Roberto Esposito, repensar la política
Por Iñaki Urdanibia
Cualquiera que se haya acercado a alguno de los libros del profesor de filosofía en el Istituto Italiano di Scienze Umane de Nápoles y de Filosofía teorética en la Scuola Normale Superiore de Pisa, además de miembro del prestigioso Collège International de Philosophie parisino, y demás, Roberto Esposito ( Nápoles, 1950) habrá visto cómo el eje de sus pensar es la búsqueda de los términos esenciales en base a los que repensar la política: desde su – y me remito al orden de aparición, al menos de la traducción, de sus libros- « El origen de la política ¿ Hannah Arendt o Simone Weil? » ( Paidós, 1999) o su « Inmunitas. Protección y negación de la vida» ( Amorrortu, 2005), hasta su reciente « Personas, cosas, cuerpos » ( Trotta, 2017), pasando por sus « Bíos . Biopolítica y filosofía » ( Amorrortu, 2006), « Tercera persona . Política de la vida y filosofía de lo impersonal» ( Amorrortu, 2009)…sin olvidar su no traducido al castellano: « Termini della politica » ; tales términos sobre los que asienta su investigación son: comunidad, inmunidad, biopolítica; la vida versus la muerte en una constante búsqueda de una filosofía de lo impersonal. Revisión de esos términos desvirtuados por el uso, que tratan de mostrar el modo de “estar juntos” , huyendo de las visiones repetidas una y mil veces, como meros flatus vocis, para entrar de lleno en el análisis combinando los discursos teológicos, humanísticos o biológicos, y apuntando a los poderes institucionales que intentan crear un recinto que defienda del exterior, de la alteridad. No queda fuera de sus preocupaciones sino que pasa a ser uno de sus terrenos predilectos, las relaciones de la política y los cuerpos, por la senda abierta por Michel Foucault; por tal camino revisa la génesis moderna de la biopolítica, concediendo un interés esencial al estudio del nazismo como ejemplo paradigmático de la puesta en práctica del dominio sobre los cuerpos. Señalaba el pensador francés nombrado: « el nazismo ha sido sin duda la combinación más ingenua y más astuta – y esto debido a que los fantasmas de sangre con los paroxismos del poder disciplinario. Una puesta en orden el eugenismo de la sociedad, con lo que ella podía comportar de extensión y de intensificación de los micro-poderes., bajo la máscara de una estatalización ilimitada, se acompañaba de la exaltación onírica de una sangre superior; esta implicaba a la vez el genocidio sistemático de los otros y el riesgo de exponerse a sí mismo a un sacrificio total ». La biopolítica indicaba igualmente , según Foucault, supone la superación de la dicotomía Estado / Sociedad en beneficio de una gestión política de la vida. El poder en manos del soberano de la vida y la muerte pasaría al pater familias, trayectoria que no sólo preocupó a Foucault y al autor central de este artículo, sino igualmente a Giorgio Agamben ( con el concepto central de homo sacer) o Antonio Negri en su trabajo por poner en pie una « nueva gramática de lo político», por nombrar dos de los más destacados pensadores que han centrado no pocas páginas al estudio de lo que me refiero. De manera significativa la entrevista, mantenida con Antonio Valdecantos, con que concluye su último libro lleva el título de: «Entre el derecho romano y la sociedad del espectáculo». Por tales pagos el italiano ha ido realizando una travesía, acompañándose de Thomas Hobbes, Baruch Spinoza, Martin Heidegger, Hannah Arendt, Friedrich Nietszsche, Gilles Deleuze…con el fin de desbrozar ciertos términos huecos, a pesar de su grandilocuencia o por ella- como “persona” , rescatando la palabra del uso consagrado por Roma y por el cristianismo, y abriéndola a una comprensión más abarcante que sea extendida a los seres vivos , y que sea redimensionada en el seno del propio ser humano, aminorando la distinción establecida entre una parte racional y otra voluntaria que tiende a empujar a una de las partes a la animalidad, a la dimensión meramente biológica , asimilándole de este modo con lo inferior, desplazándole hacia lo animal y reduciéndolo al nivel de mero objeto. En este camino se dan incursiones como la bioética, las biotecnologías, y los medios utilizados por los gobiernos en sus luchas “ preventivas” , recurriendo para ello – aunque al veloz Byung-Chul Han le parezca algo caído en desuso- al lenguaje propio de lo sanitario.
