CUBA. El camino es la Democracia
La poesía de la Revolución cubana alzó el vuelo sobre los vientos de una revolución social que por soberanista y anti imperialista jaló la esperanza de libertad de millones de cubanos.
Sin embargo, la libertad como palabra hecha cuerpo en el pan y los derechos sociales para todos nunca dejó de ser incompleta en la Cuba revolucionaria. La revolución social se torna burguesa y abraza el capital en contra del trabajo ahí donde no continúa como revolución socialista. No existe otra convicción que pueda conducir al pueblo hacia la definitiva emancipación. Emancipación social, económica y cultural de la dictadura del capital.
La revolución social cubana, emprendida con el triunfo rebelde sobre la clase oligárquico-burguesa estadounidense y su sub-clase burguesa y pequeño-burguesa criolla servidora, plantó el precedente continental de que un mundo realmente humano era posible. Toda la filosofía política del pensamiento retrógado burgués se vino abajo con la revolución social cubana. Las derechas sempiternas, adictas al capital en tanto su fuente privada de enriquecimiento, se han visto desnudas y derrotadas ante el espectáculo de una revolución de los oprimidos contra los dueños del capital.
Con la revolución social cubana y el proceso político de transformar el estado burgués al servicio del capital privado, la contradicción antagónica socialismo/capitalismo dejó de ser una conferencia universitaria para convertirse en una realidad objetiva. Y esa puja trascendió los límites geográficos de la Isla para ser foco de atención beligerante del capital internacional, especialmente de jas oligarquías norteamericanas, con la obsesión de violentar un desenlace en favor de la reconversión capitalista de Cuba.
La revolución torna el antagonismo socialismo/capitalismo un campo de lucha sociopolítica. De ello estamos siendo testigos de excepción – para los que la historia quedó en los manuales escolares – con la recia lucha de clases por el socialismo en Venezuela Bolivariana. La creencia en lo contrario es lo que alimenta todo el socialismo vulgar con que las izquierdas reformistas han decidido, ya desde los tiempos de la revolución francesa, mantener el trabajo social al servicio del capital privado. La revolución cubana, para ser revolución socialista, no tenía otra opción que ir a las raíces de esa contradicción en pos de crear un nuevo paradigma emancipatorio. Sin embargo, las coyunturas en la lucha por la consolidación del poder revolucionario ante el desenfreno violentador de las derechas propias, la yanqui y las internacionales vino a sumarse a la limitación del pensamiento político de la Dirección de la Revolución, su Partido y su Gobierno, para entender que la lucha se ganaba en favor del paradigma socialista con la plena emancipación del trabajo de las tenazas del capital.
Convertir el capital privado en capital del estado no podía eliminar la causa motora del antagonismo originario capital/trabajo. La contradicción socialismo/capitalismo, por lo tanto, se enquistaría en contradicciones que vienen a implosionar el modo y las relaciones sociales de producción del nuevo sistema socioeconómico cubano. La economía hasta hoy permanece en estado de crisis crónica. Las fuerzas productivas atrofiadas social y tecnológicamente; la disfunción de todo el aparato productivo regido por la burocracia político-administrativa en lucha contra la planificación democrática y la propiedad del mercado para dinamizar la participación y la eficiencia de las cadenas de valores bajo la socialización del capital, sumado todo ello ahora al mercantilismo librecambista de la creciente propiedad privada sobre el capital, devienen en contradicciones implosivas. No implosiona en Cuba socialismo alguno.
Lo que se ha quebrado es la armazón – la base – neocapitalista del modo de producción reconformado. El capital, habiéndose hecho una meta-propiedad del estado mantiene la explotación del trabajo asalariado reproduciendo la alienación social del trabajo. El sentido de pertenencia de los trabajadores al proyecto social se ha evaporado. La vieja usanza compulsoria de planes y metas, con la que el poder central sustituye la participación socioproductiva democrática, desmoraliza a trabajadores y pueblo en general por cuánto no produce los efectos de sacar del subdesarrollo material el país. El modelo social, los servicios universales, acentúan su insostenibilidad dada la incapacidad del sistema económico. Ramas de la economía como la industria turística se convierten en polos de exclusión social. La transferencia parasitaria de remesas del extranjero escala en importancia en la balanza de pagos del país al coste de una mayor diferenciación sociomaterial en el pueblo. La apertura a la insurgencia de una clase pequeño burguesa propietaria pone en solfa la creencia en que la democracia y la igualdad definen el camino hacia el socialismo. La alienación de la burocracia política dirigente de las necesidades y las expectativas del pueblo unido a la corrupción diezman la identificación del pueblo con la propia revolución social. La juventud ha dejado de ver el país como el lugar para sus proyectos de vida.
