[Desde Perú] El pueblo peruano en medio de la orgía de corrupción
El 2017 se puede definir bajo la sentencia de Manuel Gonzales Prada: “El Perú es un organismo enfermo: donde se pone el dedo, brota el pus” (2005: 120). Pues, si damos un vistazo rápido a la secuencia de hechos, daremos con la respuesta: la corrupción está anegando la política, y esa política está anegando al Perú. Doy por entendido que me refiero a la “política criolla”. La cual fue llamada así por José Carlos Mariátegui[1].
Y es que más allá de lo que nos informan, proclaman y sentencian; no sólo es acaso la larvada forma de proceder de la “clase dominante” la que infesta a este “organismo”. Si no, es su génesis: el neoliberalismo. Éste sigue campeando, y con él también su proceder angurriento y dadas las cosas como las describo, es necesario decir que en el Perú el neoliberalismo más recalcitrante lo encarna un partido que ahora se encuentra en el ojo de la tormenta: Fuerza popular. Partido que reivindica la figura de uno de los dictadores más nefastos de América Latina, Alberto Fujimori[2].
Lo cierto es que el rechazo no ha tenido la contundencia esperada. Y creemos que más que otra cosa, es por lo cínico del aparato gubernamental, por ejemplo, con la forma de actuar frente a la protesta social[3]. Cosa que no ha de sorprendernos, pero sí de denunciarla. La criminalización de la protesta social se ha ido enraizando cada vez más. Los episodios de derramamiento de sangre casi –desde la instauración del neoliberalismo, que damos como fecha 1993, cuando se cambió la constitución– podrían formar una enumeración extensa.
Sin embargo, podemos ser radicales (ir a la raíz), y ver que la boca por la cual emana a raudales la desgracia que produce la “política criolla”, enfatizamos, es el neoliberalismo. Su fruto se ve en los partidos que han asumido el gobierno, quizá ya desde el 2000. Fecha que, si la ponemos en la balanza de la historia, parece no haber significado nada. Se continuó con los atropellos y con las privatizaciones. Y que a diecisiete años después, nos parece haber aumentado el problema. “Odebrecht”, el destape de este caso de contubernio (de corrupción), no solamente significa que hay grandes ladrones, sino que es culmen de todo un proceso de extrañamiento, de explotación y de expoliación. Podría decirse.
Nos podría parecer demasiado fatalismo, pero es así, aunque no tenga que ser así. Poniéndonos a reflexionar lo que sucede por estos lares, es una muestra clara, también, de lo que está sucediendo en el mundo; hay una especie de tormenta que se está avecinando. No queremos pecar de sentenciosos, pero suponemos que ahí donde se calla lo evidente, es porque se mira con las gafas de la dominación. Y este escenario ha traído a colación, en los debates y polémicas, toda la historia del país, pero más aún los últimos 25 años. Veinticinco años en los cuales se han sumado nuevas generaciones instruidas bajo las directrices del sistema neoliberal, las cuales, totalmente alienadas, no les incumbe lo que debería incumbirles. Esto quiere decir: es como vivir en el marasmo. Es como si con la dictadura de Fujimori se hubiera hecho una especie de “revolución cultural” para crear al sujeto en el cual se vierta el contenido ideológico (neoliberal), sin que éste muestre resistencia.
Lo escrito hasta aquí se comprueba en el actuar del partido que ahora tiene mayoría parlamentaria. Diría que la fórmula es la siguiente: la totalización de los mercados[4], totaliza a la política –la corrompe–, y ésta a partir de ahí hace posible el funcionamiento del mercado totalizado. Así funciona la ya denominada “política criolla”. Esta totalización, nos trae dosis de autoritarismo. Se totaliza el mercado y, por lo tanto, se pone autoritaria la política neoliberal. Ejemplo de ello, es cuando vimos al presidente del congreso, Luis Galarreta, prescindiendo de debate alguno al lanzar la propuesta de investigación al fiscal de la Nación. Como respuesta, los fiscales de américa latina se pronunciaron respaldando al Fiscal de la Nación Pablo Sanchez.
