Álvaro Zaratiegui: “No es posible la salida de la crisis si este sujeto, el cognitariado, no toma consciencia de sí mismo”
Por: Adela G. Zamudio
Trabajó para el Banco Mundial y el PNUD. Su última obra: “La construcción del sujeto en la sociedad del conocimiento” es una aproximación a la realidad desde la transversalidad. Zaratiegui está convencido que tenemos que construir, entre todos, una nuevo sujeto.
- Adela G. Zamudio: ¿Por qué escribes “La construcción del sujeto en la sociedad del conocimiento”, un título tan hegeliano, si no eres filósofo de profesión?
- Álvaro Zaratiegui: Tiene que ver con la crisis de 2008, lo que yo había pensado y escrito en las dos décadas anteriores perdía sentido. No fue de golpe, claro está, pero al prolongarse la crisis fui descubriendo que me afectaba de una forma directa y en todos los aspectos que conformaban mi vida, y es imposible volver a reconstruirla sin filosofía. También descubrí que, al menos yo, tampoco podía volver a reconstruirla sólo desde la filosofía. En el libro, insisto una y otra vez, que es imprescindible utilizar los otros lenguajes que los seres humanos (sobre todo el arte y la ciencia, o la economía política) han ido creando a lo largo de la historia.
- A.G.Z. ¿Es esa necesidad de crear el “nuevo sujeto” que se necesita tras la crisis (que no ha acabado, y que no tiene visos de acabar), lo que te lleva a utilizar todos los géneros literarios en forma de fragmentos, como dices en la contraportada del libro?
- A.Z. Sí y no, al principio no hay una intención de romper con los géneros, el texto lo voy escribiendo como si escarbara en la tierra esperando encontrar algo dentro, como si apartara capas para seguir metiendo la cabeza; luego, conforme avanza el libro sí que lo hay. Voy descubriendo que los géneros reducen las posibilidades, que hay partes del sujeto que necesitan su propio lenguaje, y que no llegaré a crearlo si no los utilizo. Descubrir eso fue muy importante para mí porque me facilitaba el trabajo. Hay que tener en cuenta que en mi profesión debo utilizarlos todos (aunque no de forma fragmentaria), y estoy acostumbrado.
- A.G.Z. ¿Háblanos un poco de tu profesión, qué significa eso de que tienes que utilizar todos los lenguajes?
- A.Z. Yo llegué a la profesión un poco tarde, me gradué en Geografía e Historia en la Universidad de Vitoria en el año 90, y al acabar estudié dos cursos de Posgrado, el primero en Huesca, donde estudié Didáctica Museística, y con posterioridad otro en Barcelona sobre Patrimoniología. Con la Expo de Sevilla y el año Jacobeo del 93, surgen nuevas profesiones en torno a la cultura, lo que se llamó las industrias culturales. Nosotros, al calor de la experiencia de esos eventos (ya en plena crisis de los 90, mucho más débil que la actual, obviamente, pero sin la cual no creo que me hubiera dedicado a este trabajo), logramos crear una pequeña empresa que se especializó en la interpretación del patrimonio cultural. Algunos años después, nos especializamos en la puesta en valor de ese patrimonio para el desarrollo del Turismo Cultural; y a su vez hicimos de ese tipo de turismo una variable estratégica de primer nivel para muchas ciudades y territorios, sobre todo ciudades. No hay que olvidar de que son muchas las ciudades en España en las cuales su PIB dependiente de este tipo de turismo está por encima del 25%, en algunos casos muy por encima.
Y para realizar los dos tipos de trabajo, estrategia e interpretación, es necesario utilizar diversos lenguajes, desde luego economía, y ciencia, y arte, y filosofía…, es imposible hacerlo bien sin contar con ellos, otra cosa es que seas consciente de hacerlo o no.
- A.G.Z. ¿Cómo afectó la crisis de 2008 a empresas como la vuestra?
