Centroamérica: el corredor invisibilizado de la migración
Por Renata Bessi
Publicado originalmente en Avispa Midia
Un bulto. Un cuerpo de hombre negro camina por la carretera Panamericana a pasos largos y poco firmes, provocados tal vez por el hambre. Es un inmigrante que aprovecha la madrugada fría y el cielo despejado para ejercer su derecho a la movilidad. La madrugada generalmente es la única aliada en estos trayectos solitarios y prohibidos. El cuerpo casi desnudo logró llegar al municipio de Tlacolula en el estado de Oaxaca, México, uno de los puntos que forman parte de la carretera que vincula a casi todos los países americanos.
Algunos kilómetros antes de allí, en Juchitán de Zaragoza, Istmo de Tehuantepec, región donde los vientos derrumban camiones, dos carros con agentes de inmigración acechaban la carretera. Estaban a caza de “indocumentados”. Seguro, aquel cuerpo encontró camino libre entre el bosque, a las orillas de la carretera, que lo llevará hasta donde la suerte lo permita. En este caso la suerte es bastante restrictiva. Un poco más del 80% de las personas no logran cruzar la frontera final deseada, según datos del Movimiento Migratorio Mesoamericano (MMM).
Los migrantes “se montan al carrusel de intento, deportación, nuevo intento, nueva deportación para con suerte lograr cruzar”, así describe Marta Soler, integrante del MMM, la realidad de millares de personas que no desisten fácilmente de su intento, ya que el proceso de salida de sus países es caro y doloroso.
Desde Panamá hasta México, ruta recorrida por el equipo de este reportaje, los bultos, los cuerpos negros gritan para quién los quiera escuchar y están presentes para quién esté dispuesto a verlos. Se encuentran en las carreteras, en los puestos de frontera, en los centros de atención para migrantes, en las calles de las ciudades y pueblos.
La ruta migratoria en Centroamérica es una de las más importantes del mundo. Se estima que mundialmente la migración llega a 3%. En América Latina este porcentaje aumenta a 6%. En Centroamérica se estima que 12% de la población no vive en sus países de nacimiento. Los datos son resultado de una investigación realizada por Carlos Sandoval García, docente y investigador de la Universidad de Costa Rica y autor del libro ‘No más muros: exclusión y migración forzada en Centroamérica’. “Es decir, en Centroamérica la migración internacional duplica y cuadruplica las estimaciones regionales e internacionales”, sostiene el investigador.
Considerando que no existen estadísticas totalmente confiables acerca del tamaño de los flujos de migrantes en tránsito en México, alerta Marta Soler del MMM, diversos grupos académicos sugieren que en el año de 1995, alrededor de 200,000 centroamericanos cruzaban el territorio mexicano. En 2005 sumaron alrededor de 400,000 cuando empezó a descender el flujo y para el año 2010, se estima que 110,000 personas migrantes cruzaron por México. No obstante, en el año 2012, se advierte un repunte en la estadística migratoria que se intensifica a finales del 2013 y en 2014, las cifras se equiparararon a las de 2005.
En las estimaciones acerca del volumen de migrantes que cruzan por México no se incluyen a aquellos de quienes se perdió la huella, son los invisibles entre los invisibles, alerta Soler. Las estimaciones más confiables, según ella, se basan en el segundo Informe Especial sobre Secuestro de Migrantes en México realizado por la Comisión Nacional de Derechos Humanos, publicado en febrero de 2011, que registró 214 eventos de secuestro con un total de 11,333 víctimas en solo seis meses. Existen entre 70,000 y 120,000 migrantes no localizados en tránsito por México a partir del 2006.
Los vacíos, los silencios y las ausencias de los cuerpos migrantes desaparecidos tienen un lugar garantizado en las pláticas de los que logran seguir el viaje. Los migrantes entrevistados a lo largo del camino por el equipo de éste reportaje mencionaron frecuentemente a los invisibles que van quedando en el camino. En sus relatos siempre es visible una cara de horror cuando cuentan sobre “las personas que se pierden en el monte”.
Las dinámicas
Por lo menos tres dinámicas explican el flujo migratorio en Centroamérica, según García. La primera es la migración internacional de las personas centroamericanas que procuran salir de la región y llegar especialmente a los Estados Unidos. “Este es el grupo mayoritario que sale principalmente desde Guatemala, Honduras y El Salvador”, explica el investigador. Una segunda dinámica migratoria es la migración internacional e intrarregional. “El caso más importante es la inmigración de personas nicaragüenses hacia Costa Rica. Hay otras dinámicas de personas salvadoreñas que van a Belice o Panamá, o personas indígenas de Panamá que vienen a Costa Rica, pero son grupos más pequeños”. La tercera dinámica es la migración extra regional que pasa por Centroamérica. “Personas de otras regiones del mundo que utilizan este corredor para llegar a los Estados Unidos”.
