De hombres y animales
Por Iñaki Urdanibia
Mucho se discute sobre los animales, que si tienen derechos, que si no los tienen, que todo eso del maltrato animal no son más que pamplinas para despistar al personal de los temas que realmente importan. No seré yo quien pretenda entrar en los diferentes factores ( míticos, religiosos, éticos, antropológicos, etc.) que se entrecruzan a la hora de abordar el tema, me moveré en un terreno más pudoroso, por atenerme a lo elogiado por Alessandro Dal Lago y Pier Aldo Rovatti. Sí que, no obstante, partiré de varias afirmaciones que, a mi humilde modo de ver, resultan indiscutibles: vaya por delante que en la visión bíblica Dios creo a los animalicos y toda la copla y al final como culminación de su obra: al hombre a su imagen y semejanza, se establecía así una clara jerarquía que ha perdurado: unos seres tienen alma , los otros no de modo y manera que los primeros pueden hacer de lo segundos, y de la naturaleza entera, lo que les rote, siguiendo la prescripción divina: « creó Dios al hombre a imagen suya y echóles su bendición y dijo: creced y multiplicaos, y henchid la Tierra, y enseñorearos de ella y dominad a los peces del mar, y a las aves del Cielo, y a todos los animales que se mueven sobre la tierra» ( Génesis, I-27). Por la misma senda se han movido las más sagaces mentes de Occidente desde Aristóteles que subrayaba la superioridad del hombre por caracterizarse por su “animalidad política” hasta René Descartes, pasando por Giovanni Pico della Mirandola; consideraba el cartesio que consideraba a los animales como máquinas a diferencia de los humanos que además de cuerpo ( res extensa) estaban compuestos de alma ( res cogitans); la huella de estos grandes pensadores ha marcado, y marca, muchas de las ideas que hoy permanecen como verdad consagrada e indudable . Siendo una máquina, no hay dignidad que valga, sino que se puede hacer con ella lo que se quiera para que funcione a gusto del dueño de la creación, por orden divina, si lo desea puede emprenderla a martillazos como antes -ahora la cosa resulta más sofisticada- se acostumbraba a hacer en los garajes con los coches. No martillo, pero en una de las fiestas más extendidas y celebradas en la piel de toro ( precisamente) y aledaños, se usan banderillas, lanzas y estoque, y si falta hace la puntilla…luego aplausos y pañuelos, orejas, rabo, y demás…y algunos a comerse después los cojones del toro empanados.
No entraré, al menos a fondo ( alguna vez he dedicado algunas líneas al tema: https://archivo.kaosenlared.net/vivan-los-toros/
https://archivo.kaosenlared.net/venga-vamos-a-matar-unos-toritos-ay…/ ) en el tan manido y permanente debate sobre la denominada fiesta nacional, aunque la verdad es que hablando de maltrato animal esa fiesta es el paradigma más espectacular y sanguinario, mas sí que desearía señalar que a veces se argumenta en un salto mortal y medio ( pseudo)lógico, que también se mata a los animales que nos comemos; cierto, pero no hace falta darle muchas vueltas a las meninges para afirmar que no es lo mismo matar para comer que matar por montar un espectáculo para gozo de una peña de gañanes y gañanas. Nadie que yo sepa va al matadero a ver cómo hace la faena el matarife de turno, a aplaudir, a jalearle, etc., etc., etc. En este orden de cosas sí que se puede señalar que aún no teniendo derechos ( ya que no tienen deberes, tercia de inmediato el espabilado desde la grada) si que para cualquier espíritu mínimamente delicado no hay – o no debería haber- derecho a gozar maltratando y torturando a los animales ( el toro, reitero, como ejemplo más desatado)…dos cosas diré al respecto: una, que como se cansa de repetir – en un desbordamiento de originalidad y creatividad- un filósofo zascandil, los toros viven como reyes, como jubilados alemanes en tierra mediterráneas…con el único problema de los últimos años de su existencia ( ¡ ley de vida, o de muerte! ); vaya, que yo sepa a tales señores y señoras nadie les pone banderillas ni les maltrata, sino que la vida se les gasta ( como a