Se habla cada vez más de economías circulares y sostenibles y de su urgente puesta en práctica para asegurar a la vez el bienestar general y el control de los recursos del Planeta, se eviten despilfarros y se garantice nuestro futuro como especie junto a las demás especies planetarias. ¿Vamos por buen camino? No.
Hay un empeño estúpido en seguir creciendo y creciendo “por arriba”, mientras se decrece más y más “por abajo”, creando profundo desequilibrio y malestar colectivo. La paz social peligra, porque si la gente pierde mucho y durante mucho tiempo puede perder la paciencia al verse contra las cuerdas de su seguridad vital. ¿ Estamos muy cerca de eso? No. Y por desgracia general.
¿Es esto sostenible?
Cualquier persona medianamente informada conoce los enormes saqueos energéticos que se le producen a nuestra Tierra madre y la inasumible contaminación de sus cuatro elementos – que son también nuestros cuatro elementos corporales- con la acelerada desaparición de especies de animales y plantas y el funesto cambio climático como telón de fondo. ¿ Como es posible que apreciemos tan poco nuestros cuerpos que tanto apreciamos?
¿Es posible seguir hacia adelante con la receta de más y más de lo mismo? ¿Es sostenible esta economía mundial del desequilibrio, con el asesinato continuo de millones de animales en mares, mataderos y bosques, la emisión de gases de efecto invernadero , el agotamiento de los recursos de la Tierra y la injusticia social? Pues claro que no.
¿Quién puede parar esto? No serán nunca sus responsables, eso es seguro, porque sus responsables son justamente los más irresponsables y culpables.
Cualquier persona medianamente informada conoce igualmente- y sufre cada vez más en sus propias carnes, derechos y bolsillos – la acelerada diferenciación de clases y grupos sociales. La brecha crece a diario al ritmo que marcan las Bolsas y los vaivenes de las grandes inversiones creando minorías que se enriquecen y mayorías que se empobrecen EN IDÉNTICA PROPORCIÓN por el exceso de codicia y la falta de ética, de moral, y de valores espirituales o simplemente humanos con que los ricos y sus políticos dirigen el mundo mientras los pueblos, que los sufren, carecen a menudo de esos mismos valores como cimiento de sus existencias. Y quienes gobiernan, que se erigen precisamente como defensores de la dignidad humana, de la paz, los derechos humanos, la vida y toda suerte de principios superiores- y hasta mandan soldados para imponer a tiros tan altos valores- son precisamente los que más denigran y atropellan cada uno de esos principios y valores que dicen defender, sea la vida, la democracia, la justicia, el trabajo, la salud o cualquier otro que vaya bien colocar entre esas sus promesas electorales que jamás cumplen. Por tanto, su cinismo solo es comparable a su ambición, y esta a sus deseos de dominar, dividir a los pueblos, atarlos a su carro y llevarlos consigo al abismo hacia el que se dirigen ellos y quienes les creen, mientras nos arrastran a la fuerza a quienes no les aceptamos ni les creemos. Y por mucho que protestemos los disconformes, solo tenemos enfrente oídos sordos y manos amenazantes por arriba, y -a menudo- compañeros pesimistas por abajo.
Siempre es sano recordarlo
Este tipo de monstruo moderno del abismo al que se viene denominando neoliberalismo, no tiene nada de neo ni de liberal porque explota y es usurero como siempre y es tan intolerante como siempre, pero ahora más explotador, usurero e intolerante que nunca. Y si quisiéramos tener alguna muestra en estado puro de esta aberración mundial nos centraremos en España, donde el monstruo neoliberal exhibe sus peores atributos cuando gobierna cualquiera de los partidos mayoritarios. Porque España es un país económicamente insostenible. Su principal fuente de ingresos es el turismo, y este se halla ahora a merced del cambio climático, a la competencia turística de otros países mediterráneos y nórdicos y a los vaivenes de la economía mundial, sometida progresivamente al régimen de guerra, con las consecuencias que eso supone para los bolsillos de todos los europeos, y que repercute más que en ningún otro en países del sur como España o Grecia, siempre inseparables.
España fue gobernada casi en toda su historia- a excepción de la corta etapa de la Segunda República- por políticos incompetentes, reyes débiles mentales, perezosos, conformistas, rentistas y caciques como vemos en nuestra Historia- en todas las esferas de la administración. Por causa de algunos de ellos, este es un país injustamente empobrecido secularmente. Y hoy todavía no ha levantado cabeza desde la crisis del 2008.
Colas del hambre vergonzosas y con bancos de alimentos agotándose, trabajadores pobres con niños que pasan hambre, familias enteras desahuciadas, miles de jóvenes sin primer empleo y si acaso encuentran uno será por poco tiempo y poco dinero; decenas de jóvenes que se suicidan por haber perdido toda esperanza de construir su vida, alquiler de viviendas y alimentos de primera necesidad a precios inasumibles por gran parte de españoles son, entre otras las consecuencias de estar involucrado hoy este gobierno en una guerra en Europa. Es inaudito este caso. Es inaudito que este Gobierno prefiera apoyar una guerra entre un Zelenski marioneta de EEUU y un autócrata como Putin- en lugar de hacerlo en gasto social, en inversiones de vivienda pública , pensiones y sanidad, y muchas otras cosas. Y a pesar del crecimiento y más crecimiento del Ibex, eso no nos afecta a nuestro bienestar: solo al de los jefes del IBEX y sus familias.
Con el cambio climático, el Apocalipsis real en que estamos inmersos como humanidad y todo lo expuesto, este país en particular está condenado a vivir el peor periodo de su siempre triste historia si como pueblo no somos capaces de reaccionar y decir basta. De no hacerlo, sonará antes o después la hora D en el gran despertador nacional. Es una “hora D” aún sin determinar por la conciencia de clase social y ética española, pero depende únicamente de que exista o no esa conciencia activa, hoy enferma de pesimismo, división, pobres principios y sumiso desaliento, sumida en una especie de desesperanza conformista y claudicante.
Grave es este momento, porque una nación sin esperanza es una nación al borde de lo peor, una enfermedad que antes o después dará la cara. Entre tanto, aún se sigue pensando en votar alternativamente a los mismos que le hacen la vida imposible alternativamente. ¿Cuándo sonará el Gran Despertador? ¿Cuándo la hora D? Demos cuerda al reloj, que no se pare.
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