Argentina. Enfoques cooperativos, Hoy: El precio ofrendado de la ignorancia supina al fascismo
Por José Yorg, el cooperario.
“El que desconoce la verdad es un ignorante; pero el que la conoce y la desmiente, es un criminal”. Bertolt Brecht
Entonces, ¿de qué sirve decir la verdad sobre el fascismo que se condena si no se dice nada contra el capitalismo que lo origina? Bertolt Brecht
Hechos sociales sorprendentes en el mundo que se creía superado están sucediendo: despidos masivos de trabajadores, fábricas cerradas, hospitales sin médicos y sin recursos, escuelas obsoletas, corruptela política y judicial generalizada, son sólo algunos de ellos.
Aluden muchos gobernantes sobre la necesidad de otorgar “seguridad jurídica” a los inversionistas foráneos, sin embargo, no se respeta la “seguridad jurídica” de los trabajadores que a punto de jubilarse les cambian las reglas, las normativas…Qué cosas ¿no?
Las grandes corporaciones mediáticas ayudan a crear un “relato” de la realidad, todo bonito, todo en orden en el desorden.
En cada niño/a descalzo y hambriento, en cada escuela en ruina, en cada desocupado, sin vivienda digna, en cada enfermo sin asistencia, en cada salario miserable, en cada campesino sin tierra, está la mano del fascismo.
Es el fascismo que nunca se fue, estuvo agazapado, en estado de simbiosis, esperando, como nos señaló Bertolt Brecht: “Señores, no estén tan contentos con la derrota [de Hitler]. Porque aunque el mundo se haya puesto de pie y haya detenido al bastardo, la puta que lo parió está de nuevo en celo”.
Todo indicaría, entonces, que el infortunio social procede de una ignorancia sobre lo que implica el fascismo, esa actitud pasiva ante los signos inequívocos de su presencia y esencia: el maltrato social. El precio ofrendado de la ignorancia supina al fascismo está resultando doloroso, trágico e inhumano.
Precisamente, el cooperativismo surge como reacción ante los desmanes del capitalismo (la puta que lo parió al fascismo) en su etapa industrial donde produjo inmensos sufrimientos. La cooperación se antepuso como remedio social y económico a tal barbarie. La natural cooperación de la especie humana se hizo orgánica, doctrinaria, conceptual y metodológica.
Esa verdad histórica nos anima a sostener que la reciprocidad, la complementariedad y el funcionar acorde, son constitutivos, no sólo del universo, sino también del propio cuerpo humano o de otra especie. El hígado no compite con el corazón sino que trabaja en su especialidad en conjunción. El comportamiento en sociedad del hombre primitivo era reflejo de esa armonía, posteriormente degenerada por concepciones inventadas.
La cooperación como comportamiento social fue acotada por la competencia, concepción creada artificialmente. “Sin embargo se mueve” sentenció el genio. El cooperativismo prosigue su marcha reivindicativa de lo humano.
Dependemos, hoy más que nunca, del conocimiento, de la verdad histórica y natural de la cooperación para pervivir y prosperar como especie. En la nobleza de la cooperación está la energía vital, capaz de incentivar las proezas magnificas que la humanidad clama.
¡En la fraternidad, un abrazo cooperativo!