[Para Santiago Maldonado] «Por cada anarquista muerto naceremos millones, que la rabia se desborde»
Fue la noche en que te conocí, por celular
─te conocimos─en agosto
nosotros, los nadie que sólo supimos esto:
─desapareció un pibe,
allá en el sur─
Y empezamos a difundir
a compartir
a preguntar
a saber de vos.
Y supimos de tu vida tan inmensa
Sos tatuador
sos anarquista
sos solidario hasta más no poder serlo
─y quedó esa huella, dolorosa huella de testigo─
Sos el pibe más chico de Estela
el menor de tres varones
Sergio y Germán.
Sos vegetariano
─deuda de muchos, con esto, me incluyo─
Como Penina ¿viste?
el Joaquín es vegetariano.
Manzanas y bananas encontró la gorra
en la pensión del albañil bibliotecario.
Y galletas saladas en los bolsillos, mordidas.
Nada más.
¡qué tipo subversivo, no!
En fin.
Supimos bocha de cosas sobre vos,
le temías al agua,
te impartía respeto,
como hija sagrada de la Pacha,
vos la respetás.
No así los sicarios que te obligaron a dejar
restos de tu ser desesperado ahí,
en aquello gélido y mortal del sur.
Supimos que tu familia te ama
que tus amigos te aman
que una mujer te ama
que cada lugar que visitaste
dejaste sin saberlo,
razones para reflexionar y re pensar.
Y te le quedaste adentro del pecho a muchos.
Supimos tanto pero tanto de vos,
que ahora no sabemos nada.
Nada sabemos de qué mierda pasó ese día
en esa puta ruta,
en esa barricada donde estuviste
junto a otros anarquistas
defendiendo el grito de dolor mapuche.
No sabemos por qué te acorralaron
si vos sos un pibe manso
─ojo, manso, jamás sumiso, son términos distintos─
No entendemos, chabón.
Y no lo entenderemos nunca.
Quiero escribir mil cosas
y solamente delirios me salen.
Flasheos ebrios del dolor, ¿sabés?
el alcohol jamás podrá siquiera,
alejarnos del desgarro que causa
pensar qué te hicieron
los gendarmes asesinos.
Hoy son diez meses de esa jornada donde la furia se apoderó de la sangre luchadora, y escapó junto al agua fría, helada, asfixiante en los lejanos sures.
Santiago, hoy sabemos que seguís estando con tu ceño fruncido y la sonrisa que abraza a todo aquel que ame ser abrazado.
Ya ves, somos los compas anarquistas, los que meamos fuera del tarro porque, al igual que vos, nacimos a contra mano del puto sistema.
Como vos, muchos queremos otro mundo,
uno que no lleve como tarjeta de presentación, la sucia moneda sino un abrazo de esos que parten al otro, de tanta ternura.
Porque te considero mi hijo, mi hermano, mi amigo, mi compa,
es que te dejo estas palabras, son todas sueltas y llenas de dolor, de rabia, de invocación a una venganza, que me molesta pensar. Pero qué decirte, falsa no soy, y pienso en eso muchas veces.
Esos gendarmes felices con sus familias, mientras vos…
No quiero seguir escribiendo, es un desastre atrás del otro, las maldades que el Estado genocida se manda. Al poco tiempo que te cercaron y obligaron a que la muerte se lleve tu ser, se cargaron a Rafa, también en el sur.
Luego se llevaron a Diego Villarreal, por una puta pizza que ni siquiera comió.
En Tucumán, la sucia policía asesinó a un nene de doce años, Facu. Y así, compa.
Una lista que ni quiero recordar.
Hoy te recordamos como cada día, desde ese uno de agosto del 2017.
Y lo seguiremos haciendo, pese a quien pese. Somos los encapuchados, los que olemos a nafta y humo, los que olemos a piedras contra la crueldad manifestada en sicarios armados y asalariados.
Somos la pesadilla del Estado, y los seguiremos siendo, por vos, por nosotros, por todo aquel o aquella que no pueda elevar la voz.
Es pretencioso, sí. Pero queremos llevar esa voz.
Vos encendiste la mecha, mi hermano, nos dejaste esta posta y la continuaremos, más allá del sucio Benetton y toda la troupe de forros que lo apañan.
Y cierro con la frase del tema de Diego Parodi─preso en Marcos Paz, por luchar con las manos. Sin armas mortales. Por protestar─
Él dice en su tema.
«Por cada anarquista muerto naceremos millones, que la rabia se desborde»
Vos, siempre en nuestro corazón. Nosotros no perdonamos, ni olvidamos.
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