La italiana y Dios
Por Jose Luis Merino
Ella fue la joven, a quien el escritor italiano Cesare Pavese llamó reiteradas veces, sin obtener respuesta, antes de quitarse la vida.
Esa misma joven intervino en un coloquio literario en torno al Premio Nobel Eugenio Montale. El propio Montale recordó, años después, la anécdota en uno de sus libros: “La muchacha me preguntó si sabía dónde estaba Dios. Se lo dije”.
Tras el rodar del tiempo, la joven italiana conoció al escritor florentino Vasco Pratolini, y éste la tuvo presente en algunas de sus innumerables entrevistas: “La literatura es mi pan, como la acera para la muchacha prostituta”. En esa calle habitó la joven italiana.
En la puerta de atrás de su exigua habitación, oculta por un albornoz, rezaba una frase, escrita a mano: Una mujer cualquiera en un lugar como este es superior a cualquier hombre.
Finalizados cada uno de los trajines del oficio, la muchacha se envolvía en el albornoz y recordaba los pasajes venturosos de su niñez. Se veía pintando y la maestra preguntándole: “¿Qué estás pintando?”. Y ella le respondía: “Estoy pintando a Dios”. La maestra le recordaba: “A Dios nadie le ha visto”. Y ella le aseguraba: “Lo verás cuando lo acabe”.
Entonces lloraba a canales, y en ese momento creía ver a Dios en el surco de las lágrimas. Acto seguido se vestía, se pintaba los ojos y ponía carmín en su boca. Ya en la calle, volvía a ser de nuevo la muchacha de Pratolini.
[A la animante T. U.]