La sociedad necesita héroes
Por Sergio Casal
Pero no hay buenos y malos: hay vivos y muertos; asesinados y asesinos; responsables y más responsables.¿Alguien recuerda el nombre de los cuatro niños palestinos que fueron alcanzados por un misil del ejército israelí mientras jugaban al fútbol en la playa? No. Ni el de los otros 516 que fueron asesinados durante los ataques israelíes del pasado año 2014 (datos de Amnistía Internacional). Ni de los miles y miles de personas que perecen en las aguas del Mediterráneo asesinadas por la inoperancia de las burocracias occidentales, que se niegan a asumir la responsabilidad histórica que tienen sobre las muertes tanto de los niños palestinos, como de los sirios, como de los de muchos otros países azotados por el resultado político de los intereses económicos de las mal llamadas democracias de Occidente sobre los países de Oriente Medio.
Y no es que la opinión pública sea la Inmaculada Concepción. También somos en gran parte cómplices ya que, en connivencia con la opinión publicada, tendemos a funcionar como generadores de símbolos, héroes y mitos. La sociología no deja lugar a dudas. Creamos historias que despiertan momentáneamente una conciencia que se apaga con la misma velocidad con la que prendió. El último héroe de la opinión publica/da es Aylan Kurdi, un niño sirio de tres años que, tras ser fotografiado muerto en una playa de Bodrum (Turquía), ha levantado oleadas de indignación mundial por la crisis humanitaria de los refugiados sirios. Las grandes cabeceras nacionales nos brindan titulares como: Las redes sociales homenajean a Aylan Kurdi (La Vanguardia). Y millones de personas conocen ya la historia de un niño que todavía no había comenzado a vivir. El morbo es insaciable y la imagen se reproduce millones de veces en millones de perfiles y de medios de comunicación. La difusión es imparable: se ha creado un símbolo. Y, ¿en qué cambia eso la barbarie? En poco, por desgracia. La solidaridad viene del compromiso político, de los Gobiernos que realmente se implican en buscar soluciones para este drama. Aylan será el icono fugaz de un momento de cibercabreo. El mundo necesita menos mitomanía y más gestos eficaces. Como comentaba hace unas semanas en este artículo para Politizen, vivimos en una sociedad en la cual «la estructura económica genera niveles de desigualdad que, lejos de estar siendo corregidos, nos están aproximando a una realidad con ciudadanos de primera y de segunda, perdiendo estos últimos su condición de ciudadanía de facto por no poder acceder a los mismos recursos y derechos que los primeros»: España celebra que, año a año, los datos del turismo mejoren a razón de hordas de bávaros que danzan entre balcones de la Costa Brava en considerable estado de embriaguez al grito de «Vivaaaa loret del maaaaar«; pero a la hora de facilitar un salvoconducto en Europa para las personas que vienen huyendo (repito, huyendo) de las bombas, las violaciones, los secuestros, del Estado Islámico –alimentado, por otra parte, durante años por las potencias occidentales con intereses en la zona–, no hay recursos, ni infraestructuras, ni voluntad. No hay solidaridad.
La carta de los Derechos Humanos se hunde en el Mediterráneo, junto con todos los principios que, en teoría, sustentaron la formación de la Unión Europea. Solidaridad, Justicia Social, Libertad. Son sólo palabras. Papel mojado. Y los trending topics, como las palabras, se los lleva el viento. Y miles de Aylans seguirán muriendo. Y, cada cierto tiempo,»nacerá» un héroe que nos curará en conciencia. Pero seguiremos muertos por dentro. Levantando fronteras inútiles en una existencia que, tarde o temprano, nos iguala a todos.