El mejor en el fracaso
Por Jose Luis Merino
El escritor estadounidense Thomas Wolfe (1900-1938) fue el campeón de la torrencial desmesura literaria. Intentó introducir la historia de la humanidad en sus libros. Su prosa fluye barroca e hinchada como un globo en vuelo al Infinito.
No se hable de Wolfe sin antes oír a su compatriota William Faulkner: “Considero que Wolfe es el primero, porque todos hemos fracasado; pero Wolfe ha sido el mejor en el fracaso, ya que trató extremadamente de decirlo todo al máximo. Lo que admiro de Wolfe es que hizo cuanto fue posible para que todo quedara dicho; estaba decidido a desembarazarse del estilo, la coherencia y todas las reglas de la precisión para tratar de poner toda la experiencia del corazón humano en la cabeza de un alfiler. Y eso es lo que consiguió hacer”.
Con la publicación de sus dos mastodónticas novelas, El Ángel que nos mira y Del tiempo y el río, Wolfe demostró no tener miedo a nada. Nada debía interponerse entre él y lo que quería contar. No admitía reglas ni estructuras, ni mucho menos cortapisas. Escuchaba cuanto le iba dictando su inquieto, ahondado interior, para pasarlo como salía al papel en un arrebatado vómito horizontal. Su vida de escritor estuvo aureolada por un fervor hacia el realismo y el simbolismo al mismo tiempo.
Si uno de los grandes escritores de la literatura universal, como William Faulkner, dice de Wolfe lo expresado más arriba, sobran estériles añadiduras (incluida la mía).
[Acerca de W. Faulkner: en el discurso de recepción del Premio Nobel de Literatura 1982, concedido a Gabriel García Márquez, el escritor colombiano reconoció a William Faulkner como “Mi maestro”]
[Acerca de T. Wolfe: mientras escribía estas líneas semanales, mi amigo, el crítico de cine Anton Merikaetxebarria, me habló de una película, titulada El editor de libros, donde casualmente uno de los protagonistas corresponde a la figura del volcánico escritor Thomas Wolfe. La trama del film discurre en torno a la biografía del editor Max Perkins, uno de los grandes forjadores –apenas conocido para el gran público– de la historia de la literatura norteamericana. Se le atribuye haber sido descubridor de escritores, tales como F. Scott Fitzgerald, Ernest Hemingway o el citado Thomas Wolfe, entre otros]