El desmantelamiento de la ‘jungla’ de Calais avanza pese a focos de resistencia
Con la enviada especial de RFI a Calai, Alice Pozycki
Patrullas de los servicios del Estado golpean a las puertas de los albergues, abren las ventanas. Escoltadas por la policía, tratan de convencer a los migrantes que aún se encuentra allí de dejar la “jungla”.
Ajmal toma el papel que le tienden, indicando que debe partir. El joven afgano lleva una túnica negra. Su objetivo es ir a Inglaterra. “Si acaban con la ‘jungla’, entonces dormiremos en la calle”, promete.
El joven está convencido: “Si 2.000 personas se niegan a partir, podremos quedarnos aquí. La policía no podrá controlar a 2.000 personas, dirán que nos podemos quedar en la ‘jungla’”.
Los voluntarios tratan de salvar lo esencial antes de la partida
El desmantelamiento de los primeros refugios empieza. Un poco más allá, para las asociaciones empieza la cuenta regresiva. Un voluntario empuja un carrito repleto de mantas. “Hay que tratar de recuperar muchas cosas antes de tener que salir”, explica una mujer.
“Salió tan caro, y hay tanta gente que no tenían dinero y que dieron… Hay que respetar a todos estos chicos que hacen trabajo humanitario, que arroparon a esta gente”, agrega.
Junto a ella, un inglés desmonta una cabaña para recuperar la madera antes de que sea destruida. Durante ese tiempo, desde el inicio de la tarde, se desataron varios incendios en la barriada. Los fuegos se intensificaron durante la noche.
Los bomberos intervienen protegidos por la policía
Al final explotan dos garrafas de gas, obligando a varias personas a alejarse a una franja de 100 metros, una zona franca al oeste del campo al borde de la ruta portuaria.
Un migrante sirio resulta levemente herido por la explosión de una garrafa. Será transportado al hospital por una herida en los tímpanos, según la prefectura de Pas-de-Calais.
Durante la noche, los incendios son combatidos por los bomberos de la región. Los acompaña la policía. ‘No han tirado piedras y tuvimos que intervenir con las fuerzas de policía”, cuenta un bombero en el lugar.
Informaba ayer Cubadebate:
Armados con sierras eléctricas y maquinaria pesada, equipos de remoción de escombros comenzaron a demoler las chabolas y tiendas de campaña que albergaban a los migrantes del campamento de Calais en Francia.
Hasta el pasado domingo, en ese lugar, se hacinaban en condiciones infrahumanas entre 6 mil a 8 mil migrantes que buscaban cruzar a Reino Unido.
Antes del inicio de la demolición, voluntarios y funcionarios pasaron por cada uno de los refugios de fortuna para asegurarse que estaban vacíos.
Cientos de inmigrantes residentes en el campamento, muchos de los cuales llevaban todas sus posesiones en mochilas, pasaban entre las filas de policías al exterior del lugar para ser procesados y montados en autobuses que les transportarán a alojamientos temporales en toda Francia, al comienzo de una masiva operación para demoler el lugar.
Algunos se mantenían calientes junto a pilas de basura ardiendo en el campamento, un sucio terreno que se ha convertido en símbolo de las fallidas políticas migratorias de Europa, mientras los estados miembros discuten sobre quién debe recibir a los que buscan asilo y a los inmigrantes económicos.
Para muchos de los inmigrantes que huyen de la guerra y la pobreza en Siria, Afganistán y otras zonas de conflicto, el cierre de la “Jungla” significa el final de su sueño de llegar a Gran Bretaña, que queda a una corta pero tormentosa distancia separada por el mar.
“Sabemos que la Jungla se acabó”, dijo Aarash, un afgano de 21 años, mientras se encaminaba hacia el hangar en el que los funcionarios migratorios procesan a los inmigrantes. “Veremos si podemos montarnos a un autobús hoy, pero queremos una buena ciudad, como una cerca de París. Si no podemos ir allí volveremos a la Jungla”, agregó.
Hasta el martes por la tarde, más de 3 mil migrantes habían sido evacuados, en el segundo día del operativo de desmantelamiento decidido por el gobierno francés con fines “humanitarios”.
Los migrantes, la mayoría afganos, sudaneses y eritreos, que abandonaron sus países huyendo de conflictos y de la extrema pobreza, fueron trasladados en autobuses a centros de acogida repartidos en todo el territorio francés.