- A.Z. Es curioso, pero nacimos con una crisis, estoy convencido de que no hubiéramos nacido si no hubiera sido así, y ha sido otra crisis, la de 2008, la que prácticamente se ha llevado por delante a todas las empresas como la nuestra que habían surgido en los 90 y en los primeros años del siglo XXI; los que sobreviven tienen que trabajar fuera del país, como es nuestro caso. En España, en estos años, apenas si ha habido trabajo. Nuestro sector ha desaparecido, nos ha ocurrido como a la mayoría de las empresas que nos dedicamos al sector del conocimiento; en España, el sector del conocimiento, dejó de ser necesario, al menos las empresas que nos dedicábamos a este tipo de tarea.
- A.G.Z. Provienes de un medio rural de Navarra, y en la construcción del sujeto, la memoria es importante, y la de esos años en que emigras a la ciudad y te incorporas al mundo industrial sobre todo, ¿qué recuerdas de tus primeros años?
- A.Z. Lo que más recuerdo es el frío, no sé la razón. Porque el calor en verano es tremendo, no en vano es un clima continental, pero yo siempre recuerdo el frío, arropado en la cama, con mantas que me ahogaban, la nieve en la calles, entonces nevaba más que ahora claro. El día que nos fuimos del pueblo fue un 7 de enero, el día anterior habíamos cargado en un camión pequeño todos los muebles que nos llevábamos a la ciudad, que no eran muchos; algunos armarios, las camas, los colchones, alguna cómoda, el resto lo dejamos en la casa, se le habíamos vendido a una hermana de mi madre. Parecíamos esos emigrantes de las películas neorrealistas italianas de la época. Era un día gris, el suelo estaba nevado, yo llevaba un abrigo que me estaba pequeño, y tenía frío; y supongo que miedo también. Nos montamos en la cabina con el chofer: mi madre y un hermano más pequeño y una hermana y mi abuelo que vivía con nosotros. Mi padre y otra hermana ya estaban en Pamplona trabajando; mi padre en la construcción, luego estuvo en un almacén y enseguida en la cadena de la fábrica, y mi hermana con catorce años de criada. Así era la emigración de muchos pueblos de Navarra; íbamos a la ciudad a trabajar, de lo que fuera; de hecho mi otra hermana también comenzó a trabajar a los catorce años, y mi hermano pequeño también, y yo al cumplir los dieciséis años comencé a trabajar de aprendiz en un taller. Mis hermanos estudiaron en las clases nocturnas; entonces había mucha gente que comenzaba a trabajar muy joven y estudiaba por la noche: bachiller, enseñanza profesional. Yo a la enseñanza reglada regresé más tarde, ya mayor.
Mi madre odiaba el pueblo, no quería ni oír hablar de volver, ni siquiera unos días, decía que su vida allí había sido durísima y miserable, y puede que por eso yo haya vuelto muy poco, de hecho, siendo niño, sólo volví aquel primer verano, y hasta muchos años después no recuerdo haber vuelto, y eso que vivíamos a poco más de cincuenta kilómetros. Pero no tengo un mal recuerdo como ella: peleas con otros niños, mordiscos de perros, arcos y flechas, la escuela, y sobre todo el campo; segar el trigo, trillar en la era, dormir en el pajar sobre la tripa de mi madre, porque tenía la piel muy fina (decía ella) y la paja se me clavaba, las mulas (la cordera y la pastora), montarme sobre ellas a pelo y llevarlas a abrevar, el perro (tambor). De la recogida de la uva y de la aceituna, apenas si tengo recuerdo, mis hermanas que son algo mayores sí, y no les gustaba, de nuevo el frío del amanecer más que el cansancio. Siempre el frío, sí, y los sabañones en las manos y en los pies, y la tristeza de aquel último día de nuestra vida en el pueblo.
