Chile. Nuestra posición frente al escenario electoral
“Pues la captura de votos no solo no es ninguna acción, sino que es algo peor: una acción aparente, la ilusión de una acción; de ahí que no actúe despertando la conciencia, sino, por el contrario, turbándola. Se constituye un ejército aparentemente grande que, en el instante en que se hace necesario resistir seriamente, falla por completo.”
György Lukács, Sobre la cuestión del parlamentarismo.
Durante el último año hemos asistido y observado la profundización en el debate y en las posiciones tácticas y estratégicas de la izquierda revolucionaria en torno a la ‘cuestión electoral’, frente a tal situación, se vuelve urgente para nosotros aclarar nuestra posición de manera abierta y franca. Es menester aclarar que, toda táctica revolucionaria, no tiene el derecho a nombrarse como tal sin una estrategia y un programa revolucionario que lo orienten en su accionar concreto, del mismo modo no puede existir táctica sin un análisis concreto de la realidad concreta y de la situación política particular que se trata de examinar.
El primer elemento que debe aclararse es el carácter de la ‘realidad chilena’ y en qué contexto vale la pena aclarar tal carácter. Para nosotros, la realidad chilena solo es comprensible, en cuanto que singularidad, a luz de la realidad mundial, en cuanto que totalidad. Es decir, comprenderemos las características de la ‘particular’ realidad chilena a partir del proceso global del proceso de valorización del valor (acumulación capitalista) y los diversos procesos que se desarrollan en el mercado mundial. Es importante aclarar que, no se trata de una visión economicista, al estilo clásico, según la cuál la economía determina la ‘política’ y la ‘cultura’, por el contrario, el mercado mundial, configurado a partir de la célula básica del capitalismo, esto es, la ‘mercancía’ con su doble carácter (forma valor/forma natural), representa una realidad concreta, una síntesis – al decir de Marx – de múltiples determinaciones, el mercado mundial o el proceso de valorización del valor representa la concreción de múltiples esferas de la actividad humana, tales como la política, la cultura, el arte y, por supuesto, la economía, todas estas esferas interactúan entre sí y dan vida al moderno mundo capitalista.
En este sentido, afirmamos que el capitalismo en América Latina – y, en consecuencia, en Chile – tiene un carácter marcadamente dependiente, esto quiere decir que la ‘forma histórica’ con la cual los países latinoamericanos ingresan al mercado mundial es la ‘dependencia’ (el ‘ser para otro’). De manera más clara, decimos que la construcción económica, política y cultural de los países latinoamericanos se ha desarrollado en función de los intereses de las grandes metrópolis del capitalismo y nunca en función de sus propios intereses soberanos, solamente Cuba representa una excepción a la dinámica histórica que acabamos de mencionar. En este sentido, decimos que no es posible creer que en América Latina puede existir un ‘capitalismo más amable’ o ‘más humano’ y, por el contrario, que la única alternativa para el desarrollo integral de América Latina es un proceso revolucionario de características socialistas y de alcance continental.
Los países latinoamericanos ingresan al mercado mundial capitalista en el proceso mismo de la conquista española, en la cual los invasores junto con crear instituciones y divisiones territoriales serviles a la Corona, se encargaban de explotar, junto con otras cosas, la minería de oro y plata, base para la creación del dinero que permitirá la integración del mercado mundial. De ahí en adelante que el desarrollo de la ‘dependencia’ no termine sino en la reafirmación de la ‘dependencia’ o, siguiendo a André Gunder Frank, nuestro desarrollo es el ‘desarrollo del subdesarrollo’. De ahí que nuestra dependencia ha pasado por el dominio español y portugués, al dominio inglés luego de los procesos independistas y, estadounidense a partir del término de la Primera Guerra Mundial, mientras que hoy por hoy otros países como China o Rusia pretenden tener lugares privilegiados en el desarrollo de la dependencia latinoamericana. Aunque no ahondaremos más en este punto, decimos que las economías latinoamericanas se hayan sometidas un régimen de intercambio desigual en el mercado mundial, esto es, venta de productos de bajo valor, principalmente materias primas como el cobre, el gas o el petróleo y, compra – a través de la deuda en muchos casos – de mercancías y productos de alto valor en el mercado mundial, principalmente tecnología de alto nivel, maquinaria y armamento. De ahí que, la burguesía, la clase dominante local, deba crear toda una estructura que le permita sostenerse en el mercado mundial para no ser avasallada por los procesos de centralización y concentración del capital. Las burguesías latinoamericanas, entonces, se plantean en primer lugar crear una estrategia de súper-explotación del trabajo que tiene como características centrales una débil protección de los trabajadores, es decir, legislaciones laborales débiles que permitan, por una parte, intensificar y extender las jornadas de trabajo, y por otra, pagar salarios por debajo de su valor en el mercado mundial (de ahí que un obrero de Volkswagen en Brasil o México gane un sueldo mucho menor a un obrero alemán por la realización del mismo trabajo y que la calidad de vida de éste último sea mucho mejor). De esta manera, las clases dominantes locales, son capaces de sostenerse en el mercado mundial. De ahí también que sea insostenible para el proletariado latinoamericano sostener alianzas con la burguesía local, pues todo fortalecimiento de las fuerzas políticas, teóricas y organizativas de los sectores explotados tenderá a la desaparición de la burguesía criolla, sentando solo las bases para un enfrentamiento entre las fuerzas imperialistas y las fuerzas latinoamericanas de liberación. Por esta razón, la burguesía teme a una revolución socialista como a nada y no dudará ni un momento en apoyarse en los países centrales para socavar inmediatamente las fuerzas organizativas de los explotados y oprimidos.
