Catalunya, Alea jacta est
Por Pepe Gutiérrez-Álvarez
En la lorquiana cinco de la tarde, este jueves 26 de octubre, el oscilante “President” ha ofrecido su propia versión de los hechos. Fuera los estudiantes pedían su dimisión y se hacían públicas las dimisiones de notables de su partido. Ahora Puigdemont lo tiene claro: el gobierno no acepta más negociación que la rendición: salgan con el carnet en la boca y no lo acepta, Alea jacta est.
La divina patronal y el PSC quieren elecciones, pero las condiciones las pone Madrid. La intransigencia de la “nomenclatura” del PP no permite más que una rendición, algo que ni tan siquiera un partido tan moderado como el demócrata (CiU “aggiornado”, con su derecha más voraz fuera), ha aceptado lo que significaría su epitafio como la fuerza política que hasta ahora había sido el “partido de gobierno” de la Generalitat, la misma que Jordi Pujol creía suya sin percatarse que la impunidad absoluta solamente se cocina en Madrid. Estamos viviendo una suma de “situaciones históricas» en la que la República democrática y social aparece como la única alternativa por más que tarde en llegar. Lo ha dicho hasta Gabilondo: Catalunya se va.
Para los demócratas se trata ahora de trabajar una libre federación. Otra España, la que quedó pendiente en la I y II República, y que ahora cuenta con unas clases subalternas ilustradas que saben que lo peor es quedarnos donde estamos, indefensos ante el Gran dinero. La juventud así como la CUP y la sociedad civil se ha apoderado de la calle en nombre de decenas de entidades que vertebran una vida social activa. ERC no quiere la división, el PDeCAT no quiere quedarse solo ante el 155 con todo lo que esto significa para un PP sometido a la impopularidad creciente por la corrupción pero sobre todo por todos los paquetes que está obligado a aplicar contra trabajadores, jubilados, dependientes, hospitales, escuelas…Quizás se trata de ganar tiempo, a la otra Catalunya le salen los amigos. Están en Euzkadi, en Galicia y un poco en todas partes, cabe preguntarse donde está Podemos, ¿Por qué no sale para decir la suya?. En Andalucía circula un manifiesto firmado por más de cien intelectuales que también reclaman tierra y libertad. Aseguraban que se había impuesto
La lógica de Urkullu (» la épica es muy atractiva para algunos, pero cuando no hay condiciones, la batalla llevará a una inevitable derrota, con sufrimiento para todos por medio»), es la de me compliques la vida que bastante problemas ya tengo en casa. Es una lógica con la cual el antifranquismo nunca habría salido a la calle. Es lo que me decían en casa, tu crítica al régimen todo que quieras, pero en casa.
Y es todo cambia, aunque sea mañana dicen en Italia. Esto aquí y ahora parece verdad.
Los hay pesismistas, pero recuerdo que una encuesta de 1975 o sea después de “la revolución de los claveles” en Portugal, esta revelaba que únicamente una parte ínfima de los encuestados se interrogaban sobre otras hipótesis distintas a la dominante o sea la continuidad del franquismo; el miedo les podía. Solamente una minoría más o menos significada se movía en la clandestinidad, a veces con el sentimiento de que los cambios iban para largo. Sin embargo, no pasó mucho tiempo para que este mismo pueblo dormido, se fuera haciendo cada vez más «ingobernable».
Hasta hace dos días que la situación en lugares como Catalunya había empezado a moverse, pero visto desde ras de tierra todo parecía un lago de aguas quietas. Sin embargo, en poco tiempo la situación ha acelerado, ha dado un vuelco que preocupa hasta las más lejanas cancillerías. Debajo de todo este movimiento subyace una realidad agravada en relación a la fase de los setenta. Ahora el neoliberalismo persiste en su lógica dual: los ricos son cada vez más rico y en menos tiempos. Por el contrario, los pobres…A los de abajo quieren someternos a unas condiciones de vida y de trabajo similares a las del siglo XIX. Pretenden aniquilar todas las conquistas sociales ulteriores, esto aparte de un desastre ecológico que cada vez resulta más ostensible. Galicia en llamas es de por sí una muestra potente cuyas consecuencias no harán más que agravarse con el proceso de desertización.
En este contexto más bien explosivo, cualquier conflicto democrático o incluso interburgués, adquiere en poco tiempo una trascendencia y una radicalidad antes imprevista. Cierto que en la fase anterior todavía subsistía una cultura de la pobreza que unificaba a los de abajo, pero nada nos dice que esta cultura no sea recuperable; la resiliencia de Catalunya es un buen ejemplo. Por lo demás, el nivel de formación de la población joven nada tiene que ver con las cuatro reglas de sus padres y la firma con la X de sus abuelos. Es lo que se ha escenificado en Catalaunya como la muestra en estos momentos la presencia de unas nuevas generaciones en la calle presionando a los demócratas que den marcha atrás. Una marcha atrás hacia las “reformas”, una palabra antaño noble hoy envilecida por en neolenguaje neoliberal. Quizás el mejor ejemplo del significado veraz de la palabra sea la “reforma laboral” del PP, incomprensible sin las “reformas laborales” antes concretadas por el gobierno “reformador” de Rodríguez Zapatero. Nuevamente, el impulso de la juventud es la que da el vuelco a un malestar instalado en la sumisión. Lo de Catalunya no es ni mucho menos, un problema local o nacional, es una situación cuyas vibraciones llegan hasta cualquier lugar donde exista una juventud sin futuro.
Estamos en una situación inestable que igual sube que baja. Pero es una de esas que marcan una raya en la historia entre el antes y el después. Una situación en la que –conviene insistir- el rasgo más importante es la irrupción de un pueblo que tiene las calles, que sabe lo que quiere y que no acepta lo que preparan contra todos nosotros.