- A.G.Z. El libro comienza y abunda en referencias personales más o menos autobiográficas y hasta en ocasiones un tanto íntimas; ¿qué papel tienen estas alusiones en la intención general del libro señalada por el título?
- A.Z. Lo cierto es que he dudado en muchas ocasiones de si debería mantener esos fragmentos íntimos o no debería hacerlo. Pero hay una cosa que he descubierto a lo largo del trabajo de escribirlo, si me oculto la vida no parece. Es cierto que muy bien podría retirar los fragmentos más íntimos una vez que ésta ha aparecido, pero el libro ya no sería verdad, porque el texto que quedara finalmente también es consecuencia de esa intimidad, y si los quitara sería como si les quitara las patas que lo sustentan. Hay una cosa que tengo clara, y de la que hablo en un fragmento del segundo tomo que estoy escribiendo: es imposible establecer relación con la vida si mientes, no te puedes ocultar a ella, uno puede ser un mentiroso o un mal bicho a nivel personal, pero sólo con la verdad por delante puedes entrar en relación con ella. Lawrence decía que los escritores son todos unos mentirosos, pero que aquello que hacían como artistas siempre era verdad. Así es que tienes que escoger: o te ocultas y falseas o entras en relación con la vida, no hay término medio. Tienes que sacrificar tu ego si pretendes hacer algo valioso (me refiero al algo valioso, al menos para ti mismo), pero esta es la primera de las condiciones para que de verdad sea valioso.
André Gide, que rechazó el libro de Proust cuando era lector de Gallimard, decía que Proust era un mal escritor y no debía ser publicado por la editorial porque ocultaba que era gay, y por tanto un mal escritor. Puede que Gide se equivocara y que todo aquello que Proust ocultaba fuera de mucha menor importancia que aquello que mostraba y le permitía entablar relación con la vida; aunque a Lawrence tampoco le gustaba ni un pelo, pensaba que era un falsario. Pero ya se sabe cómo son los escritores cuando hablan de otros escritores.
- A.G.Z. ¿Cómo se podría definir sociológicamente y en el ámbito de la producción y el mercado el perfil de ese sujeto en construcción?
- A.Z. Habría que remontarse a los años 60 0 70, cuando muchos jóvenes no quisieron trabajar en las cadenas de montaje de las fábricas, o en las oficinas de 9 a 5. En España ese movimiento fue posterior, quizá en los 80. La dictadura de Franco supuso un atraso en todo, y también las formas del trabajo. Pensaron que debían crear su propio empleo, y aunque les llevara muchas más horas de trabajo, siempre sería mejor que la cadena, o la rutina de la oficina. El éxito de aquellos pioneros se ha convertido en leyenda; Appel, Windows, Facebook, Google, las empresas más rentables de la actualidad nacen de ese espíritu. Cuántos millones de jóvenes lo han intentado, nadie lo sabe, pero es seguro que muchos. Es cierto que muchas de ellas se han convertido en las puntas de lanza del capitalismo, pero las formas de trabajo que dentro de ellas se practican, no son parte de las viejas formas de producción, al menos para una gran cantidad de los empleados, y si lo son pronto dejarán de ser rentables.
Otra corriente tiene que ver con el estado del bienestar: una parte importantísima del conocimiento, del saber hacer, no es de ninguna empresa privada, es de la sociedad (en parte tiene que ver con el “General Intellect” del que hablaba Marx en Grundrisse). Y son millones de trabajadores los que forman parte de estos sectores, buena parte de ellos han estado luchando contra las privatizaciones de la sanidad o de la enseñanza. Obviamente hay de todo, todos sabemos de qué son capaces los funcionarios, pero para muchos de ellos su trabajo es importante, y no es alienante. Y cuando han tratado de hacerlo depender del mundo privado, que la gente vendiera su esfuerzo por una cantidad económica se han revelado. La rebelión contra la privatización, aunque no fueran conscientes tiene mucho que ver con la forma de trabajo, por supuesto, con su consciencia de que se está despojando a la sociedad de algo que es de ella, pero también con la forma de trabajo alienante que la privatización trae consigo. Sólo un tonto, o alguien muy interesado, puede decir que el trabajo alienante es más rentable que el trabajo hecho por personas que dejan lo mejor de sí mismos en él.
