La razón del terrorismo
Las leyes fundamentales de la acumulación de capital u obtención de beneficios, obligan al poder capitalista a imponer en el sistema los medios e instrumentos de producción convenientemente eficaces, a fin de que se mantenga erguido sobre cualesquiera clases de sociedades productoras, sujetas al mismo o susceptibles de caer bajo la influencia de su campo de dominio. Campo sobre el que, en razón de la naturaleza esencial que determina la continuidad de su existencia, se ve forzosamente obligado a ampliar constantemente su espacio y el dominio, en el transcurso del tiempo.
Sin duda alguna, esas son, a la vez, las realidades condicionantes del capitalismo, como sistema económico y social; el de mayor imperio de los tiempos conocidos por el hombre. No obstante, como cualquier otro ser vivo de la Naturaleza, también este sistema se halla sometido a las leyes de la evolución natural. Como, por su carácter social, sólo podrá ser comprendido, y explicado al entendimiento humano, desde la óptica de la dialéctica materialista, aplicada, ésta, al estudio de la realidad dinámica de los movimientos político-sociales, sujetos, a su vez, a las leyes, físicas y elementales, de la acción y reacción de las fuerzas que los provocaron y provocan.
Bajo tales leyes, y condicionado inevitablemente por su necesidad intrínseca de la expansión de su campo de dominio, ante cualquier voluntad de poder que se le oponga en su avance, actuará, según su proceder natural, de la siguiente manera, sobre la consumación de estas fases:
- Donde la presión directa sobre la fortaleza del sujeto opositor no da resultados eficaces, rentables a corto plazo.
- Donde la promoción de aliados internos, con objeto de socavar por su base la fortaleza del sujeto, hasta derrumbarla, tampoco da los rendimientos buscados.
- Donde se toma, y se ejecuta, la decisión definitiva de arrasar indiscriminadamente la fortaleza del sujeto, mediante el uso de armas de destrucción masiva, para adueñarse, sin oposición prevista, del espacio liberado y así reorganizarlo de inmediato, contando para ello con los restos de la población sobreviviente, conforme a las leyes de la explotación rentable al capitalismo.
Naturalmente, en repuesta a las fuerzas portadoras de la muerte, por puro instinto de sobrevivencia, reaccionarán aquellas que, superado el ataque de la muerte, mejor hayan podido adaptarse para burlar el peligro de extinción. Pero, sobre todas, mucho más aquellas otras que hubieron sido previamente experimentadas en la lucha organizada contra el poder local, pero dominante anteriormente, por un igual para ellos, dentro de la fortaleza. Porque ahora, a pesar de haber sido reforzadas en su instinto de poder, e igualmente por ello, también se sienten frustradas y traicionadas definitivamente y, por tanto, sienten en mayor medida que la fortaleza haya sido devastada sobre ellos, con peligro de sus vidas y a costa de la realidad mortal de familias y allegados. (Ya se sabe que la pena –ante las muertes absurdas, causadas por otras vidas– es natural y profunda, pero más honda es la rabia, que produce, al nacer de la impotencia de no poder evitarla y la cual sólo encuentra alivio cuando sueña venganza, que no es menos natural).
Esas fuerzas, reaccionarias a la acción capitalista, continuarán impulsando el movimiento que hayan podido crear como efecto reactivo a la nueva situación de dominio impuesta desde el poder más reciente, y en tanto éste persista en ejecutar sus fines conforme a sus intereses. Pero, porque también son de humanas, y, por lo tanto, guiadas por otro saber social, no actuarán ciegamente, en ninguna dirección no sopesada o fuera del objetivo hacia el cual se dirigen sus acciones, por cuyos alcances se hallan determinados, al igual que, por los suyos, lo están los capitalistas. Y de aquí, también debe de ser que, cuando atacan al poder que les aplasta privándoles de sus vidas, lo hagan mediante la utilidad de las armas que disponen, y, buscando la máxima efectividad, golpeen a su enemigo del modo más racional; es decir, precisamente, allí en donde se halla la parte más débil del organismo enemigo, es decir, de su sistema de vida, por la base, continuamente, hasta lograr derribarle.
Lógicamente, lo mismo se entenderá que desde esta última parte surja también, por lo menos, otra tanta reacción a los golpes que recibe el mundo capitalista. Si no muchísima más, y sin medida, que así es la lucha de clases, aunque sea desigual en la fuerza de los medios.
MORALEJA: De nada vale engañarse. Ni lo intentes. Si la “Izquierda” no lo entiende, es porque no le conviene. Y, por esto, No Podemos.
Y, ahora, que aquí os quede dicho también, pero en verso, lo que arriba fue en prosa.
Un regalo de los tiempos ya pasados, rescatado para devolverlo a Kaos.
TERRORISMO O PODER
Por naturaleza humana,
no radica el terrorismo en la miseria,
ni en la pobreza
y el hambre.
Ni en ellos tiene su cuna,
ni su alcoba,
ni su audiencia.
Zapatero, terrorismo…
Lo que llamáis terrorismo no es la locura,
sino a la locura respuesta.
Te lo dice un terrorista,
del sentimiento
insaciable en el amor
a las ideas,
que se amamanta
y se nutre de la impotencia
frente al poder
que le niega,
que le anula
y envenena de sus venas
el sentimiento
de amor,
porque roba, mata o siega
cercenando
y devastando los campos
con Libertad,
en nombre de La Justicia
a la cual encarna ciega,
o de La Paz
que él ordena
fingiéndola verdadera,
y oscurece y aniquila de las mentes
–ya nacida
o cuando sueña
su libertad–
toda idea.
E. J. C. Plasencia, 2004