Al totalizarse el mercado –y, por lo tanto, “la política criolla”– vemos como resultado la dominación. En el Perú dominado, jamás nadie en el poder se atrevería a decir: “nosotros ejercemos un poder obediencial”[5]. Ni nadie, en esas circunstancias, se atrevería a declarar: “la fuente del poder es el pueblo”. Lo cierto es que ambas posturas que se complementan, y atacan a sus opuestos. Pues de la totalización de los mercados –y por ende del saqueo– sale lo siguiente: “nosotros somos los gobernantes, no tenemos que rendir más cuentas que a dios [mercado]”. Y, también: “la fuente del poder es la institución” e instauración del dios [dinero]. Y, por ende, se desprende que mediante la figura de la alienación es que la inversión se hace carne, aunque sea algo totalmente abstracto.
Por consiguiente, no es gratuito lo que se vive en estos lares. Es la raíz que se hace notar emanando de debajo de la tierra, donde pretendía yacer oculta. Seguramente por eso algunos dicen que seguimos en los noventa; lo dicen como para traer al imaginario una época de orgía de corrupción. De suerte que se dice, pero de mala suerte que no se enfatice ni menos que no se manifieste lo siguiente: que los noventa significa el auge del neoliberalismo en el Perú. Y que lamentablemente los años siguientes hasta nuestros días, son los días del padecimiento bajo el yugo de la clase dominante. Y quienes lo padecen, son precisamente aquellos que podrían sentir horror de su situación para luego, viendo su ignominia, se revelen.
El Perú y el eterno retorno de la política orgiástica
Para que cada sistema y si es un sistema de explotación y dominio, sea aceptado, necesita primeramente crear al sujeto que lo acepte. Esto lo vivimos, con las dictaduras. El sujeto fruto de aquello, es aquel que aún no ha tomado partido, ni menos, siente horror de su situación.
Para que el sistema esté campeando, y con él su proceder político, es necesario tener a quien lo acepte y de por naturales las prácticas de contubernio que vemos en nuestro país.
Sin cumplir esos requisitos, se cuestionaría todo lo que aquí tendría que ser cuestionado. Sin embargo, sometidos a un largo letargo, no podemos concebir el hecho de ver nuestra ignominia más ignominiosa. Y en estas circunstancias, tendría que ser así, pues salir a reclamar implicaría qué reclamar. Esto lo digo porque mientras sólo se utilicen “juicios éticos” para criticar lo que se vive, regresaríamos al panorama que vemos desde hace mucho tiempo; es decir, verter las esperanzas en individuos mas no en el bloque social de los oprimidos, ni en una nueva forma de concebir las cosas. Una nueva forma pensada desde la víctima, y ya no desde el poder, que hará todo por seguir manteniéndose impune, recurriendo a cualquier cosa para salvarse.
Este seis de diciembre se tiene planeada una marcha de rechazo a la corrupción, y por ahí salen voces arengando consignas como “¡qué se vayan todos!”; consignas que me hacen recordar un movimiento bautizado con ese nombre en Argentina. Es posible que la situación de Argentina de aquel tiempo no sea similar a la nuestra, pero lo cierto es que hay un hartazgo palpable en cierta parte de la población. Porque no todos aceptamos a la política concebida como dominación, ni mucho menos. Esta es la forma que ahora se tiene de gobernar, y es nefasta. Pero sin embargo hemos tratado de buscar el porqué de esta política concebida como dominación y llegamos a la cuenta de que es producto del modelo neoliberal, del sistema. Por lo tanto, mientras no se exija –junto con el rechazo a la corrupción– una forma más proba de concebir la política y por lo tanto de sistema, creo que caeríamos en un eterno retorno de política orgiástica. Cosa nauseabunda, pero de la que lamentablemente no se ha podido salir, por ahora.
Ayrton Trelles
Centro de Estudios Disenso
Bibliografía
- Dussel, Enrique. (1994). 1492. El encubrimiento del Otro. La Paz: Plural.
- Dussel, Enrique. (2010). 20 tesis de política. Caracas: El perro y la rana.