Son más de cincuenta años de alienación social del trabajo lo que pone a Cuba al borde del precipicio. Pero la constatación del abismo al que públicamente alude el Presidente de la República Raúl Castro, Jefe de la fuerza política a la que la Constitución vigente le atribuye el derecho a decidir sobre el destino de Cuba y los cubanos, no posee la visión revolucionaria ni el espíritu del pensamiento crítico marxiano para ver y definir la esencia de la contradicción objetiva que lleva al agotamiento terminal del modelo socioeconómico con que se ha intentado sustituir las relaciones sociales de producción e intercambio del modo capitalista.
El problema no se reduce a la miopía política o no de un Líder. El problema es la regimentación antidemocrática del sistema político. El pensamiento colectivo crítico ha sido encorsetado y ni la misma militancia partidista supuestamente apoderada de las riendas decisorias ha sido fuente del pensamiento crítico revolucionario. Pero no hay casualidad, sino causalidad. En un sistema socioeconómico donde la fuente de emancipación del pueblo, el trabajo, ha seguido siendo sometida por el capital, en manos de la extensa burocracia político-administrativa y bajo el voluntarismo de la dirección política al frente del Estado y el Gobierno, la democracia ha sido la primera sacrificada, de igual forma que bajo las relaciones capitalistas de producción.
Y bajo este régimen político antidemocrático es que se le impone al pueblo cubano toda la transformación socioeconómica liberal-burguesa en marcha. Toda voz que calle, todo pensamiento que se auto censure ante esta realidad política está empujando, directa o indirectamente, la revolución social cubana habida hacia la contrarrevolución capitalista. Este debate revolucionario permanece ausente, lo que cierra los caminos de la revolución socialista en Cuba.
No tuvieron ninguna duda sobre la puja democrática ni el poeta independentista y pensador cubano J. Martí ni el revolucionario materialista K. Marx. Pensar que el hombre sólo de pan podía vivir, y reducir el espíritu de la conciencia a la regimentación de la participación política inhabilitó el alma revolucionaria del cubano, recién espoletada por el empuje de redensión social del triunfo rebelde de 1959.
La realidad socio-política cubana hoy parece acentuar el carácter insular del país, trasladarlo al carácter mismo de la sociedad. Los cubanos viven en paz, dentro de un mundo que vive en guerra, de baja y alta intensidad. No tienen todo lo que tenían que tener, si de la materialidad se trata, pero no adolecen de los males sociales que aquejan a todo el mundo, o a casi todo, que no es lo mismo pero venidos al caso es igual. Puede afirmarse que hay una suerte de alienación en la sociedad. Su vida cultural es interesante en un escenario social donde premisas del desarrollo humano como la educación y la salud son edificantes. Pero reina un letargo, precisamente político. La sociedad vive el letargo que le ha inducido la regimentación de la participación.
Es un letargo – he aquí lo importante a significar – que «duerme» bajo un mar de leva, pues el pueblo ebulle entre descontentos, descreimientos, criticismo por el estado de cosas y desconfianza en las perpectivas de progreso ante el rumbo del sistema económico y político. La incertidumbre sobre el derrotero socialista es generalizada. La sociedad ha dejado de ser el paradigma de igualdad que imprimió la Revolución. La división clasista asoma sin medias tintas. El proceso de diferenciación socioeconómica es ya una realidad. No menos del 50% de la población está sumida en la pobreza, tomado por sus niveles de ingresos. La pobreza multidimensional aún no se investiga (aunque se trabaje en ello). Una creciente clase con nivel de vida superior y hasta suntuoso por el acceso a un capital privado importado via remesas y reproducido con la explotación del trabajo de los desposeídos, la mayoría de los trabajadores, así como estamentos de la burocracia político-administrativa de facto con el poder sobre el capital estatal, incluyendo una capa militar privilegiada en mandos de la economía, está dictando las reglas burguesas a una realidad socioeconómica que estaba llamada a revolucionar las relaciones sociales de producción y el carácter de la reproducción del capital. Ha cobrado vida la pugna por los «proyectos» individualistas de vida porque el proyecto político de la revolución ha dejado de ser el proyecto socialista de todos.
La democracia en tanto empoderamiento protagónico social, económico y político ha perdido su sujeto revolucionario, el pueblo. El sistema de democracia parlamentaria establecido ha dado un paso atrás en relación con el burgués de donde proviene. Puesto que la regimentación de la participación elimina el protagonismo de la democracia. La sociedad será testigo ahora del cambio de mando generacional fuera de la idea y la práctica democrática revolucionaria. Las elecciones a las instancias de poder institucional, incluida la del Jefe de Estado y Gobierno, no son ni libres ni democráticas. El estado conserva el carácter verticalista del centralismo antidemocrático. En tales condiciones la deriva de la revolución social cubana hacia la transición capitalista se da sobre la marcha de hechos consumados planteados por el reformismo socioliberal de la misma Dirección del Estado y el Gobierno.