¿Y para qué hacemos todo este preámbulo? Pues, comprendiendo las características del capitalismo dependiente, comprenderemos de mejor manera por qué en Chile no pueden llevarse a cabo reformas radicales sin plantearse al mismo tiempo el problema de la revolución socialista y el problema del poder político. La burguesía chilena es una burguesía parasitaria, solo así puede sobrevivir en el mercado mundial, por ello sobrevive a costas de las AFP – sistema privado de pensiones – que le permite acrecentar sus ganancias, un verdadero colchón que le permite a la burguesía enfrentarse al mercado mundial, fortalecer sus inversiones, pero a costas de reducir los salarios por debajo de su valor, razón por la cual el pueblo trabajador se encuentra en un proceso de endeudamiento creciente. Lo mismo ocurre con la salud o con la educación, según la cual la juventud debe someterse a un proceso de endeudamiento con los grandes bancos para sostener su educación, la burguesía se enriquece a partir del crédito, se fortalece con ‘dinero’ que produce ‘dinero’, pero no es capaz de crear nada útil para el pueblo trabajador en su conjunto, incluso, para acrecentar sus ganancias realizan mediocres ‘colusiones’ para subir el precio del papel higiénico, la carne de pollo, entre otros. De ahí que toda alternativa, electoral o no electoral, que no cuestione el régimen capitalista dependiente de producción que rige en Chile y América Latina y que no plantee la urgencia del socialismo como propuesta básica para la confrontación a la dependencia, no sea más que verborrea que se plantea transformaciones para que nada cambie, así mismo, no puede existir una alternativa política, electoral o no electoral, que no denuncie el carácter parasitario y expoliador de la burguesía criolla y de las instituciones que la sostienen, a saber, el Estado.
Este último punto es lo que divide a la izquierda entre reformistas timoratos y revolucionarios. El reformismo se plantea llevar a cabo una serie de transformaciones como el fin a las AFP, la gratuidad y calidad en educación y salud, mayor cobertura de la vivienda, democratización de las instituciones sociales, pero a través del Estado y sus instituciones y sin cuestionar el problema de fondo: el capitalismo. En pocas palabras, los timoratos de izquierda pretenden a través del mismo Estado que ha sostenido al régimen de dependencia y, cuya función es resguardar ese régimen de dependencia y súper-explotación, realizar los ‘cambios’ que ‘Chile necesita’. Nuestros ‘amigos’ ven en el Estado una entidad neutral, en la cual se puede hacer y deshacer sin mayor problema, incluso, los reformistas más osados, pretenden democratizar las fuerzas armadas; ¿Cómo? A través del voto… ¡Qué fácil! Y nos preguntamos entonces para que desarrollar la lucha de clases si un simple voto nos puede llevar al Edén. Lo penoso es que incluso el Edén es una ilusión menor en relación a las ilusiones del reformismo. Lo que decimos, siguiendo a Marx – ¡al que deberían leer! – es que la fuerza material solo puede ser derribada con fuerza material, es decir, con movilización, conciencia, organización y fuerza material propia de los sectores explotados y oprimidos, he aquí la tarea central, el lugar táctico que permita al pueblo trabajador una acumulación de fuerzas en miras a su propia emancipación.
Pero veamos un poco en qué contexto se desarrolla esta táctica electoral. La clase dominante se ha visto envuelta en una aguda crisis política que a nuestro juicio presenta las siguientes características. En primer lugar, una crisis de dirección política y del bloque de partidos en el poder, es decir, no existe una facción de la burguesía que sea capaz de agrupar a sus sectores de manera coherente en función de un proyecto político que otorgue dirección y conducción al Estado de manera coherente y consistente, de ahí la actual dispersión electoral – más de ocho candidatos – y el nacimiento y muerte de nuevas coaliciones, la Nueva Mayoría fue solo un intento de superar el estadio de crisis, pero terminó agudizándolo, dispersando aún más las fuerzas de la clase dominante (la escisión de la DC). Por otra parte, una crisis de legitimidad que afecta al bloque de partidos en el poder y a las instituciones ‘sagradas’ del Estado burgués, a saber, el cuerpo burocrático parlamentario y sus derivaciones y las fuerzas encargadas de las tareas de represión, situación desencadenada por la visibilización de casos de corrupción relacionados al robo de dineros y recursos del pueblo trabajador. Y, finalmente, una crisis de participación, esto quiere decir que las masas, ya sea por desinterés o desconfianza frente al bloque de partidos en el poder, se ha abstenido de participar masivamente de las últimas elecciones. Estas son, a nuestro juicio, las características de la crisis política que afecta a la clase dominante y que, aclaramos, no afectan aún al modo en cómo se conciben las relaciones de producción, es decir, no creemos que exista un nivel de conciencia tal que cuestione masivamente al capitalismo, he aquí una de las claves de la política revolucionaria.