todo dios) y eso les lleva a ciertos males finales, no sucede lo mismo con los toros que son preparados – con golpes a modo de educación en la supuesta bravura, transportes infames…- antes de llegar a la plaza de su muerte; otro de los argumentos de fuerza utilizados con satisfecha abundancia es que muchos de los que critican el maltrato animal luego comen carne y no saben las bestialidades que se hacen con ellos antes de ser llevados al plato ( siempre asoma el foie de los gansos)…¿ ojos que no ven corazón que no siente? [ « Por todos lados, todo era Treblinka» decía Isaac Bashevis Singer refiriéndose a los mataderos. Ennemies. (Stock, 1975; pp. 41-42 ) ]. Ciertamente la defensa del trato digno para con los animales debería conducir si se es coherente, a negarse a comer carne ( desde luego, ciertas escenas difundidas de algunos mataderos provocan ganas de no acercarse en la puta vida a un filete), tal vez hasta el veganismo, siendo ésta una opción que parece lógico basar en lo que vengo diciendo y no en una especie de iluminación que predica un nuevo dogma ( ¿ otro?), además de que para reforzar esta nueva ortodoxia se recurre a argumentaciones, bastante endebles y alarmistas, relacionadas con la salud ( ¿ hacia un veganismo-leninismo?); la simpleza llega hasta los bordes de afirmar que allá con quienes comen carne, que si luego empiezan las goteras que no se quejen ( jaculatorias que en estos tiempos de narcisismo sanitario y corporal quedan como que muy bien). En esto la verdad que personalmente me hallo en la misma tesitura que con sinceridad mantiene –creo recordar que en su Cosmos– Michel Onfray: una cosa es lo que la razón te exige y otra bien distinta es lo que tus gustos, alimentados durante años, te imponen en lo que hace a la alimentación: es decir, lo más cabal, tal vez, sería no probar la carne, pero es que atrae tanto un buen solomillo, o un choricito…; coherencia que supone un cambio de vida que solo algunos son, o han sido, capaces de dar: así Bernard Shaw que decía « que yo había sido caníbal durante veinticinco años. A partir de ahí , he sido vegetariano – para añadir líneas después- un hombre de mi intensidad espiritual no come de ninguna de las maneras cadáveres ya que los animales son mis amigos y yo no como a mis amigos»…¡ Cosas! ( Cuestión aparte sería el analizar la dentición de los humanos para ver qué tipo de alimentos están preparados para devorar…aunque en esto también se ha de tener en cuenta que no solo somos biología, sino también cultura y ahí es en donde tanto en lo que hace a los alimentos, a las vestimentas, las fiestas y rituales, la razón se ve desbordada, pues como decía el otro hay razones del corazón que la razón no alcanza ).
Puesto a recurrir al polvorín de las armas a utilizar para justificar la sangrienta fiesta de la matanza del toro, se pone el énfasis en ahondar la infranqueable franja que separa a los humanos de los animales; en algunos casos , estos argumentos van indisolublemente, e indisimuladamente, unidos como es el caso de don Fernando Savater, Luc Ferry o Víctor Gómez-Pin, por poner tres ejemplos claros y distintos, por hablar en cartesiano, a su afición por el espectáculo de las corridas . Por este camino se despliega otro sub-argumento que se supone definitivo y que clama a los cielos en su aparente rotundidad: Hitler amaba una enormidad a los animales mientras que aniquilaba a los seres humanos , lo que debe suponer-rizando el rizo hasta el mismísimo tirabuzón- que todos los animalistas no son más que émulos del führer , esos sí con una enorme candidez que les lleva a desvivirse por los animales mientras se despreocupan de los humanos ( ???). Hasta hace poco leí a un caballero muy ducho en humores varios, cómo aplaudiendo un artículo de esta misma red venía a decir que cuando a él un amigo le comenta que se preocupaba de los animales pero también de los humanos, decía- siempre tan astuto él- que uno se puede preocupar de ambas cosas, pero ocupar solo de una ( ¿ y a qué te dedicas tú, alma de cántaro?). No sé, la verdad, que deducción