Trabajo asalariado perpetuo
Por Agustín Franco
“No se piensa lo mismo desde una cabaña que desde un palacio”. (F. Engels).
¡Ya ha salido al mercado! La nueva app postkeynesiana para una explotación garantizada: la asalarización perpetua. Su nombre comercial es ‘Trabajo Garantizado’. Tiene gancho, tiene fuerza, tiene flow. Ya puedes descargarla e instalarla en tus dispositivos móviles: contratos precarios, flexibilidad laboral, disponibilidad para viajar, empleabilidad plena, emprendedor o falso autónomo, sistema de posicionamiento global antisindical, etc.
La nueva APP incluye un novedoso sistema antirrobo contra los amantes del salario ajeno, más conocidos como los confiscadores de la Renta Básica Universal.
La nueva APP incluye también de regalo un sistema GPS de última generación, una garantía permanente de subsistencia: introduce tu clase social de origen y el salario que quieres ganar y el sistema te guiará hacia el empleador que necesitas. Cuanto mayor sea la distancia a cubrir más probable es que encuentres carreteras de peaje. A veces, si las condiciones económicas son adversas puede que corten todas las vías de acceso y te veas atrapado en medio del temporal. Pero no pasa nada, con la nueva APP encontrarás innumerables opciones de contratación para resguardarte de las inclemencias de la pobreza y de la trata de blancas (aunque para esto último la mejor garantía es nacer varón, hay cosas que nadie puede hacer por ti, para todo lo demás: Trabajo Garantizado).
Así es la vida. Ante la explotación laboral hay quienes la asumen y se dedican a gestionarla (incluso con una profesionalidad exquisita y excelente) y hay quienes prefieren esforzarse en liquidarla.
Ya lo decía con mucha lucidez José Luis Sampedro: “Hay dos tipos de economistas: los que trabajan para hacer más ricos a los ricos y los que trabajamos para hacer menos pobres a los pobres”. Habría que añadir otros dos tipos más: los que piensan que trabajan por los pobres y los que dicen que trabajan por los pobres, pero ni unos ni otros realmente lo hacen.
Hay quienes no le atribuyen ninguna connotación política a una fórmula matemática, hasta que esa fórmula se convierte en una herramienta informática, en instrumento de programación e ingeniería social, con diversas funcionalidades, según se ejecute una serie de instrucciones u otras.
El algoritmo de cifrado transparente y descentralizado de transacciones con moneda virtual (o tecnología blockchain) parece sólo una simple formulación matemática o secuencia de comandos informáticos para agilizar los pagos en Internet y hacer más accesible y seguro el comercio electrónico. Puede ser una vía más para la especulación financiera o no. Dependerá de qué reglas y relaciones se posibiliten. Y ahí está la lucha. Igual que decía O’Connor respecto a la sostenibilidad (que ésta es un tema ideológico y político, antes que un problema ecológico o económico), podemos decir nosotros, mutatis mutandi, de la pobreza y la riqueza, del desarrollo y el subdesarrollo, de la Renta Básica Universal y de la Renta Básica de la Élite (subsumida bajo la garantía de la APP postkeynesiana).
El impulso y el discurso ultraquiritarios, propietaristas, tratarán de acumular en manos privadas lo máximo posible. De ahí el éxito de las nuevas constelaciones semánticas y concepciones que orbitan bajo el agujero negro del ‘capital humano’: emprendimiento, excelencia, calidad, empleabilidad, empleo garantizado.
Casi nadie se pregunta, por ejemplo, ¿excelente en qué y para qué? ¿Excelente en la aplicación de metodologías docentes para el buen disciplinamiento de la mano de obra? ¿Excelente para anular la capacidad crítica y creativa? ¿Excelente para anular los códigos sociales de solidaridad y apoyo mutuo? ¿Excelente para justificar los intereses de la clase capitalista y anular la conciencia de la clase oprimida?
¿Y qué decir de la división sexual del trabajo? ¿Qué dice la garantía postkeynesiana del empleo sobre semejante garantía encubierta de trabajo forzado? Lo que es seguro es que las mujeres preferirían que no les garantizasen más trabajo, ya les sobra.
A mediados de los noventa el PNUD reconocía que se volatilizaban de la economía mundial anualmente más de diez veces el PIB de España, “la contribución no monetizada e ‘invisible’ de las mujeres”. Y añadía: “Si el trabajo de la mujer se reflejara de forma fidedigna en las estadísticas nacionales, se destruiría el mito de que en el mundo son los hombres quienes mantienen el hogar”. Y no sólo eso. Se destruiría todavía algo más importante, la mentira del dinero y sus teologías adyacentes (tipo la TMM).
¿Qué es entonces lo que mide el dinero? Las transacciones que elegimos como dignas de ser medidas por él. Lo demás no existe, aunque su realidad sea más cierta que la del propio dinero. Algo así como una Ley de Gresham llevada al extremo: entre dos valores en circulación (la materialidad del trabajo y la inmaterialidad del dinero), el peor de ellos acaba desplazando al mejor. Así triunfa en la sociedad el dinero, por desplazamiento de la auténtica fuente de valor o al menos de la mejor. Visto así, la solución parece clara:
-O encontrar una nueva medida rival del dinero (como convencionalmente lo entendemos) que sea peor, menos valiosa.
-O degradar tanto el trabajo humano (o una parte significativa de él) que realmente no merezca la pena usar el dinero. Esto es lo más fácil y directo.
La primera vía es hacia la que parecen apuntar los nuevos modelos de dinero virtual, antes comentados. Y aunque esto fuera posible, conviene recordar que no es un problema tecnológico, no primariamente (como decíamos antes al citar a O’Connor).
Mientras que hasta ahora la segunda vía es la seguida históricamente y que ha sido adoptada bajo la forma de trabajo femenino. ¿En qué queda la retórica del TG ante la garantía patriarcal de la feminización de los trabajos no remunerados? El PNUD lo subrayaba bien claro: “En casi todos los países del mundo las mujeres trabajan más horas que los hombres; no obstante, participan menos en los beneficios económicos”. ¿Qué remunera entonces el dinero? Sólo los salarios que como sociedad elegimos dignos de ser pagados.
La conclusión es obvia según se deriva de la Ley Extrema de Gresham: Rivalizar con el dinero sólo es posible si la alternativa es de menos valor. ¿A alguien le resulta raro que en todo este asunto no se haya mencionado hasta ahora la vigencia de la esclavitud en pleno siglo XXI, así como la caza de brujas?
Consecuentemente, a todas luces la alternativa de la APP postkeynesiana no parece aportar nada nuevo, además de ser anacrónica. El problema no es la falta de empleos, sino la esclavitud. Y la propuesta de asalarización perpetua no es más que una forma elegante de reactualizarla y dignificarla, de legitimarla y legalizarla.