Partido Popular – Cómplices de la mentira
Por Nacho Ezquerro
Que un partido político salga en defensa de uno de sus afiliados de relumbrón, que retrase a sabiendas la toma de decisiones en lugar de imponer su renuncia de forma implacable, y que aduzca la corrupción generalizada para apoyar su continuidad, es una muestra de la degradación moral de la política y de aquellos que se autoproclaman como representantes de quienes los han votado. Ensucian el sistema -que muy limpio no está-, ensucian la democracia y no representan el sentimiento general de la gente decente. Rajoy nos tiene acostumbrados a ello. Desde el «Se fuerte..» hasta hoy, el capo, cuida de los suyos. Se refugia en la burocracia gubernamental, pero todos sabemos que siendo la cabeza corrupta de esa gran cloaca que se llama el PP, también tiene un prontuario cargado de dudas. También abunda la cobardía, seamos claros, muchos, de todos los partidos, jamás dirán no estar de acuerdo, para vivir de la tranquila sopa boba del funcionariado. Y en el PP, ser un cobarde te merita a triunfar.
No en vano, discos duros destruidos, y Bárcenas en la calle. Hay que comprar silencios y sino destruirlos. De ahí que no sean necesarios los indultos, porque la incapacidad de la justicia, su entrañable lentitud es comparable con la urgencia con que acometen los desahucios en connivencia con la banca.
El problema es que defender a los corruptos propios, se lo toman como una labor natural, cuando es desde todo punto de vista, una incoherencia entre los postulados que dicen defender (para engañarnos a los votantes) y la actitud que practican. Que el presidente, muy cuestionado por los famosos sobres, cuestionado por defender a los corruptos de sus propias filas, y su liviandad para con los que cometen actos impropios de funcionarios públicos en sus filas, parece que no se percatara que el mismo alienta el desorden, el mismo se desautoriza, así como pervierte el orden institucional que dice representar. Casi parece ser todo, una gran obra de teatro permanente, con la salvedad de que el pueblo, siempre paga las vidorrias de estos indecentes en el poder.
Un presidente que luego reclama el respeto a la constitución por parte de los catalanes que se quieren independizar, por lo cual, resulta muy difícil de comprender que quién se desautoriza a sí mismo, -no actuando con determinación y con tono ejemplarizante frente a los hechos que ensucian las instituciones-, esté capacitado para reclamar decencia a los demás, cuando no lo practica en su casa. Muchos independentistas lo son, en virtud de grado de desazón que genera esta España que es gobernada por un partido cuestionado permanentemente por su indecencia colectiva en sus filas. Del PP, no se puede pedir otra cosa que no sea hipocresía y mentira. Parece ser que quienes los votan, deben practicar el mismo estilo, porque hoy por hoy, tienen la capacidad de decirlo en las redes, de organizar una manifestación. Pero no lo hacen.
La mancha de aceite de corrupción que promueven en la sociedad.
Sin embargo, decir que el PP es solo quien practica esa indecencia, no sería justo. Es recordar años atrás a Felipe González acompañando a Vera y otros a la cárcel para hacerles el tributo del silencio. Es recordar a Zapatero indultando en el último día de presidencia a un banquero, que hoy día brida discursos y charlas. Digamos que, aprovechándose de ser funcionarios públicos, utilizan su cargo para cometer zorrerías e indecencias que luego, desde la oposición critican como si ellos no lo hubiesen practicado. Parece ser que el pueblo tiene una memoria acotada a cuatro años, y no recordamos cuando unos y otros se encargaron de cometer tropelías.
El problema es que, los medios en su acostumbrado peloteo al poder, alianzas económicas y tantas cosas que no sabemos, no nos retrotraen a memorizar las indecencias que hacen los políticos, monarcas, dirigentes sindicales y curia. Así nos va.
Es difícil encontrar gente en los partidos políticos, que dejando de lado las ideologías y el corporativismo político, resulte ser una ráfaga de aire fresco en el entorno público e invite a creer en ellos. Y si es decente, ya se encargarán algunos de comprar su complicidad a cambio de un favor o unos cuantos jamones. Una pena, que usen la «democracia» para, escudándose en ella, esquilmar los fondos públicos, salariazos, mordidas y privilegios.
Difícil es luego, pregonar la decencia, el actuar de forma correcta, pedir que la gente pague sus impuestos y creer en el valor del esfuerzo, cuando sus representantes políticos, cometen las bajezas, sin castigo. Difícil reclamar, lo que no se practica. Difícil creer en la justicia, siempre a los pies, de los ministros de turno, para hacerse con puestos en la judicatura, reconocimientos, y vivir del cuento.
Todo esto lo observa la gente, así, por televisión. La indecencia ya no se esconde, al contrario, levanta la cara y dibuja una sonrisa. Los corruptos, los Bárcenas, Rato, Cifuentes, González están en la calle, gracias a esta justicia tan efectiva con el pueblo llano (desahucios, títeres) y tan bisoña con los poderosos.
Es solo una casualidad.