utilizará este señor que en su página de humor [ si no lo cuento, reviento…y no es el caso, que luego lo sufre la alfombra persa y me lo he de gastar en Hurra!: , se enfurece ante un comentario que servidor ante una foto de un torero con su capote al que otro señor le coloca en el borde de la capa una cartelito de “ceda el paso”…ante esta imagen a servidor le viene a la cabeza por mera asociación de ideas un espíritu de que hay momentos en los que se debe ceder el paso a costumbres más acordes con los tiempos y menos salvajes ( citando en tal sentido un texto, de 1905 de la asociación socialista de Mieres en la que denunciaban « todo lo que signifique retroceso y barbarie como las corridas, un espectáculo impropio de pueblos que se precien de civilizados…espectáculo que da cabida a sentimientos depravados y reúne a aficionados a la chulapería…alimentando sentimientos sanguíneos y bárbaros ¡Paso a la civilización!»; la respuesta del caballero airado , habitualmente tan sonriente él, fue furibunda: algo así como que mi comentario era una « malinterpretación…y que ellos no exigían a nadie la autocensura», y algunas lindezas más -propias de quien alzando la voz o empleando expresiones de grueso calibre tiene más razón- de que si nadie les había achantado – se refería a la legendaria revista de humor La Codorniz– ahora no lo iba a hacer ideas propias de algunas sectas o similares a la moda( ¿¿¿yo, me mí…???)… ¡ Ver para creer ¡ Al igual que el otro decía que la única justificación que tenía dios era el no existir, podía aplicarse al caso presente, atribuyendo el desfase a la ignorancia, pues es importante saber distinguir entre la heterogeneidad de enunciados ( de «juegos de lenguaje» hablaba Wittgenstein), y así de un enunciado descriptivo ( que el de la foto era Bienvenida y que tenía el cuerpo rajado por todos los costados…debido a las cogidas que había padecido, y…bla, bla, bla)no se sigue un enunciado interpretativo ( no hace falta ser un confeso nietzscheano para afirmar que todo es interpretación…o casi) , ni se sigue tampoco uno valorativo o prescriptivo…a no ser que se parta de la unidad como valor único y esencial… no sé si estas cosas se enseñarían en la facultad de periodismo de sus tiempos ¡Corto!]. Del mismo género , resulta la consideración de Francis Wolff – autor de un alegato en pro de las corridas de toros: La filosofía de la corrida ( está traducido en Bellaterra)- de que dejar de explotar a los animales -como proponen algunos defensores de éstos- es una postura « inmoral y absurda» ( Jean Birnbaum- sous la direction de- Qui sont les animaux?. Gallimard, 2010; pp. 180-193). Afirmaba Oscar Wilde que lo contrario del matiz es la barbarie, y cierto que sería una solemne necedad tratar de volver atrás en la historia y poner el reloj a cero a los tiempos anteriores en los que nuestros antepasados comenzaran a cultivar la tierra y a usar los animales para tales trabajos y para su alimentación( sin olvidar la esencial importancia que la ingesta de la proteína animal tuvo en el desarrollo del cerebro de los humanos, y, en consecuencia, en el proceso evolutivo)…pero una cosa es una cosa y la otra , otra: en este caso como en el clave de J.S. Bach se ha de tender a lo “bien temperado”, y así , en la medida de lo posible, no usar a los animales por de pronto en cuestiones de mera diversión de los humanos ( de unos cuantos que babean ante la sangre animal)y menos si el disfrute humano se basa en el sufrimiento de los animales…pero es que no tienen alma, ni razón…ergo ¿no sufren? [ varios especialistas de diferentes ramas del saber – etología, filosofía, bio-ética, ornitólogo…-, cruzan sus opiniones con el denominador común de exigir que las leyes atiendan a estas cuestiones relacionadas con el respeto a los animales: Boris Cyrulnik, Élisabeth de Fontenay, Peter Singer et alii. « Les animaux aussi ont des droits ». Seuil, 2013).] La sensibilidad y las sensaciones- ya hasta ciertas formas de emotividad detectadas en mamíferos superiores- nada tienen que ver con la capacidad intelectual