Los dos ministerios franquistas de Vitoria
Por Francisco Góngora
El primer gobierno del dictador Franco fue constituido el 30 de enero de 1938, en plena batalla de Teruel. Burgos era la capital provisional y había sido la sede de la Junta Militar que había hecho de gobierno técnico desde el golpe de estado del 18 de julio de 1936. Con Madrid resistiendo todos los embates del ejército franquista, Franco decidió que había que ir normalizando la administración del país conquistado con sangre y fuego a los republicanos y para ello había que distribuir los 11 ministerios por las capitales que estaban en su poder. Dos de los departamentos tuvieron su sede en Vitoria. Concretamente, los de Educación y Justicia. Hasta un poco después del fin de la contienda, el 9 de agosto de 1939, Vitoria también fue capital del nuevo régimen surgido del levantamiento militar.
Aunque ese breve período de capitalidad compartida no ha dejado huella en la ciudad, sí lo ha hecho en las hemerotecas. Los periódicos de la época fechaban en Vitoria todas las decisiones y órdenes ministeriales que aprobaba el titular con un amplio despliegue informativo.
La sede del Ministerio de Educación Nacional fue la el edificio de la Escuela de Artes y Oficios. Al frente, fue nombrado el monárquico Pedro Sainz Rodríguez, un personaje de un gran peso político. El propio Serrano Suñer, cuñadísimo de Franco y verdadero hombre fuerte de aquel ejecutivo le dedica las siguientes frases: «Irónico, bohemio, erudito e inteligente». De tendencia liberal, estuvo contra la dictadura de Primo de Rivera, aunque luego se aproximó a la derecha. De manera despectiva se le llama ‘el ausente’ pero no por su paralelismo con José Antonio Primo de Rivera, sino por las veces que faltaba a su despacho. O sea, que no debió aparecer mucho por Vitoria.
Una de sus primeras decisiones fue nombrar a Eugenio d’Ors director de Bellas Artes. La polémica fue tremenda porque el titular de Orden Público, Martínez Anido, calificó al escritor como un separatista catalán. D’ Ors era una figura de las letras catalanas. Al director de Bellas Artes se le verá muchas veces por Vitoria aquellos años. El protagoniza la divertida escena con la conductora del coche oficial de la Comandancia Militar, María Esther Velasco, de la que inicialmente desconfió y posteriormente le mandó un ramo de flores, suceso al que nos referimos en la historia perdida ‘Mujeres en la Guerra Civil’.
Arte Sacro
Eugenio d’Ors organizó en Vitoria uno de los acontecimientos culturales más importantes de su historia, la Exposición Internacional de Arte Sacro, en mayo de 1939, a la que nos referiremos en otro momento. Tuvo lugar en el palacio de Villa Suso y a ella acudió entre otros el mariscal Pétain.
Hay dos cosas muy importantes que se deciden en Vitoria, dentro de la Escuela de Artes y Oficios. Una es la introducción del bachillerato clásicoy la otra es la devolución a la Iglesia de su papel privilegiado en la educación recortado por la República. Los falangistas no ven con agrado que la cartera se les haya ido de las manos y finalmente Sainz Rodríguezes destituido cuando Franco comprueba que sigue conspirando a favor de la monarquía.
El otro ministerio que tuvo su sede en Vitoria fue el de Justicia que ocupó una parte de la Diputación, concretamente lo que hoy conocemos como oficinas técnicas, a la izquierda de la plaza de la Provincia. Fueron viviendas mandadas construir por el arquitecto foral Saracíbar a finales del siglo XIX. En algunas de las puertas del antiguo zócalo, respetado en la polémica reforma de los años 90, todavía pueden leerse rótulos con referencias al momento: Intendencia Militar y Taller de Confecciones por debajo del nombre de la conocida tienda de Muebles Lespe. Lo cierto es que todos los edificios oficiales se utilizaron en el esfuerzo de guerra de forma polivalente.
Allí gestionó su departamento un carlista posibilista, Tomás DomínguezArévalo, conde de Rodezno. Nacido en Madrid en 1883, sin embargo, hereda de su padre la jefatura del carlismo navarro. En el juego de equilibrios políticos de todas las familias ideológicas que se levantaron contra la República, que manejó a su antojo Franco, este abogado y terrateniente representó al carlismo abierto a la unificación y al partido único que había combatido Fal Conde, líder de la línea ortodoxa y finalmente exiliado. Serrano Suñer admiraba a este hombre, «una personalidad destacada en el gobierno», que era «alto, de rostro afilado, con un gesto entre triste y burlón; con su ademán mezclado de solemnidad, indolencia y cortesía».
Fue un verdadero martillo pilón contra la República y jugó un papel importantísimo en movilizar a los carlistas, aunque algunos sectores tradicionalistas no le perdonaron su pacto con los falangistas.
Compañía de Jesús
Durante su mandato, el conde de Rodezno derogó la legislación de la II República para poner las bases de la dictadura franquista. Modificó el Código Penal, reintegró en sus puestos a los antiguos jueces, reconstruyó los Registros de Propiedad, derogó las disposiciones relativas al divorcio, matrimonio civil y condición de la mujer casada, y restauró la Compañía de Jesús. Fue el responsable de las prisiones y los campos de concentración.
Domínguez Arévalo fue también uno de los treinta y cinco altos cargos del franquismo imputados por la Audiencia Nacional en el sumario instruido por Baltasar Garzón, por los delitos de detención ilegal y crímenes contra la humanidad cometidos durante la Guerra civil española y en los primeros años del régimen. No fue procesado al comprobarse su fallecimiento. Su nombre ha sido polémico hasta fechas muy recientes, ya que hasta abril de 2016 tuvo una plaza en su honor en Pamplona, ahora rebautizada como Plaza de la Libertad.