50 años: Hablar sobre la muerte para la vida
Podríamos mejor preguntarnos: ¿quién liquidó su ser físico? porque la vida de los hombres como él tiene su más allá en el pueblo; no acaba mientras éste no lo ordene.
(Che Guevara sobre Camilo Cienfuegos)
La burguesía latinoamericana aplaudió la muerte de “ese agente comunista”, era el trofeo mayor disputado por las organizaciones de seguridad política del poder. Su muerte era considerada un quiebre, un golpe profundo a los movimientos de liberación de la época. Su muerte, aseguraba para sus enemigos un triunfo significativo. La valoración de la muerte de Ernesto Guevara estaba en directa relación con la idea de destruir de raíz un movimiento. “Sólo ese aparato apologético, explicativo puede considerar la muerte de un hombre como la destrucción total de la fuente puntual de energía, como la total detención de los mecanismos que conservan su impulso”. (Echeverría, 1968, p.3)
Intentamos enfocar la muerte del Che, acaecida hace ya 50 años, desde una visión en lo máximo más alejada de esa imagen extremadamente romántica que se ha encargado de construir la propaganda y los medios de comunicación, y que hasta cierto punto han conseguido, convirtiendo su memoria en un artículo de consumo de las clases medias y altas, de académicos, intelectuales, eclécticos, y demás. Son necesarios enfoques sobre el revolucionario humano de carne y hueso, que con sus virtudes y defectos hizo parte y accionó movimientos político-militares de liberación nacional y continental, y de cómo su muerte fue un factor determinante para la historia y el presente de los movimientos de liberación.
Nadie puede entonces, desde la realidad objetiva, negar la importancia del revolucionario en los acontecimientos continentales. No pueden, incluso sus más férreos detractores, negar el papel gravitante que Guevara dejó marcado en la historia.
Queda entonces establecido un doble impacto que causó su muerte. Por un lado a las fuerzas enemigas de la guerrilla que veían en su desaparición física el posible fin del movimiento liderado por él, y al mismo tiempo creían que su muerte no era la muerte de cualquier guerrillero; en este punto los aparatos de represión no estaban equivocados, el Che tenía condiciones especiales para el oficio de revolucionario, se podría decir, sin caer en la visión romántica de la que nos queremos alejar, que fue un prototipo de revolucionario.
El otro impacto está en la otra orilla, en la de los sectores revolucionarios de la época y las épocas posteriores, su muerte marca un antes y un después en la historia de la guerrilla latinoamericana.
De los dos impactos, en los dos sectores en los que influyó determinante su muerte, el sector del movimiento revolucionario salió victorioso, pues mientras sus enemigos de clase, sus enemigos militares, sus enemigos ideológicos, creyeron equivocadamente que muerto el Che, sepultaban con su cuerpo su accionar, sucedió todo lo contrario, el Comandante Ernesto Guevara se multiplicaría en todas direcciones, tiempos y geografías, se volvería un ícono del movimiento revolucionario continental y mundial.
Bolívar Echeverría nos ayuda a explicar mejor lo que queremos decir: “… para la razón dialéctica del proletariado revolucionario –que concibe la actividad individual esencialmente en relación con la materialidad mediadora de las fuerzas productivas y con la dinámica autónoma que socializa cada acción humana– la muerte de un individuo cobra sentido en virtud tanto de la función que ejerce como persona en el proyecto social con el que colabora, como de la relevancia que tiene el móvil de su muerte para las posibilidades materiales de realización de tal proyecto” (Echeverría, 1968, p.3)
En esto radica para nosotros la importancia de recordar la muerte del Che, a 50 años de su asesinato, a pesar de todo el trabajo de propaganda que intenta convertirlo en un objeto de veneración consumista, el Che escapa y aparece su objetividad revolucionaria, su visión, su contribución social en cada rincón de América Latina. No podemos dejar de apuntar la importancia de recordar este acontecimiento, pero debemos exigirnos, como militantes de izquierda, como seguidores de sus acciones e ideas, construir la memoria de la guerrilla, la memoria de los pueblos, la memoria sangrante de carne y hueso, de mujeres y hombres latinoamericanos que como el Che, tienen en la sangre la esencia de la justicia social.
Bibliografía: ECHEVERRÍA, B. Ernesto Che Guevara. Hasta la victoria siempre, Berlín 1968.