o racional de un ser vivo: una ostia le duele al animal como al insensato que mantiene esto, argumentación – por calificarla de un modo benévolo- que puede abrir la puerta a posturas realmente aberrantes, como de hecho lo ha hecho a lo largo de la historia. La afirmación de la supremacía del hombre sobre el animal, en la ideología occidental, ha servido, en no poca medida, para legitimar otras dominaciones y discriminaciones en el interior de la humanidad; el tratamiento bestial que se aplica a nuestros “hermanos inferiores” puede extenderse al tratar a algunos humanos como bestias, paso que se ejerce a través de los procesos de “bestialización” que conduce a la “demonización” y la consideración de ciertas capas de la sociedad, a algunos tipos de humanos ( clasificados por razas, sexo, religión…) ; resulta significativo que en todos los escritos sobre los genocidios y similares se puede observar que el paso inicial es la deshumanización de las víctimas como infra-humanos, sucios, vagos, para posteriormente pasar sin remilgos a tratarle como lo que son: parásitos que viene a chupar el sano cuerpo social, infectándolo…[ De cara a la profundización de estos aspectos hay una obra importante: Armelle Le Bras-Chopard. « Le zoo des philosophes. De la Bestialisation à l´exclusion » ( Plon, 2000)].
De los engolados recursos al mito, dichoso Minotauro, o a los rituales que quienes lo usan lo hacen con tomo circunspecto y el dedo índice sujetando la barbilla…mejor lo dejamos que me vienen a la cabeza Abraham e Isaac.
Y…muchas cosas más, que tal vez otro día; concluiré con unas palabras del siempre lúcido Claude Lévi-Staruss: « el respeto del hombre por el hombre no puede hallar su fundamento en algunas dignidades particulares que la humanidad se atribuiría como propias, pues, entonces, una fracción de la humanidad podrá decidir siempre que ella encarna estas dignidades de manera más eminente que las otras. Haría falta más bien plantear de partida una especie de humildad e principios: el hombre, comenzando por respetar todas las formas de vida más allá de la suya propia, defendiéndose del riesgo de no respetar todas las formas de vida en el seno de la misma humanidad».
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P.S.: quien quiera adentrarse en estos terrenos, buscando argumentos y huyendo de las ideas consagradas por el uso y el abuso, repetidas por el karaoke dominante, puede leer –cito algunos que tengo a mano, sin ningún afán de exhaustividad, avisando eso sí, y el que avisa no comete traición, que las recomendaciones van claramente escoradas hacia posiciones que tienen en cuenta este tipo de problemas sin considerarlos meras zarandajas para desocupados; es la necesaria y exigible toma de partido :
+ Jesús Mosterín y Jorge Riechmann, « Animales y ciudadanos. Indagación sobre el lugar de los animales en la moral y el derecho de las sociedades industrializadas» ( Talasa, 1995)
El primero de ellos, el bilbaíno Mosterín, en solitario, ha publicado varias obras clave, con innegable rigor y conocimiento de los temas tratados:
– « A favor de los toros». ( Editorial Laetoli, 2010.)
– « El reino de los animales » ( Alianza Editorial, 2013)
– « El triunfo de la compasión: Nuestra relación con los animales» ( Alianza Editorial, 2014)
El segundo, Riechmann, ha publicado sobre el tema:
– « Todos los animales somos hermanos. Ensayo sobre el lugar de los animales en las sociedades industrializadas» ( Ed. Universidad de Granada, 2003)
– « En defensa de los animales. Antología » ( Los Libros de la Catarata, 2017)
En el terreno más propiamente filosófico pueden verse un par de obras de la pensadora francesa Élisabeth de Fontenay:
« Le silence des bêtes. La philosophie à l´épreuve de l´animalité » ( Fayard, 1998)
« Sans offenser le genre humain. Réflexions sur la cause animale » ( Albin Michel, 2008)
Además de una obra del deconstructor filósofo, quien en los últimos años de su vida dedicó varios de sus seminarios al tema de la animalidad
+ Jacques Derrida, « L´animal que donc je suis» (Galilée, 2006)