Es en este escenario concreto que optamos por no participar de las elecciones burguesas ni apoyar ninguna de las actuales candidaturas a la presidencia o al congreso. Consideramos que el régimen burgués en crisis procura disfrazarse, mostrando diversas caretas y en la que al final del día, desde Kast a Beatriz Sánchez, pasando por la amplia propaganda de la prensa burguesa y las ofertas del mercado capitalista por ‘ir a votar’ – gratuidad del transporte, cafés en Starbucks, entre otras patrañas – lo único importante es salvar la crisis de participación, ya ni siquiera se recalcan tanto las ideas como el hecho mismo de ir a ‘votar’, pues toda la franja de alternativas electorales coinciden en un hecho, ir a votar es sano para una democracia. Les preguntamos: ¿Para cuál democracia? Hemos de decir, es sano para la democracia burguesa, aquella que sostiene el régimen de explotación sobre el pueblo trabajador.
La tarea de las y los revolucionarios no es atenuar la crisis que afecta a las clases dominantes, por el contrario, nuestro deber es agudizar y profundizar dicha crisis. Para ello, lejos de sumarnos a la participación en las instituciones del aparato burocrático burgués, debemos denunciar y aclarar su carácter a las masas, visibilizando el carácter de clase del Estado, de sus partidos, fuerzas armadas e instituciones. Es tarea de las y los revolucionarios mostrar los vínculos que tiene los agentes políticos del Estado acusados de corrupción con el desarrollo del capitalismo y con la explotación que sufren día a día trabajadoras y trabajadores de Chile y América Latina.
La tarea central, el eje de nuestra táctica, es fortalecer un proceso de acumulación de fuerzas que se sustente en el esclarecimiento de la conciencia teórica y crítico-práctica de los sectores explotados y oprimidos, que visibilice la necesidad y actualidad de la revolución socialista, que delimite de manera bien clara los métodos y tácticas más eficaces de lucha y, por supuesto, que devele cuáles son los enemigos del pueblo trabajador, aquellos que dan las órdenes para reprimir las huelgas de trabajadores, aquellos que dan las órdenes para atacar constantemente al pueblo mapuche, aquellos que reprimen día a día al movimiento estudiantil, a saber, los ricos y poderosos, la clase dominante apoyada en sus dos grandes coaliciones.
Frente a la pseudo-acción que representa el ir a votar hacemos una llamado a la acción real, a la movilización, a la protesta, a la acción directa, a la lucha, a la solidaridad, a crear formas de auto-organización, etc. Junto con construir una organización de cuadros revolucionarios, guevaristas, de avanzada, decimos que es también necesario construir una coordinación de revolucionarios y revolucionarias de otras tendencias en todo Chile y América Latina que nos permita al menos, llevar acuerdos tácticos al corto plazo, coordinar la lucha y golpear al enemigo de manera conjunta, pues pasadas estas elecciones, salga quien salga, nuestros objetivos los conquistaremos luchando, es urgente eliminar la mediocridad, el oportunismo, el sectarismo y el caudillismo de las filas revolucionarias, debemos, como mínimo, insistimos, tener acuerdos tácticos para el corto plazo. Así mismo, junto con incorporar más cuadros de nuestra organización a la lucha de masas, consideramos necesario crear una red, un encuentro o congreso que articule a los diversos sectores del movimiento de masas en lucha que permita crear, así mismo, un plan de acción común para repletar y copar las calles, un plan que permita la acumulación de fuerza social revolucionaria que, se desarrolle, madure y permita la constitución de un poder revolucionario que sea eficaz en el enfrentamiento de las clases dominantes.
Como dice el Che, a no perder ni desgastar energías en las colinas dominadas por el fuego enemigo, a no desorientar al pueblo trabajador con la colina parlamento y con la colina legalidad burguesa, por el contrario, preparemos y forjemos la colinas que sean dominadas por el fuego de la revolución, por la fuerza de los explotados y oprimidos. Al igual que ayer, hoy, como joven organización revolucionaria, la tarea es hacer la revolución socialista, preparemos la victoria final.
¡¡NI UN SEGUNDO DE PAZ PARA LOS RICOS Y PODEROSOS!!
¡¡CONCILIAR ES TRAICIONAR!!
¡¡FRENTE A LA FARSA ELECTORAL, LUCHANDO AVANZAMOS!!
Juventud Revolucionaria Ernesto Guevara, 2017.