- Gonzales, Manuel. (2005). Pájinas libres. Lima: El Comarcio.
- Hinkelammert, Franz. (1998). El grito del sujeto. San José: DEI.
- Mariátegui, José. (1974). Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana. Lima: Amuta.
Referencias electrónicas
- Redacción La Republica. (2017). Para Karina Beteta, la renuncia de Alberto Fujimori por fax “fue lo mejor”. Recuperado el 22 de noviembre de 1017, de La república Sitio web: http://larepublica.pe/politica/1148680-para-karina-beteta-la-renuncia-de-alberto-fujimori-por-fax-fue-lo-mejor
2. José Saldaña Cuba. (Consultado el 2 de diciembre de 2017). Leyes y criminalización de las protestas contra industrias extractivas. 2 de diciembre de 2017, de Ideele Revista Nº 273 Sitio web: http://revistaideele.com/ideele/content/leyes-y-criminalizaci%C3%B3n-de-las-protestas-contra-industrias-extractivas#comment-form
NOTAS
[1] Mariátegui dice: “Desde 1918, nauseado de política criolla, me orienté resueltamente hacia el socialismo, rompiendo con mis primeros tanteos de literato inficionado de decadentismo y bizantinismo finiseculares, en pleno apogeo” (1974: primera solapa). Damos por entendido que por “política criolla” es aquella que atenta contra el pueblo. Ahora quisiera apoyarme en otro pivote para entender el papel del criollo desde la liberación del imperio español: “[…] De hecho, fueron los “criollos” los que monopolizaron el poder en los nuevos Estados nacionales. El “pueblo” que se opuso a las metrópolis ibéricas se dividió.” (Dussel, 1994: 161). Entonces, ahora podemos entender el contexto en el que Mariátegui habla de la náusea sentida por aquella política, la cual siguió enquistada –desde la independencia– en el gobierno de José Pardo y Barreda que va de 1915 a 1919. En ese gobierno se comenzó a reprimir las luchas del pueblo. Cosa que ahora la seguimos viviendo, y es cosa común para la contemporánea “política criolla”, que sigue enquistada, y peor aún, enquistada en el pensamiento.
[2] Por ejemplo, eso se ve en el hecho cuando sus congresistas tratan de distorsionar la historia, me refiero a la declaración de Karina Beteta cuando dice que Fujimori no quiso aferrarse al poder, por eso renunció. Esto nos demuestra el cinismo de quienes, valiéndose de lo que sea, tratan de reivindicar a un Dictador. Véase: http://larepublica.pe/politica/1148680-para-karina-beteta-la-renuncia-de-alberto-fujimori-por-fax-fue-lo-mejor.
[3] Esto es fácil de detectar, por ejemplo, cuando criminalizan la protesta social frente a la industria extractiva. Véase: http://revistaideele.com/ideele/content/leyes-y-criminalizaci%C3%B3n-de-las-protestas-contra-industrias-extractivas#comment-form
[4] Junto con la “totalización de los mercados” también hacemos énfasis en el neoliberalismo y la globalización, los cuales ponen en abierto conflicto al capital contra la vida. Esto, nos dice Hinkelammert (1998), crea una distorsión: “las relaciones mercantiles totalizadas distorsionan la vida humana y, por consiguiente, violan el bien común.” (305). Además, agrega a esto, para culminar con el panorama de “totalización del mercado y su lógica”: “El sistema actual se dirige por un proyecto que es anunciado como el proyecto de globalización. Más preciso sería hablar de un proyecto de totalización del mercado y de su lógica. Este mercado es enfocado desde el punto de vista de la empresa mundial, y el proyecto es un proyecto de fluidez de los mercados desde la óptica de esta empresa mundial” (308).
[5] Con poder obediencial Dussel se refiere a aquel que “manda obedeciendo”. Esto quiere decir, es el poder pero visto como servicio que toma a la “política, en su sentido más noble, obediencial, es esta responsabilidad por la vida en primer lugar de los más pobres. Esta exigencia normativa fundamental constituye el momento creativo de la política como liberación” (2010: 114).