Yo pertenecí a la primera corriente, al principio no conscientemente, sí, sabes lo que no quieres, pero tampoco sabes muy bien lo que quieres, y como yo mismo millones de personas. Con la crisis, los poderosos han tratado de volver al tipo de trabajo alienante; sueldos de miseria, y horas y horas de trabajo, pero la gente se ha revelado, y no son de izquierdas ni de derechas, en eso PODEMOS tiene razón, es algo transversal, una parte muy importante de la izquierda está a favor de regresar a ese tipo de trabajo (no sólo en España en toda Europa), no hay más que ver cómo han actuado los sindicatos o el Psoe o una parte muy importante de Izquierda Unida en España.
Este es el sujeto que, pienso, debe crear su propio sujeto, lo que se ha dado en llamar el cognitariado, no tiene nada que ver con los anteriores, aunque también creo que no se puede hacer sin partir de todos aquellos que a lo largo de los años han mejorado la vida de la gente, y no sólo desde el punto de vista práctico o económico, sino también de todos aquellos que han ayudado a mejorarnos como seres humanos, a hacernos más conscientes de qué somos y cómo somos.
- A.G.Z. ¿Qué alcance histórico podría tener este nuevo sujeto social, que debería tomar forma en el cognitariado?, ¿no estamos ante un nuevo sujeto cuyo papel no va más allá de la renovación de la gestión en la crisis prolongada que vivimos?
- A.Z. No lo sé, de lo que sí estoy seguro, es de que no es posible la salida de la crisis si este sujeto no toma consciencia de sí mismo, y entiende que su papel no es sustituir los viejos usos de la política. El cognitariado sólo puede desarrollarse si crea unas formas de trabajo distintas a las anteriores, es tan sencillo como eso, y esto exige formas políticas distintas a las utilizadas hasta ahora. Es decir, no cabe la posibilidad, y esto es lo que creo que ha demostrado esta crisis, de que ese mundo transversal que está creando el cognitariado venga a sustituir a los anteriores para mejor mantener el tinglado capitalista, es sencillamente imposible. Ellos traen otras formas de entender y vivir el trabajo, y eso lo cambia todo, y si no lo hacen así, simplemente no pueden desarrollarse. Otra cosa es si será capaz de hacerlo. Yo ni tengo esperanzas, ni dejo de tenerlas de que así sea.
- A.G.Z. Hace casi un siglo ya se habló de la revolución de los mánagers, de la, por entonces, nueva burocracia tecnológica, etc, ¿hay alguna relación con tus planteamientos y reflexiones?
- A.Z. Lo que cambia es que el mundo de los mánagers no lleva aparejado un cambio en las formas de trabajo, sino el mejor aprovechamiento de éste y de las formas de gestión de la producción. De todas formas, hay que decir que el cognitariado ha aprendido mucho de ellos. Por supuesto que hay de todo, pero algunos mostraron como el trabajo es mucho más productivo si la gente se siente bien en el mismo, y establecieron fórmulas para que así fuera, ninguna de las empresas creadoras de conocimiento ha podido dejar de lado sus enseñanzas. Una parte importante del cognitariado se ha podido desarrollar gracias a experiencias creadas por ellos. Pero ahora mismo están en desuso, al menos en España, el capitalismo vuelve hacia atrás, ni al final del franquismo fueron tan brutos y tan ignorantes.
La construcción del sujeto en la sociedad del conocimiento de Álvaro Zaratiegui. El Garaje Ediciones SL (917981169 – 600241668)
218 págs.
ISBN: 978-84-942311-8-6