Pablo Molano, una vida de compromiso
Por Iñaki Urdanibia
« Las revoluciones son verdaderas como movimientos, falsas como regímenes»
( Maurice Merleau-Ponty )
« Se dice que las revoluciones tienen mal provenir. Mas no se cesa de mezclar dos cosas, el porvenir de las revoluciones en la historia y el devenir revolucionario de le gente […]. La única posibilidad de los hombres reside en el devenir revolucionario, que es lo único que puede conjurar la vergüenza, o responder a lo intolerable »
( Gilles Deleuze )
Afirmaba Albert Camus, a modo de personal / colectivo cogito: me rebelo luego somos. Lejos de cualquier forma de receta pre-programada, o de apropiación de las luchas arrogándose la representación de un grupo, clase, o pueblo, por los funcionarios o comisarios de turno, el espíritu de revuelta, de superar los límites impuestos, de ir en la práctica más allá de lo consagrado por la sociedad bien pensante y sus reflejos plasmados en la ley, o las propuestas domesticadoras que tratan de encauzar las movilizaciones…y hallando en las propias luchas una comunidad de amistades basadas en afinidades electivas…Todo esto y mucho más quedaba encarnado en Pablo Molano, un colombiano de 35 años, que había estudiado filosofía, al llegar a Barcelona exiliado, con su madre, desde su país natal, tras previo paso por Cuba . Sus relaciones con los luchadores de su país parecen haberse contagiado ya que él que perduró en un permanente combate…genio y figura. Los diez últimos años de su existencia fueron un sin vivir, aunque él no estaría de acuerdo con la frase anterior ya que en su concepción, y su actividad, el compromiso y la vida eran uno y lo mismo. No hubo lucha u ocupación en la que no se dejara ver su animosa presencia: desde las movilizaciones contra los planes de Bolonia, que convierten la educación en una rama al servicio de las empresas, y promoviendo universidades libre como la de Rimaia, en medio de las asambleas del 15M, y participando en la fundación de diferentes experiencias colectivas y comunitarias, en las que la lucha, la amistad, la información y la formación se fusionaban, en una fuga de cualquier forma de espíritu gregario; ni en dioses, reyes, ni tribunos…
Santiago López Petit, que se codeó con él en diversas luchas y barricadas, le rinde homenaje en su « El gesto absoluto. El caso Pablo Molano : una muerte política» ( Pepitas de calabaza, 2018). El libro, no obstante, no se limita a retratar al suicidado, que también, sino que sirve para expresar un modo de hacer política, lejos de los cánones que toman esa participación como oficio para competir en el dominio institucional, lejos del mundanal ruido…de la plebe. Así, como digo, el profesor toma al homenajeado como modelo de dinamizador, de ser dispuesto a tirar siempre palante, animando a sus compañeros.
Los diferentes rasgos que van asomando a lo largo de las páginas son los propios de la autonomía, dejando de lado ciertas frivolizaciones a la hora de encarar el presente, ideas lanzadas desde las barricadas, allá en donde se fraguan lazos de amistad y solidaridad, sin obviar algunos de los motivos , económicos y sexuales, que hacen fracasar cualquier intento de comunidad; e irrumpe la probidad de la diferencia ante la repetición, que era plasmado en medio del combate por Pablo Molano cuando ante algunas muestras de desánimo mantenía que debían mantenerse en la lucha: nosotros a lo nuestro.
Podría decirse que el principio dominante es aquel que era el lema del Fausto goetheano: en el principio era la acción en vez del propio del amigo de Jesús, juan que mantenía que en el principio era el verbo, la palabra; este marasmo de acción, de acciones que era la forma de vivir que tenía el amigo elogiado, era l vida misma, vivida con tal intensidad que llegaba a desbordarse en sus ansias de ser llevada hasta el fin condujo a nuestro hombre a poner fin a su vida…decisión individual que López Petit amplía en su posible extensión , señalando que si quien tomó la decisión fue su amigo bien podría haber sido otros, o él mismo…abrumados por la grisalla social, por la enmuermante y asfixiante atmósfera de las sociedades domesticadas y dominadas por criterios impuestos por los poderes que atraviesan el tejido social en sus más ignotos recovecos, atravesando hasta los propios cuerpos…y almas, podría añadirse. Este cul de sac, es el que se ha de considerar, según el ensayista, no como excepción sino como consecuencia política; « Pablo tenía sencillamente problemas con la vida. Como tú, como yo. Como cualquiera que no se doblega y quiere vivir» [ acabo de leer al tiempo que acabo el libro que diecisiete mil personas de han suicidado en el estado español desde 2007 por causas económicas.].
La muerte del amigo provocó las páginas sintientes de este libro ante la sorpresa que sacudió al filósofo y a muchas más gente; fue cuando un día entrando en el Ateneo un compañero le dijo « podía haber sido yo o cualquiera de nosotros», esta fue la frase que funcionó como un trampolín para escribir estas reflexiones en las que se incide en la idea de que la sociedad es una máquina trituradora, y nosotros no somos sino piezas de tal dispositivo lo que hace que la situación sea oscura, a pesar de las llamativas luces de neón y otros reclamos que venden el mejor de los mundos posibles; mas no chapotea el combativo amigo del combativo muerto en las tinieblas de la vida reglamentada, sino que rodeado de esa negrura, vislumbra la luz y eso es lo que conduce a la lucha, a mantenerse en pie sin hacer caso a los cantos de sirena, que no son más que engañosos rostros de la servidumbre voluntaria de la que hablase el amigo de Montaigne, natural de Sarlat él; y si como decía el autor del Tractatus de lo que no se puede hablar es mejor callar…Santiago López Petit habla más ante el misterio del acto de levantar la mano contra sí mismo que dijera Jean Améry / Hans Mayer. Y es que la realidad es que pactamos con la vida, manteniendo una dignidad, una autenticidad, mas ese pacto puede romperse en la medida en que se apueste de manera radical , como lo hizo Pablo Molano por un todo o nada, lo que supone enfrentarse de manera desmedida, desatada contra el orden de cosas vigentes, tensando la cuerda hasta su ruptura, sucediendo lo que sucede en la feria de Valverde, en la que quien más apuesta más pierde, y eso conduce a chocar una y otra vez contra los límites de la realidad – como Wittgenstein chocaba contra los límites del lenguaje hasta producirse chichones-, límites de la dura realidad de la sociedad empapada de capitalismo…eso conduce, no obstante, a dignificar la propia vida haciéndose que se cumpla aquello que dijese el otro de que lo que no nos mata nos fortalece, y la fuerza y la dignidad son alimentadas por la propia lucha, que señala Santiago López Petit, y que reafirma recurriendo a las palabras – en bastardilla- del propio Pablo Molano: « hay que jugar / hay que investigar / hay que inventar/ hay que tirar el castillo de arena y volver a comenzar», en un permanente balanceo entre Prometeo y Sísifo, apurando la vida hasta sus bordes, hasta la consunción del último trago…mas sintiendo el vértigo de la muerte; viviendo siempre la vida en la cresta de la ola, sin caer en romanticismo ni pragmatismo alguno. Y…la vida mató a Pablo pues él era una anomalía y « una anomalía jamás será un superviviente». ¡ Así Pedro Pablo Alejandro Molano Romero! Que la tierra le sea leve, que seguro que sí.