Una señal definitoria
Una señal definitoria del rumbo capitalista en que el PCC encarrila a Cuba ha llegado con el proyecto de Código del Trabajo que ha de implantarse en el país. Abundan análisis importantes sobre la naturaleza anti obrera del proyecto en cuestión. Pero lo decisivo a señalar apunta a que el proyecto de Código del Trabajo es ante todo anti-socialista.
El eje de la reforma socioliberal procapitalista impulsada por el PCC y el Gobierno se establece con desenfado en la propuesta de la reforma laboral. La naturaleza capitalista de la misma se da en un concepto que expresa toda la esencia del modo y las relaciones sociales de producción capitalistas. La figura capitalista-burguesa del EMPLEADOR. Si los Liniamientos de Política Económica y Social (LPES) con los que se emprende la reforma estructural del modelo socioeconómico cubano establecen la figura del EMPRESARIO como eje del sistema de producción, la figura del EMPLEADOR viene a enmarcar el carácter ideológico de las relaciones sociales de producción que van a mediar el mundo del trabajo de los cubanos. El «empleador» lo es por el poder decisorio que de facto tiene sobre el capital, privado o estatal. El «empleador» alquila la fuerza de trabajo por un salario. El trabajador queda en una relación de dependencia absoluta de los dueños/apoderados del capital, puesto que es reducido a mano de obra asalariada, desaparece como sujeto revolucionario para convertirse en objeto del poder del capital en manos privadas y del estado.
La premisa fundacional de la democracia mediada por el carácter social del capital es anulada. Es así cómo la negación de la idea de la economía socialista viene a situarse en el ojo de la «actualización del modelo económico» adelantada por el reformismo socioliberal del poder ejercido por el PCC.
Los LPES se han cuidado de no establecer principios de control y gestión obrera de la empresas del estado asumidas socialistas. ¿Cómo es que serán socialistas las empresas estatales, las mixtas o 100% de capital extranjero sin que puedan sus trabajadores decidir sobre: los fondos de inversión, los fondos de salario, los fondos sociales, las estrategias de desarrollo y ejercer el control directo sobre el capital social?.
Con el desenfado liberal declarado por el PCC – en palabras del Jefe de la Asamblea del Poder Popular y Miembro del Buró Político – de convertir en los próximos años no menos del 40% de la fuerza de trabajo en mano de obra asalariada empleada por el empresario privado, tenemos un cuadro explícitamente claro del carácter contrarrevolucionario del reformismo socioeconómico emprendido. Tomándose en consideración que la otra porción de la fuerza de trabajo permanecerá en su alienación asalariada bajo el mado del empresario estatal, hoy con las atribuciones del manager capitalista al servicio del capital, de cuyo rendimiento dependerá la existencia, el avance y la acumulación empresarial y estatal, puede advertirse que las condiciones para la transformación capitalista del modo de producción están dadas.
El cuadro de dicha transformación se completa cuando se constata que los Lineamientos LPES han procurado ignorar toda estructuración de poder obrero democrático sobre el capital y, en consecuencia, sobre su forma pretérita, los medios de producción. No es casualidad, por lo tanto, que el Código de Trabajo que se le impone a los trabajadores – pues no ha habido un debate democrático de mérito sobre el problema de la democratización del capital – esté diseñado en función precisamente del capital, no en función del trabajo.
De esa manera se siembra un patrón capitalista de acumulación. Puesto que la socialización del capital – más allá de la distribución social del producto del trabajo – constituye el fundamento del paradigma de acumulación socialista.
La propiedad privada produce concentración y acumulación privada de capital, la propiedad estatal produce acumulación monopolista de capital, ambas son de naturaleza capitalista. La propiedad socializada produce acumulación socialista de capital.
Toda la visión de una sociedad socialista que habría de ser democráticamente empoderada, de un estado socializado atravesado por el poder popular comunitario en la autogestión de la reproducción material y humana, se reduce a un reformismo economicista socioliberal. Tanto nadar hacia el socialismo para perecer en la orilla de su negación capitalista.
