Unidos Podemos: paisaje después de la derrota
Por Pepe Gutiérrez-Álvarez
Entre aquel entonces y el ahora hubo un momento de reinicio frustrado, el que lideró Julio Anguita en IU, mucha antes de que el 15-M convirtiera el desaliento en esperanza. Este reinició resultó aplastado en el huevo mediante una operación de largo alcance diseñada por los todavía todopoderosos PRISA-Felipe, aunque no creo que hubieran logrado tal propósito sin la complicidad de actores internos entre los que recuerdos caras ahora recicladas. Aunque se decía “izquierda transformadora”, en realidad no veían vida a la izquierda del PSOE, todavía recuerdo las mofas de algunos. La justificación venía justificada de una cierta lectura de la cultura comunista: dado que el horizonte transformador queda muy lejos, ahora se trataba de aplicar el programa mínimo, un programa que, eso sí, permitía cargos o más bien carguetes. La principal batalla se dirimió en Comisiones Obreras donde los fidalgos se liberaron de la Corriente Crítica, especialmente vituperada desde los medias. No olvidaré nunca una columna de rosa Montero en la que esta ofrecía la siguiente lección: ser un buen sindicalista hoy significa tener el “culo de hierro”.Después de décadas de rechazo de la calle a “la política”, ahora se puede hablar de ella sin miedo a que nadie te llame pelmazo, antes al contrario. Se agradecen las invites a la discusión, el discurso del rechazo está garantizado aunque todavía estamos de lejos de poder estructurar movimientos más allá de los círculos de juventud que ya empiezan a mover las cosas. Es evidente que después de década de “privatización” de la vida social, cuesta mover de nuevo la piedra. Lo que no quiere decir que llegué un momento en el que la piedra se convierta en bola de nieve, algo de lo que guardamos memorias los de la última oleada, la sesentayochista.
Se nos quería convencer que la resignación era lo realista, teníamos una democracia otorgada que nos permitía dormir tranquilo. Una tranquilidad en apariencia inmutable, a imagen y semejanza de la instaurada en el imperio donde se podía ver –en un documental emitidito en TV3- un paisaje de caravanas de familias desahuciadas sin un cartel de protesta visible en todas ellas. Desde el PSOE se nos proponía una “casa común” para toda la izquierda como el PP lo era para toda la derecha, un PSOE que se había hecho grande haciendo lo que la derecha no habría podido hacer. Era lo que había, y más allá estaban los “delirios” revolucionarios que habían acabado como todo el mundo sabe. Estos días se ha hablado mucho del 15-M, pero pienso que este no se puede entender sin enfocar el antes, el después de la “gran derrota”.
Ahora estamos en otro ciclo, nadie duda de que el legado del 15-M ha pasado por Podemos, obra de las minorías proféticas, de algunos de aquellas “minorías proféticas” del 68, y de aquel profesorado marxista de las universidades que se habían convertido -para choteo de Vargas Llosa- el los últimos mohicanos de la izquierda. De paso, esta doble salto es el que ha permitido que el lado bueno de IU, el de Julio y su equipo, sea el que haya ganado la partida en el seno de lo que quedaba de IU, de aquellos resignados, no pocos de los cuales acabaron bien colocados y no solamente en Bankia. Sí hubiera que expulsar a todos los que han formado parte de consejos de administración y de comisiones parlamentarias cómplices, caerían muchos ilustres “comunistas” que no asustaban ni a Esperanza Aguirre que los prefirió al cap Gallardón que le disputaba su territorio.
El ciclo abierto por las elecciones europeas de 2014 no ha hecho más que comenzar. Los que soñaban con una vuelta a la tortilla por una mayoría electoral confundían sueños con realidad, de haber tenido lugar habría sido una victoria pírrica, no basta con que la calle discuta indignada, tiene que pasar del en sí al para sí, para imponer por abajo lo que se pueda avanzar por arriba. Ayer todavía quedaba personal que creía que más tarde o más temprano se saldría del pozo de la crisis, ahora se sueña con una victoria electoral sustituya ese proceso orgánico desde abajo del que ningún cambio político puede prescindir. Al tratarse de un proceso prolongado, van a darse muchas tentaciones, la experiencia del PTB –que era el modelo de partido socialista con fuerte implantación obrera y claras tendencias de izquierda que soñábamos cuando lo de Anguita-, y tomar buena nota. Lo bueno que tiene Unidos Podemos es que plantea que ganar es posible, lo peor sería creer que eso se podrá cumplir cambiando las leyes.
A nadie le escapa que en esta nueva situación hay un problema con el PSOE, un partido de electorado trabajador del que se puede prescindir y al que hay que saber tratar con la inteligencia que un sindicalista ha de desplegar para no caer en trampas saduceas que lo neutralicen. En la división del trabajo del desorden establecido, al PSOE le corresponde el papel más importante. Está obligado a jugar la carta neutralizadora, primero porque les la que le conviene a su negocio político, segundo porque eso le permitirá redoblar su autoridad ante los que mandan. El problema que tiene es que la lógica del sistema va hacia abajo, de hecho el sistema ya lo había arrumbado y había hecho su apuesta por el PP. Estaban completamente seguro de su paseo triunfal, por eso se están pasando todas las prevenciones, Han creído que después de la “gran derrota” todo estaba permitido, pero olvidaban que las víctimas no estaban tan derrotadas. Que contaban con importantes restos del naufragio que habían seguido en sus puestos, que existía una memoria viva de victorias…Hay que hablar de todo esto en la familia, en los bares, sacando el perro o en las excursiones. Hay que creer redes sociales, complicidades, Hay que cambiar las pautas de vida, la que nos vendieron va en contra de nosotros.