Topología de las letras europeas
Por Iñaki Urdanibia
Cualquier que se haya interesado estos últimos años por la literatura y haya frecuentado los suplementos culturales de los periódicos se habrá topado con el nombre de Mercedes Monmany. Hace casi veinte años, en 1997, publicó en Huerga & Fierro Editores, « Don Quijote en los Cárpatos» una recopilación de artículos en los que se presentaban diferentes escritores bajo el criterio de sus pertenencias geográfico-lunguïsticas: franceses ( 25) , anglosajones ( 14), centroeuropeos y del Este europeo ( 16), Rusia( 14), Israel( 7) y algunos casos a-islados ( 4).
Si el libro que señalo tenía un indudable interés para lectores en busca de pistas nuevas para conocer a otros autores, otros estilos, otras literaturas, ahora la empresa adquiere un nivel mucho más amplio, ya que en su actual « Por las fronteras de Europa. Un viaje por la narrativa de los siglos XX y XXI» ( Galaxia Gutenberg, 2015), que acaba de salir este mismo mes en rústica, más de trescientos son los escritores visitados. Este pez grande se ha comido al chico de hace unos años.
Como se señala desde el mismo título la zona abarcada es Europa, si bien ciertas referencias a escritores de otros lares se cuelan a lo largo de los ensayos que componen el voluminoso volumen. Doce bloques organizan a los autores presentados: Países nórdicos, Rusia, Irlanda, Gran Bretaña, Holanda y flamencos, la tradición alemana, Centroeuropa y los Balcanes, Israel y escritores yiddis, Francia y francófonos, Italia, Portugal y sus derivas brasileñas y africanas, Turquía. Evitaré en nombrar a los escritores para no agobiar a nadie convirtiendo estas líneas en unas páginas amarillas de escritores, si bien quisiera añadir que me atrevo a indicar que de los presentados no sobra ninguno y también es de justicia señalar que no faltan los esenciales ( ¿ tal vez Albert Camus, Paul Nizan, Marguerite Duras, Louis Aragon, Françoise Sagan, Annie Ernaux…en el caso hexagonal? También es verdad de todos modos, que todo no se puede abarcar y además están los gustos personales); siempre se puede mantener aquello de que seleccionar es cometer agravio con respecto a algunos, mas en esta ocasión teniendo en cuenta la magnitud de la mirada la tarea va bien servida, hasta los límites del exceso; en lo que hace a la presencia femenina son unas sesenta las que son analizadas, tan exigua presencia no se debe- que conste, por si falta hiciera- atribuir a una desatención de Monmany, sino que ella no hace sino reflejar el estado de la cuestión, que es la que es ( la falta de « habitación propia» de la que hablase Virginia Wolf, perduró en el tiempo, haciendo el «oficio de escribir»-del que hablase Cesare Pavese- una dedicación única y exclusivamente masculina; recuerdo en este orden de cosas, seguro que se podría recurrir a muchos casos más y seguramente más recientes, una biografía de la hermana de Simone de Beauvoir que hubo de combatir, a brazo partido, contra el ambiente familiar y del entorno para dedicarse a la pintura en vez de a las tareas de la casa…bastante tenían, sus progenitores, con soportar a la « rara avis» que fue la autora de «Memorias de una joven formal» compitiendo, rodeada de hombres, en su carrera de filosofía ) . Así pues, puede afirmarse sin echar mano de botafumeiro algunos que estamos ante un verdadero mapa, un riguroso catastro, un detallado atlas de las literaturas que se escriben a lo largo y ancho del Viejo Continente.
No hace ni decir que el libro de prácticamente mil quinientas páginas no es de los que se puedan, ni se deban, leer de una tirada a no ser que uno quiera caer en postura similar a la que tuviese Graham Greene, que confesaba leer , antes de acostarse, una entrada de la Enciclopedia Britannica; lo más cabal es que el volumen sea utilizado como libro de consulta, pues de cada uno de los escritores presentes se dan unas indicaciones acerca de su temática y modo de escribir que nos acercan a ellos, situándolos en el contexto debido; ha de sumarse a lo anterior, y la cuestión no es baladí, que de todos los escritores de los que se habla hay traducciones de Pirineos abajo.. La lectura resulta amena y no se mueve por los pagos de la jerga académica sino por las lindes del periodismo cultural. Vida, obra e historia se entrecruzan ofreciendo una completo panorama ubicador. Los escritores del estado español quedan reservados para otro volumen según anuncia la autora.
Si la obra guarda un medido equilibrio cierto es que la autora muestra cierta debilidad por los escritores irlandeses y también por los de mitteleuropa en este libro que se comporta al modo de las muñecas rusas y que, afortunadamente, no muestra empeño alguno en establecer algún tipo de hit-parade o en deslizarse en el campo de las valoraciones y las comparaciones, sino que –sin ser neutral, cosa harto difícil por no decir imposible, teniendo en cuenta que todo el mundo deja ver sus filias y más filias ( y lo digo ya que en la presente ocasión no hay lugar para fobias)- Monmany nos sirve de avezada , y motivada, guía para penetrar en los laberintos y entrecruzamientos de las diferentes identidades que pueblan el continente y señala pistas por las que podemos penetrar o evitar según los gustos o disgustos de cada cual.
No disimula la autora su amor al continente europeo y tampoco su concepción europeísta que le lleva a soñar con una cultura y un espíritu comunes, sin borrar las enriquecedoras diferencias, que pueden representar lo más presentable, parte de los « momentos estelares de la humanidad» de los que hablase el último de los europeos, Stefan Zweig; a distinto nivel del que usan los vanos discursos de las constrictivas instituciones europeas que venden sus uniones en base al euro y los intereses de quienes los poseen y/o los administran .
Como afirma Claudio Magris en la introducción del libro: « la escritura es testimonio, fuga, memoria, herida, salvación», y Mercedes Monmany aporta un abanico de pruebas