Democracia o Capitalismo
Cuando sobre estas esencias no se debate en Cuba; cuando, al contrario, se refuerza el instinto de conservación del estado de la burocracia echando mano de la cohersión política contra el pensamiento crítico y la palabra revolucionaria que lo articula; cuando no se es capaz de vincular la revolución social con la idea de revolución socialista; cuando no se quiere advertir que el socialismo no es más que un pretexto contrarreevolucionario si la democracia no es su esencia: ¿cómo es posible que se siga cantando que la libertad nació con alas?. Si la libertad del ser social es por antonomasia socialista, cómo es posible que se le vea divorciada de la demo-cracia?
Desde los muchos frentes de lucha contra el imperialismo y por la revolución cubana se puede entender la configuración institucional del modelo político y el sistema mediatizado de democracia representativa, limitado al sistema indirecto de elecciones, pero no se puede desentender que ambos no superan la expresión burguesa del estado capitalista. La democracia no se entiende como un derecho que ha de mendigarse. Yendo de lo general a lo concreto, el sistema político de elecciones parlamentarias, reglamentado un partido que, de acuerdo al centralismo anti democrático ejerce el poder omnímodo por encima del poder de la democracia protagónica, justo dentro de las causas de la implosión de la formación socioeconómica cubana.
La democracia no es el fin, es el camino hacia el socialismo. No se abrirá camino hasta tanto no se revolucionen las relaciones sociales de producción e intercambio. La reproducción y acumulación de capital en manos privadas y/o gestores empoderados por el estado es de naturaleza opresora. La emancipación del trabajo se torna imposible. La antinomia socialista está en la concepción que haga desaparecer la relación mecercenaria del trabajador asalariado y recree una nueva cultura del trabajo: el trabajo cooperativo libremente asociado. El trabajo aquí deja de ser fuente de plusvalía para tornarse valor social. En ello se fundamenta el significado para las relaciones socialistas de producción de la eliminación del trabajo asalariado (privado o estatal).
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“La producción capitalista no es simplemente la producción de mercancías, es esencialmente la producción de plusvalía” – devela Marx. Eliminando el carácter capitalista de lo que podemos seguir considerando “plus-trabajo” – la producción de valor más allá del necesario para la reproducción ampliada de la fuerza de trabajo – se desmonta la premisa de la desigualdad, en tanto esencia de la sociedad clasista y condición sine qua non del capitalismo. “Donde hay igualdad no hay lucro” – nos indica Marx, yendo así a la raíz filosófica materialista de la idea y la conceptuación política de la democracia para el socialismo.
Sim embargo, la ideología del pensamiento político burgués nos ha querido hacer creer que el dominio de la democracia está en el espíritu bíblico de la «redistrubición justa» del producto del trabajo y no en el carácter materialista de las relaciones sociales de producción. Sobre este precepto intenta validarse el reformismo socioliberal que se avanza Cuba. Así lo planteaba en 2005 el Líder de la Revolución en su alocución a los estudiantes universitarios y al pueblo cubano. No bastaba la crítica inapelable, por científica, de Marx al programa del partido obrero alemán ya en 1875, en uno de los documentos políticos más trascentales en términos de programación y estrategia revolucionaria que conoce la lucha del movimiento obrero en su lucha anticapitalista. «Después que conocemos cómo son las cosas, porqué volver atrás«.
La Revolución Cubana está surcada por el canto de los poetas que asumen el revolucionario riesgo de la verdad. El canto a la revolución hoy no es solamente el odio infinito a quien ataca la patria. “Cuba – nos estará martillando la conciencia con sus versos y su vida comprometida R. M. Villena – necesita una carga para acabar la obra de la revolución, para que nuestros hijos no mendiguen de hinojos la patria que sus padres le han ganado de pie”. Esa carga no puede ser otra que la revolución socialista, “para no perder lo que tenemos y llegar a lo que debíamos tener”(1). Y de nada sirve que salgan los epígonos a romper lanzas contra el pensamiento y las voces que así lo reinvindiquen.
Lo que cuenta es empoderar al sujeto revolucionario en el debate democrático por el socialismo en Cuba para impedir que todos los caminos conduzcan al capitalismo.
En ello le va la vida al pueblo cubano porque en ello le va la vida al socialismo en América Latina. Con el socialismo, en su esencia revolucionaria marxiana, estaremos a tiempo de impedir que el capitalismo imperialista se extienda sobre los pueblos de nuestra América con esa bota de siete leguas desintegradora.
La República será para el bien de todos,
aunque no sea con todos,
si es Socialista.
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Notas:
(1) Referencia de un interlocutor extraída de mi epistolario personal (carta 12.04.2018, Santiago de Cuba).
(Los gráficos con citas: Werken Rojo, Akifrases, BrainyQuote)
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Blog https://robertocobasavivar.wordpress.com/2018/04/13/4301/