Los cuerpos-bultos negros en tránsito, tan presentes y tan vivos en toda Centroamérica, dejan historias en este istmo americano. A veces felices, muchas veces tristes, pero siempre de resistencia. No es necesario buscarlas. Salen naturalmente de las pláticas con la gente que vive en estas geografías. Una de estas historias nos la contó el dueño de un pequeño comedor en la frontera entre Panamá y Costa Rica, que no quiso identificarse. “No lograba comunicarme con una pareja que venía de algún país de África. Cuando la hijita de la pareja me mira y me contesta en español a una pregunta que hice a sus padres. Entonces le pregunté cómo había aprendido la lengua. Y me contesta: es que nací en Colombia”. La familia desembarcó desde África hacia Brasil con el objetivo de llegar hasta Estados Unidos. La mujer tuvo a su hija en Venezuela, donde se quedaron por algún tiempo. Y ahora estaban finalmente en el intento de cruzar por Centroamérica hacia los Estados Unidos, cuenta el comerciante.
A pesar de que la migración de personas de Centroamérica hacia Estados Unidos es la principal de las dinámicas migratorias en la región, la migración extra regional ha incrementado de forma importante el flujo en el corredor centroamericano. Datos del Instituto Nacional de Migración de México señalan que en 2008 las autoridades mexicanas detuvieron a 326 asiáticos y 658 africanos y que para 2015 ese número había aumentado a 2,224 asiáticos y 2,078 africanos. Es decir, se registró un crecimiento de 679% y de 311% respectivamente.
A lo largo de los últimos siete años migrantes extracontinentales han utilizado por lo menos tres rutas migratorias, registra la Organización Internacional para Migrante (OIM). Una tiene como punto de entrada al continente a Ecuador. “Las personas migrantes pueden pasar algún tiempo en Ecuador, posteriormente entran a Colombia, ingresan a Panamá o algún otro país de Centroamérica, algunas veces vía marítima, y continúan después principalmente vía terrestre hacia el norte de América”, señala el informe de la OIM. Otra de las rutas que utilizan como punto de entrada al continente es a través de Cuba. “Una vez las personas llegan a Cuba, toman vuelos hacia Centroamérica y prosiguen su camino, por tierra hacia el norte de América”.
Brasil es otro punto de llegada. “Las personas migrantes pueden pasar algunas semanas o hasta años en este país y generalmente se concentran en el Estado de Acre que está localizado al extremo oeste, en medio de la selva amazónica; posteriormente siguen su ruta hacia Ecuador o Colombia, para luego internarse en Panamá y transitar por todos o varios de los países de Centroamérica y México”, dice el informe de la OIM.
El cuerpo, un arma de resistencia
Eddy Frantz, 32 años, africano del Congo. Cuerpo negro que desembarcó en Brasil para llegar hasta los Estados Unidos, pero donde hay trabajo, él se queda. Su ruta empezó hace tres años y cuatro meses. Estuvo tres años en Brasil trabajando en las obras para los juegos Olímpicos. “El trabajo se acabó, el país está en crisis. El dueño de la casa donde vivía me desalojó. Le debía 4 meses de renta”, cuenta Frantz, que dejó una familia de 8 personas en su país. Todos sin trabajo.
Hace cuatro meses Frantz salió de Brasil. Ahora está en Honduras, en la frontera con Guatemala. El principal medio de transporte son sus propios pies. “La trayectoria la pasé como un animal”, describió Frantz. La frontera entre Colombia y Panamá fue el punto crítico del viaje. “Pensé que no soportaría”. Fueron cuatro días en la selva.
“Bosque denso. Ríos grandísimos. Nunca había visto tanta agua. Animales peligrosos, que uno no puede imaginar que existen. Mucha hambre. Nuestro cuerpo es la única arma de resistencia. Llego en este punto del viaje sin nada, apenas con esta ropa que tú ves en mi cuerpo”.
La región a que se refiere Frantz es el Estrecho de Darién. Es el único punto, desde Alaska hasta Argentina, donde la carretera Panamericana pierde su continuidad, justamente por la densidad del bosque y por el área excesivamente montañosa.
La ruta desde Brasil es un fenómeno más reciente y tiene que ver, según Marta Soler, con las medidas migratorias de Europa para restringir la migración hacia sus países. “Ahora están llegando a México muchos ciudadanos de Haití, de países africanos y también de países de medio oriente”, explica ella.
Es la misma ruta que se utilizó para traer a los esclavos al continente americano en siglos pasados. “Para la mayoría de los extra continentales, Brasil funciona como centro de empleo masivo y redistribución y esto marca una continuidad histórica del país como punto de entrada al continente, ya que desde los tiempos de la esclavitud de los africanos, funcionó de esta manera; y a partir del cual se extendieron redes mediante las cuales muchas personas se esparcieron por todo el continente”, dice Soler.
Las personas llegan en barco a Brasil y empiezan a subir hacia Estados Unidos caminando como pueden. “Muchos están muriendo en la selva que está entre Colombia y Panamá, muertos por animales, por deshidratación o por cansancio”. Los que logran llegar a México, el gobierno les da un permiso de 20 días para que puedan seguir moviéndose hasta llegar a los Estados Unidos, explica Soler. “Este permiso solamente es dado a la gente que no es ‘deportable’. No se puede saber ni siquiera de que países son y hay muchos países africanos con los que México no tiene relaciones o convenios de deportación. Si tú no tienes un país para donde deportar a la persona entonces no la puedes deportar. En estos casos se da este permiso para que lleguen hasta Estados Unidos y pidan asilo”, explicó Soler.
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