El libro que ahora acaba de ser traducido, se divide en tres partes que corresponden a las tres palabras que constituyen el título de la suculenta obra. En primer lugar, se refiere al término persona que desde el derecho romano se ha tratado de distinguir netamente de las cosas, situando así a las denominadas personas a un nivel distinto y mayor, superioridad que se traducía en el propio derecho romano y que venía a suponer que algunos estaban dotados de tal máscara mientras que otros no estaban en su posesión por lo que pasaban a ser inferiores, no-personas, más cercanos a las cosas que se poseen, se venden, etc.; es decir: hombres y esclavos. Si fue el derecho romano-como señalo- quien jugó un papel fundador, la postura fue seguida y confirmada por el cristianismo con su neta división entre cuerpo y alma, distinción retomada por la filosofía occidental y su iniciador de su visión moderna, Descartes. Y ahí surge la pregunta, que se plantea Esposito, de cómo durante siglos unos humanos se han arrogado el privilegio de ser personas, negándoselo a otros seres humanos también.
En tal distinción se ha basado la totalidad del conocimiento occidental. Persona es el que puede poseer ( tener más que ser, que diría Erich Fromm), mas esta distinción necesaria entre quien posee y lo poseído es un estado no definitivo, ya que cada cual –siempre que sea considerado como persona- ha de luchar contra sí mismo para superar los rasgos de esclavo que en su propio interior anidan. Tal duplicidad –según el pensador italiano- también se da en la cosa, ya que es mero objeto al tiempo que está dotada de ciertas connotaciones significativas, ya que convertida en palabra , ésta última no alcanza a cubrir toda la esencia de la cosa ( no estaríamos lejos de la distinción kantiana entre fenómenos y cosa en sí, retomada por Edmund Husserl y su noúmenos); la tarea de Esposito va a ser la de desvelar la desreificación de las cosas que, en paralelo, a la despersonalización se ha asentado vía Platón ( y sus ideas) y por el propio lenguaje, sin olvidar obviamente el nivel económico . En este orden de cosas Esposito ha de vérselas con el fetichismo de la mercancía, y para ello entra en contacto con Marx, Benjamin y con Gilbert Simondon. Varios ejemplos de objetos, le servirán para explicar sus posturas: desde un bolígrafo de marca bien determinada a un anillo-alianza matrimonial que obviamente desbordan el significante que, en principio, parece otorgárseles.
Hay un tercer elemento, el cuerpo, que sirve de puente entre los dos anteriores, ya que el cuerpo no se sitúa enfrente de las cosas sino que nos une a ellos, en este terreno su guía va a ser Maurice Merleau-Ponty, y la propuesta mediadora del cuerpo ha de ubicarse en que éste es la piel que no une al exterior, situándonos a un nivel meramente biológico…con el acceso de la biopolítica el cuerpo pasó a ser objeto de la política y metáfora de la totalidad del orden político.
Si hasta las últimas páginas, Esposito nos ha conducido por pagos propiamente filosóficos, en las últimas páginas sus anteriores disquisiciones hacen tierra con la ocupación de plazas por cuerpos en rebeldía, y señala los peligros de que tales actos devengan en mero espectáculo en el que sean los líderes los que acaben repitiendo los tics que se critican, muy en concreto los relacionados con la representatividad que unos se otorgan , convirtiéndose en la voz de los otros; y ahí le toca el turno a sus puntualizaciones sobre nociones como individuo, pueblo, y la pluralidad equívoca o plurívoca que tales pueden encerrar .
Una tenaz labor, la del pensador napolitano, que persigue llenar de contenido crítico una serie de consagrados términos que están tergiversados / agotados por su uso y su abuso, y en ese sentido, es una llamada a ser consciente del ajustado empleo de dichas palabras, y su carácter inagotables, lo cual ha de suponer un “vaciamiento” – que se me permita la expresión- de muchos de los bagajes que se han ido acumulando en nuestras mentes , ya que –concluye Esposito- « ningún cambio real en nuestras actuales formas políticas es imaginable sin una alteración igualmente profunda de nuestras nociones interpretativas»