El fracking y el agua: una extraña pareja
Lejos de haber solucionado esta trascendente cuestión, podemos afirmar que la situación, 12 años después, es francamente peor. En 2009, la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) confirmaba que en numerosos lugares de Europa el uso que se hace del agua es insostenible, y brindaba recomendaciones para un nuevo enfoque en la gestión de los recursos hídricos. Recientemente, la FAO ha confirmado que “la escasez de agua pone en riesgo la producción de alimentos”[2]. Las temidas “guerras del agua” están llamando a las puertas de casa. El fracking se sitúa en todo este contexto y debate con voz propia, incidiendo negativamente en la problemática del agua en varios aspectos que trataremos de desarrollar en este artículo.
Inicio y expansión del fracking
En ese mismo 2003, la industria de extracción de hidrocarburos dudaba sobre el éxito de las nuevas técnicas de extracción que se estaban desarrollando en EEUU. Algunos años antes, la empresa Mitchell’s Energy había conseguido la primera operación rentable a base de perforaciones horizontales y fracturación hidráulica de roca con gran volumen de fluido, combinación de técnicas que se empezaría a conocer como fracking y que permitía extraer unos recursos que hasta ese momento se habían considerado subecononómicos (no rentables).
A pesar de los avances, la rentabilidad aún era muy ajustada y el recién nacido fracking no terminaba de despegar. Así, la Administración Bush tuvo que aprobar, en 2005, una nueva ley de política energética para allanar su camino. Una ley que, entre otros aspectos, aborda cuestiones relativas al agua, estableciendo importantes exenciones en el cumplimiento de las dos principales leyes de protección del agua, la safe water drinking act (SDWA) o ley del agua potable limpia y la clean water act o ley del agua limpia. La externalización de los costes medioambientales facilitada por el empujón legal, sumado al contexto de precios energéticos crecientes catapultó la producción a través del fracking (en primera instancia extrayendo gas, para añadir después la extracción de petróleo), desde su Texas natal hasta expandirse por toda Norteamérica antes de iniciar su asalto internacional. Manteniendo en todos los lugares una relación extremadamente problemática con el agua.
Fracking y consumo de agua
Esta técnica extractiva demanda grandes cantidades de agua, suponiendo una presión considerable en los suministros locales y regionales. La utilización del agua, tanto superficial como subterránea, puede comprometer las actuales y futuras reservas. Si bien cada zona a fracturar presenta sus especificidades, el fracking siempre utiliza elevados consumos por pozo y realiza multitud de perforaciones debido a la dispersión geográfica del recurso a extraer. Si los planes anunciados para el País Vasco (extracción de 185 millardos de metros cúbicos de gas) se hicieran realidad debiéramos contar con la realización de entre 2.000 y 3.000 pozos.
Según las previsiones anunciadas por la empresa perforadora, estaríamos hablando de 35 millones de litros por pozo, a multiplicar por la cantidad total de pozos, lo cual nos deja un volumen más que considerable a tener en cuenta. La recuperación del fluido inyectado es también variable, quedando buena parte del agua utilizada en el subsuelo. La calidad del agua que retorna será otro gran problema de la industria.
La contaminación del agua
Además del sobreconsumo generado, el fracking tiene otros impactos en el medio hídrico. El agua inyectada a presión en los pozos va acompañada de numerosos productos químicos. Entre los productos utilizados, muchos presentan algún tipo de riesgo grave: productos prioritarios, según la UE, por posibles efectos sobre el ser humano y el medio ambiente, productos investigados por bioacumulación y toxicidad; riesgo de daños agudos o crónicos para la salud humana o los organismos acuáticos; químicos cancerígenos, mutagénicos, o con efectos sobre la reproducción. Además de la contaminación por los productos inyectados la propia fracturación puede liberar metales pesados y productos radiactivos dependiendo de las características del subsuelo.
El listado de casos de contaminación de agua por operaciones asociadas al fracking es muy numerosa y a estas alturas está suficientemente estudiada y contrastada, con problemas que van desde escapes y filtraciones de fluido de fracturación en superficie a problemas de fugas por falta de estanqueidad, pasando por filtraciones y/o evaporaciones desde balsas de recogida de residuos, accidentes en el transporte de los mismos o contaminación por metano de agua potable. Problemas que terminan afectando a las aguas superficiales y subterráneas.
Es importante recordar que las aguas subterráneas son utilizadas para las actividades agrícolas, para el consumo doméstico y están interconectadas con la superficie en diferentes puntos. Un agua contaminada intoxica los suelos, limita la producción agrícola, genera riesgos para los animales silvestres, ganado y personas, y por tanto pone en peligro nuestros alimentos y la viabilidad de nuestra agricultura.
El movimiento contra el fracking y las advertencias sobre el agua
Desde su origen, la movilización contra el fracking ha interiorizado la problemática del agua como una de las cuestiones clave a la hora de sensibilizar a la población frente a esta peligrosa técnica que se está intentando abrir paso en nuestras comunidades. Simbólicamente, “Fracking EZ” realizó su primera acción de protesta en la calle precisamente en el día mundial del agua, allá por 2012, un frío 22 de marzo en el que alcaldes de toda Europa se reunían en Vitoria-Gasteiz, irónica capital “verde” europea, con la amenaza del inminente inicio del fracking en sus límites municipales. Las más de 400 charlas y conferencias sobre fracturación hidráulica dadas en todo el País Vasco y alrededores siempre incluyeron alguna anotación sobre la amenaza respecto al agua, y llegamos a bajar hasta las entrañas de la tierra para denunciar la necesidad de mantener intacto el acuífero de Subijana, que iba a ser atravesado por los pozos de exploración de gas mediante fracking. Un acto de protesta subterráneo, por cierto, con brindis de agua limpia incluido.
La movilización popular, que llevó más de 100.000 firmas al Parlamento para paralizar el fracking, consiguió que en la ley aprobada en junio de 2015 se insertara un artículo específico para proteger los acuíferos, incluyendo la prohibición expresa de utilizar esta técnica extractiva en zonas de vulnerabilidad de los mismos. Y hasta la Frackanpada (acampada internacional contra el fracking realizada en julio de 2015) tuvo un guiño, recreando artísticamente un Eguzkilore[3] de protección en los mismos lugares que quieren comenzar a fracturar, simbolizando la protección de la tierra y del acuífero que está debajo de la misma.
La situación futura en torno al agua tiene un panorama muy negro. La implantación del fracking en nuestro entorno, más y menos cercano, supondría elevar el nivel del riesgo del futuro del agua y de todo amalurra[4] que se nutre de ella.
Mikel Otero Gabirondo e Itziar Amestoy Alonso, integrantes del movimiento contra el fracking de Euskal Herria “Fracking EZ”.
Artículo publicado en el nº68 de Pueblos – Revista de Información y Debate, primer trimestre de 2016.