones, pero reconozcamos que el grueso de deportistas e intelectuales, trabajan (por acción u omisión) en aquello de que hay profesiones que no pueden hacer ciertas cosas: como opinar, sin ir más lejos. Sus pagadores los utilizan como guías para que el resto de los gremios tampoco hablen, y poco a poco (o mucho a mucho) ir construyendo su sociedad capitalista perfecta de silencios y miedos.

 

Insurgente

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